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El nefasto oráculo de Creso

08 lunes May 2017

Posted by ibadomar in Historia, Política

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Antigüedad, Apolo, Ciro, Creso, Grecia, Historia, Lidia, Oráculo de Anfiarao, Oráculo de Delfos, Oráculo de Dodona, Persia

Al fin hay nuevo Presidente de la República Francesa y, esta vez, los oráculos han acertado. Menos mal, porque llevaban una racha en la que no daban una: que si el Brexit, que si las elecciones estadounidenses… el caso es que siempre hay alguien capaz de explicar por qué los sondeos fallaron: la gente, que responde una cosa en las encuestas y luego vota otra. Qué malvados.

Cuando se trata de temas técnicos, en los que no vale una encuesta al público en general, se usa a veces el método Delphi, que consiste en enviar un cuestionario a varios expertos (por ejemplo: ¿cómo serán los medios de transporte dominantes en el futuro: aviones supersónicos, ferrocarriles de alta velocidad, aviones subsónicos de poco consumo, autopistas…?). Los resultados se envían de nuevo a los expertos, que deben volver a responder en una nueva ronda tras conocer la opinión de sus colegas. El proceso se puede repetir varias veces hasta que se alcanza una especie de consenso.

Por un método u otro, se trata de tener una predicción de qué va a ocurrir en el futuro. Luego el futuro hace lo que le da la gana, claro, y la precisión de los resultados puede dejar mucho que desear, pero no por ello se deja de intentar sondearlo.

Y así, sin casi darnos cuenta, hemos entrado en un terreno familiar para este blog, puesto que he mencionado la palabra Delphi, que es la forma inglesa de decir Delfos, la localidad griega en la que estaba el oráculo más famoso del mundo antiguo. En aquellos tiempos no se consultaba el futuro a los expertos, sino directamente a los dioses. Eran muchos los santuarios que albergaban un oráculo, y algunos eran muy prestigiosos, como el de Zeus en Dodona, donde los sacerdotes interpretaban la respuesta a partir del rumor de las hojas de los árboles. El de Anfiarao, en Oropos, era el más original porque quien allí se dirigía debía echarse a dormir, tras seguir determinado ritual de purificación, para soñar con una respuesta.

Pero el más célebre oráculo era el de Delfos, dedicado a Apolo. En él la Pitia, que era la mujer que servía de intermediaria del dios, masticaba hojas de laurel y se sentaba en un trípode sobre una grieta de la que salían vapores volcánicos. Fuese por los gases de las entrañas de la tierra, por el laurel o por la presencia real de Apolo, la mujer entraba en un trance en el que balbuceaba palabras que parecían no tener sentido, pero que eran interpretadas por los sacerdotes para dar una respuesta.

Si el oráculo era tan famoso debía de ser por algo y tampoco es de extrañar que muchas respuestas fueran atinadas: despues de todo, allí acudía gente de todo el mundo griego e incluso de fuera de él. Muchas decisiones trascendentales, incluyendo cuestiones de alta política, no se tomaban hasta que Apolo se había pronunciado, por lo que a Delfos llegaban consultas de todo tipo y se recogía información valiosísima que se podía utilizar para dar respuestas muy razonables. No es tan diferente de lo que hace una consultora.

El oráculo de Delfos era también famoso por lo oscuras y ambiguas que podían llegar a ser sus predicciones. El ejemplo más célebre es la consulta que hizo Creso, rey de Lidia. Ésta era una región de Asia menor en Anatolia… pero nada como un mapa para verlo con claridad. En él la región que controlaba Creso está coloreada en marrón y la línea roja es la máxima expansión del país unos 100 años antes. El río Halys, al este, marcaba la frontera con el imperio persa, o imperio medo si se prefiere, puesto que para los griegos ambos términos se confundían.

400px-Map_of_Lydia_ancient_times-es.svgMapa tomado de Wikipedia

Creso quiso saber cuál era el oráculo más certero de todos y para ello envió emisarios a los principales de entre ellos pidiendo que se les hiciera la misma consulta en un día determinado de antemano. La pregunta era ¿qué está haciendo Creso en este momento?. Cuando llegaron las respuestas sólo encontró totalmente satisfactoria la de Delfos, que decía, en versos hexámetros como era costumbre:

Conozco el número de los granos de arena y las dimensiones del mar. Al sordomudo comprendo y al que no habla oigo. A mis sentidos llega el aroma de una tortuga de piel rugosa, que en recipiente de bronce se cuece junto a carne de cordero. Bronce tiene debajo y bronce la recubre.

Era verdad. Creso había decidido hacer algo difícil de adivinar y en el día señalado descuartizó una tortuga y un cordero y los puso a cocer en un caldero de bronce con tapa de bronce. Después de este acierto, Creso envió riquísimos presentes a Delfos (por algo su nombre sigue empleándose como sinónimo de multimillonario) y le hizo importantes consultas. En una de ellas preguntó si su reinado sería duradero y la respuesta fue que no debería avergonzarse de huir el día en que un mulo fuera rey de los medos, lo que parece equivalente a decir “vas a ser rey hasta que las ranas críen pelo”. Animado por este vaticinio Creso ordenó preguntar si debía emprender la guerra contra los persas y el oráculo respondió que de hacerlo pondría fin a un gran imperio.

Con estos augurios Creso se lanzó a la conquista del imperio persa y salió escaldado. Fue derrotado y capturado y se salvó de la ejecución in extremis, aunque finalmente consiguió congraciarse con el emperador persa, Ciro, que lo mantuvo a su lado como consejero y le permitió enviar un heraldo a Delfos con la misión de preguntar a Apolo si tenía por costumbre engañar a sus fieles. La respuesta de Apolo fue esta vez de lo más clara. Se dividía en tres partes:

1.- Ni siquiera los dioses pueden escapar al destino y en el de Creso estaba decidido que expiara cierta traición de un bisabuelo suyo. Aun así, Apolo había logrado aplazar el desastre y salvar a Creso cuando su ejecución parecía inminente.

2.- El oráculo había dicho que Creso pondría fin a un gran imperio y era verdad: había puesto fin al reino del propio Creso, que no había sabido interpretar el vaticinio.

3.- Era cierto que un mulo era rey de los medos ya que Ciro era hijo de una mujer meda de alta alcurnia y de un padre persa de condición más humilde. Así que, en sentido figurado, Ciro era el mulo al que se refería la profecía.

Visto así, los sacerdotes de Delfos tenían toda la razón. Al menos así lo reconoció Creso, que sabía perder con deportividad. Y si él aceptó las explicaciones de Apolo, no seré yo quien le lleve la contraria.

Es más, me encantaría que el tempo de Apolo siguiera en pie, recibiendo las consultas de gobernantes de todo el mundo, y emitiendo enigmáticos vaticinios. Las interpretaciones podrían ser tan erróneas como las de las encuestas de la actualidad, pero no se puede negar que el sistema de Delfos, con sus respuestas en verso y su ambigüedad calculada, tenía mucho estilo.

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La primera destrucción de Palmira

09 miércoles Sep 2015

Posted by ibadomar in Historia

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Antigüedad, Aureliano, Galieno, Historia, Imperio Gálico, Imperio Sasánida, Odenato, Palmira, Persia, Roma, Valerio, Zenobia

A la hora de escribir este artículo, en Siria una banda de salvajes se dedica a arrasar sistemáticamente las ruinas de Palmira mientras Occidente, cuya cultura es muy respetuosa con los restos del pasado, contempla tales acciones con consternación. Para hacernos una idea del tesoro cultural que está siendo demolido, veamos una imagen del teatro de Palmira que podemos encontrar en nuestra vieja aliada, Wikipedia.PalmiraBasta la foto para comprender que Palmira no era una ciudad corriente. Sin embargo, creo que podría apostar a que 4 de cada 5 personas que se han horrorizado por su destrucción no habían oído hablar de ella con anterioridad, pese a que Palmira fue capital de un gran imperio, aunque efímero, muy efímero. Su época de gloria apenas dura tres años.

Las desgracias de unos crean la fortuna de otros y si Palmira llegó a figurar entre los protagonistas de un periodo histórico fue por las dificultades del Imperio Romano en la gran crisis del siglo III. Fue una época tan turbulenta y confusa que se conoce también como la Anarquía Militar. Los emperadores se sucedían tras ser aclamados por sus legiones, se combatían entre sí, morían en el campo de batalla o eran asesinados… El Imperio se encontraba en un momento de debilidad propicio para ser atacado por enemigos externos o internos. En algunos casos el ataque exterior era el preludio de la rebelión interior. Y así es como empieza nuestra historia.

En el año 259 Roma tenía frentes abiertos por todas partes. Los godos hacían incursiones en la frontera del Danubio, se había conseguido a duras penas rechazar a los alamanes y los francos, que habían cruzado el Rin, y en el Este el Imperio Persa aprovechaba para atacar a su tradicional enemigo. La situación en el Rin se terminó de deteriorar cuando las legiones locales proclamaron a un militar llamado Póstumo como emperador. Toda la Galia, Britania, y en parte Hispania, se separaron de Roma para formar el llamado Imperio Gálico, que existiría durante 15 años.

Roma tenía difícil reaccionar ante esta secesión porque el emperador Valerio estaba ocupado muy lejos de allí, en el Este, combatiendo a los persas con escaso éxito: fue derrotado en la batalla de Edesa y terminó su vida como prisionero del monarca sasánida Sapor I. Oriente quedaba abierto al poder persa, que pronto tomó Antioquía y Cesarea, pero eso no quiere decir que Roma estuviera derrotada. En medio de tanta confusión encontramos el pequeño reino de Palmira, que debía su prosperidad a ser lugar de paso de las rutas comerciales de la zona, y que formaba parte de la provincia romana de Siria.

Cuando dos gigantes se pelean, los que están entre ellos tienen que tomar decisiones muy difíciles. Odenato, el rey de Palmira, tras un intento frustrado de acercamiento a Sapor I, decidió que sus intereses estaban del lado romano. Se arriesgó a unir su suerte a la de Roma y le fue muy bien: el general romano Calixto había conseguido poner en retirada a los persas, pero fue Odenato el que dio el golpe de gracia al ejército en retirada de Sapor, derrotándolo mientras cruzaba el Éufrates. Galieno, sucesor del prisionero emperador Valerio, encontró en Odenato alguien en quien delegar el gobierno de toda la región. No es que pudiera elegir: la secesión de la Galia era sólo uno de los muchos problemas que afrontaba en Occidente y Galieno debió de alegrarse de encontrar a un hombre en quien se podía confiar.

Porque hay que decir que Odenato era más que digno de confianza. Siguió hostigando con éxito al Imperio Sasánida y gracias a él se podía asegurar que Siria estaba libre de intervenciones persas. Odenato siempre permaneció fiel al emperador, aunque hay dudas de qué habría pasado si hubiera vivido un poco más. En cualquier caso su suerte terminó en el 267 y no por causa del persa, sino de un sobrino suyo que lo asesinó a él y a su hijo mayor. El reino lo heredaría su hijo recién nacido, Valabato, siendo la regencia asumida por la madre del nuevo rey, la segunda esposa de Odenato, Zenobia.

De ella se dice que era hermosa e inteligente. De lo primero no podemos dar fe, porque no hay retratos suyos, pero de lo segundo sí. Zenobia era inteligente y ambiciosa. Palmira se expandió más aún durante su reinado y llegó incluso a dominar todo Egipto. El nuevo emperador romano, Aureliano, tuvo que reconocer al niño Valabato como asociado y darle el título de cónsul, pero Aureliano tenía una fuerte personalidad y sólo estaba ganando tiempo mientras arreglaba otros asuntos en Occidente. Con él se acercaba el final de la época de anarquía y guerras civiles y una de sus acciones fue iniciar, en el año 272, una expedición contra Palmira.

Palmyrene_EmpireMáxima expansión del imperio de Palmira en 271 (Mapa tomado de Wikipedia)

La campaña fue un paseo militar. Zenobia había sido una comandante eficaz mientras se enfrentaba con adversarios de segunda fila, pero contra el potente ejército de Aureliano no tenía nada que hacer. El peor momento para Roma fue el sitio de la propia ciudad de Palmira, que resistió con fiereza, ayudada en esta ocasión por el antiguo rival persa, pero la ciudad cayó en cuanto Zenobia fue capturada por los romanos cuando intentaba escapar del asedio.

Palmira fue respetada por los romanos, pero el perdón fue de corta duración. Mientras Zenobia y su hijo partían hacia Roma como prisioneros, la ciudad se declaró en rebelión contra Roma. Esta vez Aureliano no tuvo compasión: tomó la ciudad y ordenó que fuera arrasada. Corría el año 273.

Al parecer, el depuesto rey Valabato murió en el viaje a Roma. En cuanto a Zenobia se ignora su destino, aunque hay fuentes que dicen que le fue perdonada la vida y residió en Roma hasta su muerte, e incluso que se casó con un senador romano. Podría ser cierto, puesto que al último emperador del Imperio Gálico, Tétrico, también capturado por Aureliano, se le perdonó la vida e incluso recibió un importante cargo público. No hay motivo para pensar que se obrara de forma distinta con Zenobia.

Y ya en nuestros días, lo poco que quedaba de Palmira está siendo destruido por quienes pretenden borrar su memoria. Qué intento tan absurdo, visto que, como demuestra este artículo, el recuerdo de la ciudad y de su gloria permanecen vivos 1.742 años después de que fuera arrasada por primera vez. Quizá las ruinas desaparezcan, pero su imagen sigue viva en fotografías y dibujos y me permito augurar que los edificios destruidos volverán a ser visitados tras su reconstrucción, ya sea real o virtual. ¿Creéis que me he vuelto loco cuando digo que algún día pasearé por las calles de Palmira? Haced click pues, oh escépticos, en este enlace y conoceréis el proyecto Rome Reborn. O si no, daos una vuelta por la Roma del 320 d.C. en el vídeo que os enlazo, demostración de dicho proyecto, y pensad si no se podrá reconstruir virtualmente Palmira como ya se ha hecho con Roma. ¿Hay mayor demostración de estupidez que intentar destruir el pasado en la era de la información?

 

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El mundo en la encrucijada: Salamina, 480 a.C.

26 sábado Nov 2011

Posted by ibadomar in Historia

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Antigüedad, Batalla, Grecia, Herodoto, Historia, Jerjes, Momentos cruciales, Persia, Salamina, Temístocles

Hay momentos en la Historia en los que la humanidad se ve en una bifurcación en la que la forma que adopte el futuro dependerá de cómo se desarrollen los acontecimientos en ese instante. Un ejemplo clásico son las guerras púnicas: en ellas se decidió si el Mediterráneo lo dominaría una potencia terrestre de economía agrícola (Roma) o una potencia marítima eminentemente comercial (Cartago). No sabemos qué habría ocurrido de haber sido Cartago la vencedora, pero podemos estar seguros, por ejemplo, de que ahora mismo yo no estaría escribiendo en una lengua derivada del latín y de que nuestra legislación no se basaría en el derecho romano.

De entre todos esos momentos hay uno realmente excepcional tanto por la intensidad del mismo como por un detalle de particular dramatismo. En apenas unas horas un imperio aparentemente invencible topaba con una frontera que jamás podría rebasar, un puñado de ciudades que se veían condenadas a ser sometidas o arrasadas recobraron el aliento y todo un dios viviente comprobaba que su omnipotencia no era tal. Estoy hablando de un día de septiembre de hace casi 2.500 años. Estoy hablando de la batalla de Salamina.

Salamina fue el punto de inflexión de las denominadas guerras médicas, que enfrentaron al imperio persa con una confederación de ciudades-estado griegas. El motivo de la guerra pudo ser el expansionismo persa o quizás el intento persa de asegurarse de que no se repitiera el apoyo dado por Atenas a las ciudades jonias de lo que hoy es la costa turca y que se habían rebelado contra la dominación persa a principios del siglo V antes de Cristo. Las revueltas fueron sofocadas, pero es muy posible que el imperio quisiera asegurarse de que una nueva rebelión no contaría con ayuda exterior. Por otro lado, las ciudades griegas dominaban el Egeo y su derrota significaría el control del Mediterráneo Oriental.

Un primer asalto tuvo lugar en el 490 a.C. En aquel entonces la expedición persa del rey Darío fue derrotada en la célebre batalla de Maratón. Diez años más tarde el hijo de Darío, Jerjes, decidido a someter de una vez a los griegos, comandaba un inmenso ejército invasor acompañado de una gran flota. Nuestra principal fuente, Herodoto, da al ejército persa un tamaño inverosímil, pero aun corrigiendo sus exageraciones no cabe duda de que la superioridad numérica estaba del lado persa. Los griegos, astutamente, buscaron la manera de neutralizar su desventaja numérica planteando batalla en un desfiladero, el de las Termópilas. Pero cuando los persas superaron ese obstáculo la situación era tal que Atenas fue evacuada y gran parte de sus habitantes se refugiaron en la vecina isla de Salamina mientras el ejército persa tomaba la ciudad y arrasaba la Acrópolis.

La flota griega (380 barcos según Herodoto) fondeó en el estrecho que separa Salamina del continente, mientras que los buques de los persas y sus aliados (unos 1200 barcos, según el historiador griego, aunque posiblemente no fueran más de 700) se aproximaban para bloquear ambas salidas. La superioridad numérica volvía a estar con los persas, pero no hay que olvidar que los griegos jugaban en casa y conocían el terreno. El gran político y militar ateniense Temístocles se jugó el todo por el todo enviando un mensaje a Jerjes en el que le sugería atacar cuanto antes, puesto que la discordia reinaba entre los representantes de las distintas ciudades griegas y su baja moral propiciaría un desorden, no exento de deserciones, que facilitaría el triunfo persa. Lo que parecía una traición era, sin embargo, un regalo envenenado.

Jerjes siguió el consejo de su enemigo ordenando que la escuadra persa entrara en un estrecho que, con su falta de espacio, dificultaba las maniobras de la inmensa flota. Los griegos entretanto, en perfecta formación, se abalanzaron como perros de presa sobre sus adversarios logrando una victoria decisiva. La derrota naval persa hacía imposible el dominio de Grecia y, aunque la guerra aún no había terminado, el todopoderoso imperio había demostrado ser vulnerable y tendría que ceder terreno hasta abandonar definitivamente su aventura de conquista.

Mapa tomado de livius.org

¿Por qué decidió Jerjes seguir el consejo de su enemigo? Entre sus generales no todos apoyaban el adentrarse en terreno adversario para presentar batalla. Es sabido que Artemisia de Caria, reina de Halicarnaso y una de los comandantes de la flota persa, se oponía a este plan. ¿Por qué no quedarse tranquilamente vigilando las salidas del estrecho esperando que fueran los griegos los que se vieran forzados a salir a buscar batalla en mar abierto? ¿Quizás porque un bloqueo es mucho menos espectacular que un combate naval?

Dije al principio que existe un detalle que da especial dramatismo a la batalla. En un alto que dominaba la bahía, contemplando la acción desde un lugar privilegiado estaba el mismísimo Jerjes, el emperador persa. Desde allí fue testigo de cómo su flota penetraba en el estrecho, de las dificultades para maniobrar, del ataque griego y, finalmente de la derrota y el fracaso de su particular armada invencible. Aquél al que sus súbditos debían adorar como a un dios contemplaba con sus propios ojos cómo su empresa fracasaba.

¿Qué habría ocurrido de haber vencido los persas? No podemos saber si su dominio habría sido duradero, ni si habría llegado a sofocar la civilización griega. Puede que el imperio persa hubiese llegado a dominar el Mediterráneo Oriental o puede que su soberanía hubiese sido meramente nominal. Sí es un hecho que en la Grecia clásica la victoria sobre los persas era motivo de orgullo y por tanto hubo de influir en la educación de personajes tan influyentes para la posteridad como Sócrates o Aristóteles, por poner dos ejemplos.

Para reflexionar nos quedan dos imágenes: la de Jerjes, en la cima de su poder contemplando atónito cómo el que iba a ser su momento de triunfo se convertía en su gran fracaso y la de los atenienses refugiados en Salamina presenciando el renacer de su ciudad, que en apenas 30 años alcanzaría su máximo esplendor apoyándose en su poder naval. Al amanecer de aquel día el imperio persa afianzaba su posición en Europa y al caer la noche se retiraba hacia su base en Asia. Ha habido otras situaciones críticas en la Historia, pero posiblemente ninguna que se resolviera en tan pocas horas y ante los propios ojos de quienes vivirían las consecuencias.

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