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El más grande

11 domingo May 2014

Posted by ibadomar in Historia, Piratería

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Davis, Jolly Roger, Ogle, Piratas, Roberts

Estoy poco inspirado últimamente y eso sólo puede querer decir una cosa: toca escribir sobre piratas, que hace mucho que no asoman por aquí. Hasta el momento han aparecido en este blog tipos a los que el oficio les venía grande como William Kidd o Stede Bonnet y un pirata con todas las de la ley como era el psicópata Barbanegra. De pasada vimos también al inventor de la bandera pirata, el capitán Wynne y conocimos la Cofradía de los Hermanos de la Costa; pero no hemos visto por ningún lado al prototipo de pirata de película: distinguido, elegante, cortés, fiero cuando hay que pelear, carismático… La verdad es que el tipo no abunda entre los piratas, que eran más bien gente ruda y con poco glamour. Pero hubo alguien que sí se acercó a ese estereotipo: el capitán Barholomew Roberts, Black Bart.

Roberts era oficial en un barco negrero, actividad perfectamente legal y honrada en 1719, cuando su barco fue capturado por el pirata Howel Davis, por lo que Roberts se vio formando parte, a su pesar, de la tripulación de un barco pirata. Poco le duró la pena como veremos, porque apenas seis semanas después el capitán Davis pretendía hacerse pasar por un capitán de la armada inglesa en la isla del Príncipe, en el Golfo de Guinea, y Roberts ya estaba totalmente integrado en la tripulación. Tanto que, cuando los portugueses descubrieron la identidad de Davis y le mataron en una emboscada, los piratas le eligieron a él como nuevo capitán. Roberts aceptó, razonando que puestos a ser pirata era mejor estar entre los que mandaban que entre los que obedecían. Con un nuevo capitán los piratas vengaron la muerte del anterior mediante un ataque combinado por tierra y mar contra el fuerte portugués en Príncipe, que lograron tomar y saquear.

Nuestro hombre tenía unos cuarenta años, era alto y de porte distinguido. Sabemos que era carismático, puesto que su tripulación lo respetaba, valeroso en el combate y con un carácter extrañamente benévolo para su oficio. Cuando capturaba a alguien que se lamentaba de encontrarse unido a unos piratas, solía decirle que nadie había derramado más lágrimas que él al verse entre aquella compañía, pero que tras reflexionar comprendió que era mejor cambiar una paga corta y mucho trabajo a las órdenes de un capitán tiránico por una vida de libertad, placer y poder. La vida corta, pero feliz, decía que era su lema.

Como buen pirata de la época, Roberts tuvo su propia bandera. Más de una en realidad. Es muy conocida una en la que se le representa a él junto a un esqueleto y el consabido motivo del reloj de arena. Aunque sería más conocida otra de la que hablaremos más adelante. Tras elegir nuevo capitán y vengar a Davis los piratas se dirigieron a Brasil, sin ningún éxito hasta que, a punto de abandonar la costa brasileña, dieron con una flota de 42 barcos portugueses. Roberts se las ingenió para capturar al capitán de uno de ellos y obligarle a decir cuál era el barco más rico de todos. Se hizo con él y el botín resultó ser fabuloso. La celebración posterior, que tuvo lugar en Guyana, debió de ser memorable.

Roberts1Roberts tuvo que sufrir la deserción de uno de sus principales hombres, Walter Kennedy, que se fue con el barco mientras él perseguía a una presa en una balandra con 40 tripulantes. A raíz de este hecho decidió obligar a su tripulación a jurar ¡sobre una Biblia! un código de conducta. Hasta qué punto se sintieron los piratas obligados por su juramento se desconoce aunque quizás fueran más religiosos de lo que se pueda creer: en una ocasión los hombres de Roberts capturaron a un clérigo y lejos de maltratarle le ofrecieron el puesto de capellán. El clérigo rehusó, pero escapó sin daño. En cualquier caso el resumen de las leyes piratas de Roberts (o de la parte que se conoce) es el siguiente:

  1. Cada hombre tiene un voto e igual derecho a comida y bebida salvo que sea necesario racionarlas.
  2. Se participará por turno en el abordaje de presas. Quien defraude en un sólo dolar a la compañía será abandonado en una isla desierta. Quien robe a otro además perderá nariz y orejas.
  3. Está prohibido jugar a las cartas o a los dados por dinero
  4. Las luces se apagan a las 8 de la noche. Quien quiera seguir bebiendo más tarde deberá hacerlo en la cubierta superior.
  5. Las armas deberán estar siempre limpias y listas para su uso.
  6. No se permiten niños ni mujeres a bordo. Quien embarque a una mujer disfrazada será condenado a muerte.
  7. Quien abandone su puesto en combate será reo de muerte o abandonado en una isla desierta.
  8. No se permiten peleas a bordo. Las diferencias se solventan en tierra.
  9. No se puede abandonar la piratería hasta haber reunido 1.000 libras, pero si alguien queda mutilado recibirá 800 del fondo común.
  10. El capitán y el cabo de brigadas reciben dos partes del botín, el contramaestre y artillero parte y media y los oficiales parte y cuarto.
  11. Los músicos tendrán descanso el domingo.

Sería tedioso entrar en todos los detalles de las correrías de Roberts, pero es obligado contar sus querellas contra los habitantes de Martinica y Barbados, que hacían que los prisioneros de estas dos islas fueran la excepción en el buen trato que Roberts solía dar a quienes caían en sus manos. Barbados había enviado dos barcos en busca de nuestro hombre y le hicieron pasar tan mal rato que los piratas hubieron de arrojar sus cañones al mar para aligerar su barco y escapar. También el gobernador de Martinica intentó apresar a Roberts y éste, furioso con ambas islas, creó una bandera especial, que le representaba sobre dos calaveras marcadas como ABH y AMH (A Barbados Head y A Martinican Head, es decir una cabeza de Barbados y una cabeza de Martinica). He encontrado algunas fuentes que aseguran que Roberts llegó a apresar por casualidad al gobernador de Martinica y lo hizo ahorcar, pero no he visto tal episodio en la Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas, que es nuestra principal fuente sobre sus hazañas, por lo que el episodio parece poco verosímil.Roberts2

La carrera delictiva de Roberts se prolongó durante tres años en los que se calcula que capturó entre 400 y 500 presas, pero su final fue similar al de la mayoría de sus compañeros de profesión. Un comisionado enviado a la caza de piratas, Chaloner Ogle, consiguió darle caza el 10 de febrero de 1722. Quiso la suerte que buena parte de los piratas estuvieran borrachos aquel día, puesto que la víspera habían hecho una presa. No era el caso de Roberts, que sólo bebía té y dirigió el combate con gallardía hasta que una esquirla de un cañonazo le hirió mortalmente en la garganta.

La edad de oro de la piratería americana estaba terminando y se puede decir que moría con él. La Guerra de Sucesión había dado alas a los piratas, pero los perdones reales habían reducido su número. Había llegado el turno de acosar a los que aún subsistían y Roberts era el más notable. Desde luego era un personaje peculiar y sin duda influyó en la imagen romántica del pirata caballeresco y elegante, tan alejado de otros compañeros de oficio, cruales y brutales, como El Olonés, cuya afición por maltratar los desgraciados que se veían en su poder llegó a ser legendaria, pero ésa… ésa es otra historia.

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Los motivos de Stede Bonnet

02 lunes Dic 2013

Posted by ibadomar in Historia, Piratería

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Bonnet, Corsarios, Guerra de Sucesión, Historia, Jolly Roger, Piratas, Siglo XVIII, Teach

Hace bastante tiempo que no dedico un artículo a los piratas, esos habituales de este blog. La última vez que hablé de uno de ellos, en concreto de Barbanegra, mencioné a un capitán pirata llamado Stede Bonnet y prometí que en otra ocasión mencionaría su historia y los peculiares motivos que le llevaron a dedicarse a la piratería. Fue uno de los muchos capitanes que se adentraron en este negocio en la segunda década del siglo XVIII, y eso es tanto como decir que nuestra principal fuente es la Historia general de la piratería escrita por el Capitán Charles Johnson, nombre bajo el que muchos creen que se oculta Daniel Defoe.

La Guerra de Sucesión había impulsado las acciones de los corsarios, con el consiguiente aumento de la piratería una vez terminada la contienda. Sin embargo Stede Bonnet no fue uno de esos corsarios que más tarde prosiguieron su carrera de marinos como piratas, sino que se inició en la piratería directamente y para sorpresa de todos los que podían conocerle, puesto que era un caballero de buena reputación, había recibido una educación humanista, o al menos eso hizo constar el juez en su sentencia, y además era un hombre acaudalado. Puede que no tuviera una gran fortuna, pero desde luego poseía propiedades en Barbados, de donde era originario.

Con estos antecedentes, y teniendo en cuenta que no entendía de marinería, cuesta entender que el respetable señor Bonnet decidiera hacerse pirata, a no ser que se hubiera trastornado, como pensaron muchos que le conocían. El nuevo pirata era tan heterodoxo que utilizó un método muy poco convencional entre los de su nuevo oficio para hacerse con un barco y una tripulación: compró una balandra, a la que llamó Revenge, la armó con diez cañones y contrató a setenta hombres. En cualquier otro barco pirata el capitán era el primero entre iguales y se ganaba por puro carisma el respeto de una tripulación que contaba con él para dirigir la empresa de conseguir un buen botín, que era todo su beneficio; pero Stede Bonnet no actuaba así, él… ¡pagaba un salario! Quizás pensaba que así sus marineros se considerarían simples trabajadores a su servicio y obtendría como patrono el respeto que no podía ganarse como capitán. No lo consiguió, porque al no tener experiencia en el mar necesitaba confiar en sus oficiales para todo lo relacionado con el barco.

El caso es que en la primavera de 1717 el capitán Bonnet andaba pirateando por las aguas de la costa atlántica de lo que hoy son los Estados Unidos. Al no tener el carisma suficiente para imponerse a su tripulación la situación era un tanto caótica porque no era fácil tomar decisiones tan simples como la de hacia qué lugar dirigirse. Debió de ser un alivio para la tripulación encontrarse con Edward Teach, más conocido como Barbanegra y que los dos piratas llegaran a un acuerdo. Teach sí era un pirata de la cabeza a los pies: brutal, intrépido y excelente marino. Para empezar, Teach decidió que había que mejorar el mando de la Revenge y puso como capitán a un tal Richards, uno de sus hombres, mientras que Bonnet pasó a ser un «invitado» de Barbanegra.

El capitán Bonnet, apartado del mando de su propio barco, se sumió entonces en un estado melancólico en el que, deprimido, hablaba de cambiar de vida y emigrar a España o Portugal, lugares donde nadie le conocería. No parece que quisiera regresar a Barbados, a su casa, y reemprender su vida de terrateniente. Tampoco tiene nada de extraño puesto que eso significaría volver a una existencia de la que quería escapar. Bueno, puede que no le importara tanto regresar si no fuera porque… porque… en fin, digámoslo ya. Stede Bonnet tenía un motivo poderoso para hacerse a la mar como pirata: escapar de su mujer. Como suena. Al parecer no podía soportarla y odiaba especialmente su lengua viperina. Con estos motivos ¿a quién le extraña que su carrera como hombre violento y sin escrúpulos no terminara de arrancar?

Como ya conté en su momento, Barbanegra abandonó a sus hombres para acogerse a un perdón real y eso convirtió a Bonnet de nuevo en el patrón de su propio barco. Decidió acogerse también al perdón real y lo obtuvo. Por aquel entonces España intentaba intervenir de nuevo en sus perdidas posesiones italianas, lo que llevó a una breve guerra que Bonnet pensó en aprovechar dirigiéndose a la isla de Saint Thomas, en donde pensaba obtener una patente de corso para operar contra buques españoles. De camino encontró a 17 hombres abandonados por Barbanegra en un islote, que se le unieron. Cuando tuvo noticias de por dónde andaba su antiguo «socio», Bonnet quiso buscarle para ajustar cuentas pendientes, pero no lo encontró, lo que probablemente fue una suerte para él.

Puede que Bonnet siguiera con sus proyectos de hacerse corsario, pero para entonces estaba escaso de provisiones y empezó a «comerciar» con otros barcos: a uno le quitó unos barriles de carne de cerdo, aunque le dio a cambio unos toneles de arroz para que no se le acusara de pirata. Pero pronto volvió definitivamente a las andadas propias del oficio, sólo que ahora se hacía llamar capitán Thomas en un intento de que no se revocara el perdón del rey, y de paso cambió el nombre del Revenge y lo llamó Royal James. Con un nombre u otro, la balandra empezaba a acusar los meses pasados en el agua y Bonnet entró en un río con la intención de limpiar el casco y hacer reparaciones. Su presencia no pasó inadvertida para los colonos de Carolina del Sur y pronto dos balandras de 8 cañones capitaneadas por un tal coronel Rhet salían en su busca.

El encuentro fue violento: doce hombres muertos y dieciocho heridos en las dos balandras perseguidoras y siete muertos y cinco heridos entre los piratas, que finalmente se rindieron y fueron conducidos a Charleston. Sin embargo Bonnet consiguió escapar junto con uno de sus hombres, bien fuera por astucia o por soborno. El mismo coronel Rhet fue quien se hizo cargo de la persecución y logró capturar a Bonnet de nuevo. El pirata que se había fugado con él murió en el tiroteo que precedió a la captura.

A Bonnet y sus hombres se les juzgó por dos de los delitos de piratería que habían cometido. En la sentencia el juez mencionaba, además de sus delitos como pirata, la muerte de los dieciocho hombres que habían caído de entre sus perseguidores, lo que bastaba para su condena a muerte. Bonnet se derrumbó cuando conoció su destino e intentó conseguir una clemencia que quizás habría alcanzado de no ser por su fuga de Charleston, que hacía difícil creer en su arrepentimiento. No obstante, el gobernador escuchó a los amigos de Bonnet, que proponían enviarlo a Inglaterra para apelar ante el rey, e incluso el coronel Rhet en persona se ofreció a llevarlo. Pero finalmente el viaje no se llevó a cabo: simplemente era tan poco probable obtener un perdón en Inglaterra como en las colonias y sus amigos juzgaron que era absurdo perder el tiempo y el dinero en una causa sin ninguna esperanza. Bonnet fue ahorcado en diciembre de 1718.

No sabemos realmente si su carrera fue tan desastrosa como hacían prever sus inicios. Johnson menciona su falta de competencia en el mar antes del encuentro con Barbanegra, pero no menciona nada más sobre el tema después de que se «disolviera» la sociedad, así que es posible que Bonnet sí llegara a aprender el oficio y a actuar como un capitán pirata competente. Con unos motivos peculiares para hacerse a la mar, eso sí.

De Bonnet sabemos que también tenía su propia bandera, pero no cómo era exactamente. Tradicionalmente se representa con un hueso horizontal, un puñal y un corazón, pero no es seguro que la enseña fuera así. No es el caso de otros piratas más ortodoxos, como Bart Roberts o Jack Rackham, de los que sí conocemos con precisión el diseño de sus banderas, pero ésa… ésa es otra historia.

StedeBonnet

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Barbanegra

13 lunes May 2013

Posted by ibadomar in Historia, Piratería

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Archiduque Carlos, Carlos II, Corrupción, Corsarios, Felipe V, Guerra de Sucesión, Historia, Jolly Roger, Jorge I, Luis XIV, Piratas, Siglo XVIII, Teach

Desde hace meses no dejan de aparecer noticias sobre corrupción política. El día en el que no hay una noticia sobre financiación irregular de partidos, toman el relevo los EREs fraudulentos. A estas alturas ha quedado demostrado que cuando se ocupa una posición de cierta relevancia se accede a la posibilidad de enriquecerse utilizando la influencia propia del cargo y sólo falta que aparezca un pirata dispuesto a compartir los beneficios de alguna empresa turbia para que asome la tentación de dejarse corromper. Y ya que hemos mencionado la palabra «pirata», vamos a retomar un tema que hace cerca de seis meses que no asoma por aquí: el de la piratería, en este caso ligada a la corrupción de un cargo político. Nos guiará uno de los más célebres y pintorescos personajes que hayan surcado los mares bajo una bandera negra: Edward Teach, también conocido como Blackbeard, Barbanegra.

En los primeros años del siglo XVIII Europa entera se vio envuelta en la Guerra de Sucesión Española, que enfrentaba a los partidarios de Felipe V de Borbón con los del Archiduque Carlos. El testamento de Carlos II, que murió sin descendencia, dejaba como heredero a un nieto de Luis XIV de Francia. Varias potencias europeas percibieron como una amenaza el que una España que pese a su decadencia conservaba los inmensos recursos de su imperio americano, se viera ligada por lazos de familia al Rey Sol y su agresiva política. La guerra no tardó en estallar e involucró, como era de esperar, a las posesiones europeas en el Nuevo Mundo. Las patentes de corso para atacar el comercio marítimo de los países enemigos se expedían alegremente y el resultado, cuando acabó la guerra, fue que había un gran número de corsarios cuya adaptación a los tiempos de paz era complicada. Muchos de ellos siguieron con su actividad, pero sin estar ya legalmente protegidos por sus patentes. En otras palabras, abandonaron el corso para dedicarse a la piratería, aprovechando que la línea que separa ambas actividades es, como ya vimos en otro artículo, bastante fina.

Uno de esos corsarios era Edward Teach. En 1716 lo encontramos navegando a las órdenes del pirata Benjamin Hornigold, que debió de ver buenas cualidades en él, puesto que le dio el mando de una balandra. Las balandras eran barcos ligeros, de un solo palo, rápidos, muy apropiados para la piratería, ya que en esta actividad la potencia de fuego no es tan importante como la velocidad. Un pirata necesita un navío veloz para dar caza a una presa poco o nada armada y para huir en caso de topar con un buque de guerra. A Teach no le debió de parecer un barco lo bastante imponente porque cuando un año después él y Hornigold capturaron un gran buque francés, Teach lo adoptó como propio, lo armó con 40 cañones y le puso el sonoro nombre de Queen Anne’s Revenge. En aquel mismo año de 1717 Hornigold se acogió a un perdón real (hoy lo llamaríamos una amnistía) con el que el rey Jorge I de Gran Bretaña pretendía atajar el problema de la piratería americana.

BlackbeardQue a Teach le gustaba impresionar al adversario era evidente y no sólo por la elección de su barco. Su apodo (Blackbeard, Barbanegra) le venía de su larga barba que él retorcía en coletas sujetas con cintas. En combate llevaba tres pares de pistolas y se adornaba el sombrero con mechas encendidas, lo que le daba un aspecto demoníaco. Su bandera representaba a un esqueleto que, mientras alanceaba un corazón que salpicaba tres gotas de sangre, sostenía en la otra mano un reloj de arena, motivo éste del reloj que, según comenté en otro artículo, no era raro en las banderas piratas.

La apariencia fiera de Teach era más que una pose. Lo demostró cuando se enfrentó a un buque de guerra de 30 cañones, el Scarborough, y le obligó a retirarse. Pero no sólo era peligroso para sus enemigos: en una ocasión estaba bebiendo con dos de sus hombres cuando se le ocurrió amartillar dos pistolas, soplar las velas y, ya a oscuras, disparar cruzando los brazos. Uno de los tiros se perdió, pero el otro dejó cojo a uno de los piratas. Cuando le preguntaron por qué lo había hecho, Teach se limitó a decir que si no mataba a alguien de vez en cuando pronto se olvidarían de quién era. Otra de sus ocurrencias fue la de jugar a ver quién resistía más en el infierno: para ello se encerró en la bodega con dos o tres de sus hombres, cerraron las escotillas, llenaron ollas de azufre y les prendieron fuego. Sólo cuando sus rivales no pudieron aguantar más y pidieron aire abrió Teach la escotilla, muy contento de haber ganado.

La mayor empresa de Barbanegra fue el bloqueo de Charleston. Por aquel entonces Teach navegaba en el Queen Anne’s Revenge y había reunido toda una escuadra de hasta ocho barcos apresados. La flota fondeó frente a Charleston, de manera que era prácticamente imposible entrar o salir del puerto sin toparse con los piratas. Teach envió a algunos de sus hombres a tierra en busca de medicinas amenazando con matar a los rehenes tomados durante el bloqueo si no se salía con la suya. Los habitantes de Charleston no tuvieron más remedio que ceder a las exigencias del pirata. Hubo momentos de gran tensión puesto que los embajadores de Teach hicieron las cosas a su manera y su retraso en regresar a bordo hizo pensar al pirata en una traición. Hay que decir que una vez que le entregaron lo que pedía, Teach hizo honor a su palabra y dejó marchar a sus prisioneros, naturalmente después de haberles robado todo lo que llevaban de valor.

TeachTeach estaba en la cima de su carrera. Dirigía su propia flota, formada en aquel momento por su propio barco y otras tres balandras (no he logrado saber qué ocurrió con los otros cuatro que habían participado en el bloqueo de Charleston), y había logrado todo lo que podía lograr un pirata. Empezó a pensar en si merecía la pena continuar o había llegado la hora de retirarse y disfrutar de lo ganado. Claro que si uno considera la posibilidad de disfrutar de todo lo ganado y no tener que repartir el botín la idea es aún más atractiva. De manera que Teach embarrancó accidentalmente cuando entraba en una ensenada a limpiar fondos. Pidió ayuda a los otros barcos, se las arregló para que embarrancaran dos de las balandras y él se fue en la tercera con 40 hombres dejando allí al resto. Los 40 elegidos debieron de considerar muy provechosa la jugarreta, hasta que Teach abandonó a otros 17 en un islote perdido donde estuvieron a punto de morir. Barbanegra en cambio se fue a Bath-Town en Carolina del Norte y se entregó al gobernador, un tal Charles Eden, para acogerse al perdón real, que todavía estaba en vigor. Eden y Teach se hicieron muy amigos y aquí es donde entra en escena la corrupción política, porque ser amigo del gobernador le permitió al antiguo pirata mantener la propiedad de su barco: una balandra que había pertenecido a unos mercaderes ingleses, pero que le fue adjudicada como presa legítima tomada a los españoles.

Así que en junio de 1718 Teach aparentemente sentaba cabeza en Carolina del Norte. Incluso se casó, aunque según se cuenta, su esposa, que apenas tenía 16 años, era la número 14 de las esposas del antiguo pirata, de las que 12 aún vivían. Parece ser que Teach le dio bastante mala vida, o eso se deduce de las palabras de su biógrafo, que asegura que cuando Barbanegra pasaba la noche con ella solía invitar a los amigotes a participar de la fiesta. Teach estaba hecho para piratear y no para la vida hogareña y así, apenas recibido el perdón, volvió a sus antiguas actividades y capturó un barco francés, a cuyos tripulantes pasó a un segundo buque que también había tomado. Al regresar a Carolina del Norte juró que había encontrado el barco abandonado en alta mar y le fue adjudicada su posesión por el gobernador Eden, que recibió a cambio 60 toneles de azúcar, mientras que otros 20 fueron a parar a su secretario.

Las actividades de Teach hicieron que la navegación por el río se volviera insegura, puesto que ahora se dedicaba al comercio fluvial. Los plantadores, hartos de aquella amenaza decidieron acudir al gobernador, pero no al de Carolina del Norte, del que tenían demasiadas referencias, sino al de Virginia. Esto podía crear un embrollo legal, pero de momento consiguieron que a un tal teniente Maynard se le diese el mando de dos balandras con la correspondiente gente de armas, aunque ninguno de los dos barcos portaba cañones. Maynard partió en busca de Barbanegra y lo encontró, vaya si lo encontró. Era el 22 de noviembre de 1718.

La batalla debió de ser digna de verse. Maynard no tenía artillería y la primera andanada de Teach estuvo a punto de acabar con la expedición, pero el teniente debía de ser un hombre de muchos arrestos y no se arredró. La pelea se resolvió cuando Barbanegra y 14 piratas abordaron la balandra de Maynard y se enfrentaron cuerpo a cuerpo con el teniente y sus hombres. La lucha quedó decidida cuando Barbanegra cayó mortalmente herido. Veinticinco heridas, cinco de ellas de pistola, habían sido necesarias para derribar al pirata.

Maynard le cortó la cabeza, adornó con ella el bauprés de su barco y se dirigió a Bath-Town, en donde su primera medida fue confiscar los famosos 60 toneles de azúcar del gobernador Eden, puesto que en el barco del pirata había encontrado cartas muy comprometedoras para el gobernador y varios respetables comerciantes de Nueva York. De los 15 piratas capturados en la refriega 13 fueron ahorcados, pero antes contaron una curiosa historia: aseguraban que mientras navegaban con Teach en el Queen Anne’s Revenge a veces veían entre la tripulación a un hombre al que nadie conocía y que desapareció para siempre poco antes del naufragio del barco. Ellos estaban convencidos de que era el diablo.

La corrupción política es igual en todas las épocas y así lo demuestra que el gobernador Eden, aunque vio su reputación manchada, no sufrió ningún perjuicio grave. Este gobernador no sólo trató con Barbanegra sino que también conoció en su momento a otros piratas como Stede Bonnet, que estuvo brevemente asociado con Barbanegra y fue uno de los abandonados cuando el naufragio del Queen Anne’s Revenge. El caso de Bonnet es uno de los más extraños que se conocen, puesto que era un hombre acaudalado, cuyos motivos para hacerse pirata eran bastante extravagantes, pero ésa… ésa es otra historia.

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