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Amistades muy peligrosas

13 lunes Abr 2015

Posted by ibadomar in Historia

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Alemania, Comunismo, Guerra Civil, Historia, Molotov, Nazismo, Polonia, Ribbentrop, Segunda Guerra Mundial, Siglo XX, Stalin, URSS

Llevamos una racha muy larga dominada por noticias de tipo no ya político sino electoral. Como siempre en estos casos nos encontramos con una interminable exposición de promesas que nadie piensa cumplir, insultos a quienen opinan de forma diferente y, lo más fascinante de todo, juramentos de enemistad sincera hacia los adversarios, siendo el entendimiento entre distintas opciones imposible por profundas cuestiones de principios.

Pero las circunstancias cambian y las amistades y enemistades también. No exagero si digo que si me dedicara a escribir un artículo tras otro describiendo alianzas contra natura tendría asegurada la continuidad de este blog durante dos o tres años. Podría empezar por los triunviratos de la antigua Roma y terminar en el Irangate de los años 80 sin parar de contar casos en los que enconados enemigos dejaron de lado la retórica para hacerse pasar por amigos de toda la vida. Hasta que se volvieron a pelear, claro, porque esas amistades suelen durar poco.

Por eso dicen que la política crea extraños compañeros de viaje y, probablemente, el caso más espectacular se diera durante el siglo XX. Estoy seguro de que si preguntara por dos credos políticos opuestos buena parte de las respuestas serían «nazismo y comunismo». Y no sería una mala respuesta, puesto que su enfrentamiento fue, literalmente, a muerte. Ya antes de la Segunda Guerra Mundial, durante la Guerra Civil Española, la Alemania nazi se había enfrentado indirectamente con la comunista Unión Soviética, al apoyar cada uno de estos países a un bando diferente. Por si quedaban dudas del antagonismo entre ambas ideologías, el cartel siguiente (obtenido del fondo de carteles de la Guerra Civil disponible en la página del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) nos lo deja claro.  El cartel, firmado por el Socorro Rojo Internacional (una organización con fines similares a la Cruz Roja, pero bajo los auspicios de la Internacional Comunista) identifica el símbolo nazi, la esvástica, con miseria, destrucción, persecución y muerte. La propaganda del sentido contrario tampoco se queda atrás. El cartel electoral alemán que vemos a continuación pide el voto para el partido nazi, al que se identifica con una espada que hiere de muerte a la serpiente judía (véase la estrella de David en su cabeza) de la que salen entre otros males el marxismo y el bolchevismo. Cartel 33Visto así, si había en los años 30 dos países incompatibles y cuya alianza fuera poco probable, éstos serían la Alemania nazi y la Unión Soviética. Pues bien, la foto que vemos bajo estas líneas corresponde al 23 de agosto de 1939. La Guerra Civil Española había terminado hacía menos de 6 meses.

MolribDe izquierda a derecha vemos a Joachim von Ribbentrop, ministro de exteriores alemán, Stalin, máximo dirigente de la URSS y Viacheslav Molotov, ministro de exteriores soviético. Posan para la posteridad después de firmar un pacto de no agresión entre ambos países. Sorprendente imagen, a la vista de la retórica que habían empleado hasta ese momento y de la guerra a muerte en la que se enfrentarían menos de dos años después. Un acuerdo así merece una explicación.

Los seguidores habituales del blog recordarán el problema estratégico al que se enfrentaba Alemania al iniciarse la Primera Guerra Mundial, puesto que ya lo mencioné en otro artículo. Para resumir, Alemania tenía enemigos en frentes opuestos: Francia por el oeste, Rusia por el este. Este hecho pesó durante toda aquella contienda, por lo que al preparar una nueva guerra el conseguir que el gigante ruso (o soviético en este caso) no apoyara a las potencias occidentales simplificaba las cosas. ¿Y qué sacaba la URSS en todo esto? Según un dicho popular, reunión de pastores, oveja muerta. Los pastores están en la foto y la oveja era Polonia, cuyas fronteras de 1939 tenían poco que ver con las actuales. Veamos un mapa de entreguerras y fijémonos en la situación de Polonia entre Alemania y la URSS:

EUROPE_1929-1938_POLITICAL_MAPImagen tomada de Wikipedia

En 1939 Alemania se había anexionado Austria y Chequia, lo que no aparece todavía reflejado en el mapa. El siguiente paso era hacerse con Polonia, al menos con la parte occidental, y por eso el acuerdo de agosto de 1939 entre Alemania y la URSS incluía un protocolo secreto en el que se preveía el reparto de Polonia. El 1 de septiembre de aquel año, apenas 9 días después de firmarse el acuerdo, las tropas alemanas iniciaban el ataque a Polonia, que provocó la respuesta franco-británica y con ella la Segunda Guerra Mundial. Por si para Polonia era poco enfrentarse a Alemania, el 17 de septiembre la URSS inició la invasión del país por el este.

En un tiempo récord, de apenas tres semanas desde el inicio del ataque alemán, Polonia fue totalmente ocupada. El resultado se ve en el mapa siguiente. La parte azul fue anexionada por Alemania, la parte roja pasó a ser territorio soviético y la zona verde pasó a conocerse con el nombre de Gobierno General. Era un territorio bajo administración alemana, pero sin llegar a formar parte de Alemania, algo así como una colonia.

Polonia 1939La buena relación entre soviéticos y alemanes no duró mucho. La mentalidad nazi requería apoderarse de territorios ricos en productos agrícolas y materias primas, así que en junio de 1941 Alemania atacó la URSS para hacerse por la fuerza con unos recursos que podía obtener (y de hecho obtenía) mediante el comercio. La Segunda Guerra Mundial entraba en una nueva fase y la retórica del enfrentamiento regresó más enconada que nunca.

Los dos ministros de exteriores que firmaron aquel infame pacto vivieron destinos muy diferentes. Ribbentrop fue ahorcado en octubre de 1946 tras su condena en Nuremberg, acusado entre otras cosas de haber planeado una guerra de agresión; mientras que Molotov, cuya firma en el pacto que hoy nos ocupa garantizó que esa guerra se llevaría a cabo, murió en 1986 de muerte natural. Más aún, si miramos el mapa de Polonia tras la partición de 1939 y lo comparamos con uno actual, comprobaremos que la frontera oriental del país en la actualidad es la que acordaron Molotov y Ribbentrop. La URSS, tras vencer en la guerra, mantuvo el territorio ganado a Polonia, que fue compensada con territorio alemán por el oeste.

Esta historia de traiciones, conspiraciones y pactos secretos siempre me ha parecido tan sórdida como sus protagonistas. Incluso me parecería deprimente si no fuera porque de vez en cuando aparecen en el mundo de la política y la diplomacia casos de alianzas contra natura, enemistades eternas que desaparecen súbitamente y amistades que se desvanecen. Entonces deja de ser un relato siniestro y lo encuentro de lo más entretenido. Si no fuera por el temor de estar entre las ovejas en estas reuniones de pastores sería cuestión de encargar palomitas porque, cuando dos rivales pactan, el espectáculo está asegurado.

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Un plan insuficiente, un avión indiscreto y muchos taxis

12 miércoles Nov 2014

Posted by ibadomar in Historia

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Alemania, Aviación, Batalla, Bélgica, Cannas, Francia, Hindenburg, Historia, Ludendorff, Marne, Moltke, Momentos cruciales, Mons, Plan Schlieffen, Primera Guerra Mundial, Siglo XX, Tannenberg

El tiempo vuela, definitivamente. Hoy este blog cumple tres años y, como ya es tradición, el artículo del aniversario tratará sobre la Primera Guerra Mundial, de la que además estamos conmemorando el centenario. Había pensado contar algo sobre la célebre tregua de Navidad de 1914, pero estoy seguro de que dentro de poco más de un mes no habrá periódico que no recuerde el hecho, así que no es necesario insistir. En su lugar vamos a hablar de un momento decisivo, no ya en el transcurso de aquella guerra, sino en la historia del siglo XX.

En su día ya expliqué las causas de la Primera Guerra Mundial, pero ahora toca hablar de cómo se habían preparado los contendientes. Europa estaba dividida en dos grandes bloques: por un lado la denominada Triple Alianza, que agrupaba a Alemania con Austria-Hungría y con Italia, aunque la lealtad de este último país a la alianza era dudosa, tanto que cuando finalmente entró en la guerra lo hizo contra sus teóricos aliados. Por otro lado tenemos la Triple Entente formada por una muy sólida alianza entre Francia y Rusia y una algo menos sólida relación con el Reino Unido. En el mapa adjunto, obtenido de Wikipedia, se ve la situación a grandes rasgos.

Europe_1914El mapa adelanta acontecimientos, puesto que ya vemos en él a Bulgaria y Turquía en alianza con los Imperios Centrales y a países como Italia o Bélgica entre los aliados de Francia y Rusia. Para comprender el problema estratégico alemán basta con ver la situación de sus dos grandes rivales: uno al este y otro al oeste. Rusia era difícil de derrotar rápidamente debido a su inmenso tamaño, pero a cambio era de esperar que se movilizara con lentitud, mientras que Francia podía movilizarse con rapidez, pero también podía caer en menos tiempo. Explicado así, el problema de la guerra en dos frentes se puede resolver derrotando a Francia con rapidez para despejar el lado Oeste cuanto antes y dedicarse entonces al problema ruso. Si la derrota francesa se lograba cuando aún Rusia estaba en fase de movilización, la guerra podía darse por ganada.

Francia, al fin y al cabo ya había sido vencida en 1870 con el célebre von Moltke al frente de los ejércitos prusianos, pero a principios del siglo XX los ejércitos eran cada vez mayores y las fortalezas francesas en la frontera común complicaban una victoria rápida. Para maniobrar con ejércitos enormes, de un millón y medio de hombres, el militar alemán von Schlieffen preparó un plan que terminó de madurar en 1905 y que preveía que las fuerzas alemanas, necesitadas de espacio, atravesaran territorio belga. El mapa adjunto muestra en rojo el avance alemán previsto por Schlieffen, atravesando Bélgica, rodeando París y, en teoría, derrotando a Francia en menos de 40 días.

schlieffenPor parte francesa, el llamado Plan XVII, se basaba en la teoría de una ofensiva a ultranza, el ataque irresistible según las líneas azules del mapa. Podemos adelantar ya que el resultado fue un fracaso y el principio de las operaciones, en agosto de 1914, parecía favorecer a los alemanes. Pero como dijo von Moltke, no hay plan que resista el contacto con el enemigo. En este caso sería un sobrino suyo (Moltke el joven) quien dirigiría las fuerzas alemanas y comprendería la verdad de tal afirmación.

Cuentan que en 1913, Schlieffen estaba en su lecho de muerte y dijo con su último aliento, refiriéndose a su plan: «sobre todo, mantened fuerte el flanco derecho». Un año después el flanco derecho, en el que se basaba todo el éxito del plan, se debilitaba por sí mismo de manera natural.

-La testarudez belga. Cuando Schlieffen decidió que sólo podía derrotar rápidamente a Francia pasando por territorio belga, asumía un alto riesgo. Alemania había previsto que Bélgica se limitaría a una protesta diplomática o a lo sumo a una resistencia de principio, pero el gobierno belga no sólo rechazó el ultimátum alemán sino que, tras entrar los alemanes en Bélgica el 4 de agosto, su ejército resistió hasta donde era humanamente posible. Para colmo, la violación de la neutralidad belga decidió al gobierno inglés a entrar en la guerra. Los belgas apenas disponían de seis divisiones de infantería, que no deberían haber estado allí según los planes alemanes, como tampoco el cuerpo expedicionario británico, que entró en acción en la batalla de Mons el 23 de agosto. Contingentes pequeños, pero que hacían más débil el flanco derecho alemán.

-La fidelidad rusa. El plan alemán preveía que los rusos serían lentos en movilizarse, pero los franceses, conscientes de lo que se jugaban, presionaron a sus aliados y ya el 12 de agosto se iniciaba la invasión de Prusia Oriental por parte del ejército ruso. La preparación era deficiente, la intendencia desastrosa, pero la rapidez de su entrada en acción alarmó a los alemanes, que vieron cómo su frente oriental amenazaba con derrumbarse. Pronto encontraron a dos hombres capaces de darle la vuelta a la situación: Hindenburg, como comandante en jefe del ejército oriental y Ludendorff, que sería su jefe de Estado Mayor. El 26 de agosto se iniciaba la batalla de Tannenberg, en la que el ejército ruso sería derrotado contundentemente, pero para entonces en Alemania ya había cundido el pánico y habían debilitado el frente occidental para enviar tres cuerpos de ejército al este. Ludendorff no se lo creía cuando le anunciaron aquellos refuerzos: aquellos hombres, pensaba, eran vitales en el oeste y de todas formas llegarían demasiado tarde al este. En efecto, aquellos refuerzos ni estuvieron presentes en Tannenberg ni ayudaron a mantener la presión sobre los franceses. El ala derecha alemana seguía debilitándose.

-El fantasma de Cannas. Ya hemos visto que el plan alemán preveía un movimiento envolvente por la derecha mientras el ala izquierda se limitaba a fijar al ejército francés. Cuando el ataque francés fue rechazado por el ala izquierda alemana apareció la posibilidad de que ésta se uniera a la ofensiva logrando así un doble movimiento envolvente, un caramelo táctico irresistible desde que Aníbal lo pusiera en práctica en Cannas, como vimos en su día. ¿Y si se avanzaba por la izquierda también en lugar de apostarlo todo al ala derecha? Era un cambio de planes radical y aunque no llegó a ejecutarse por completo, sí se dejó proseguir el avance del ala izquierda en lugar de mantenerla fija, empleando dos ejércitos que deberían haberse quedado en reserva para reforzar en el momento adecuado el ala derecha, que seguía perdiendo fuerza.

-El cambio de dirección. Y así llegamos al 30 de agosto. Los ejércitos alemanes parecen invencibles, pero en realidad el flanco derecho, el que tenía que reforzarse a toda costa, no era tan fuerte como debería ser y sin embargo los franceses parecían derrotados porque estaban en franca retirada. En lugar de seguir el avance previsto parecía factible virar hacia el este, sin necesidad de rodear París y terminar de cercar al ejército francés. No habría que estirar tanto las líneas, lo que era una ventaja cuando la fuerza del ala derecha menguaba y los ejércitos empezaban a mostrar agotamiento. Finalmente el cambio de dirección se llevó a cabo, pero era una maniobra que entrañaba riesgos.

-La vista desde un avión y la marcha en taxi. Hacía apenas 10 años que los hermanos Wright habían hecho su histórico vuelo y ya el avión estaba presente en el campo de batalla. Fue un aviador francés, el teniente Watteau, el que informó de la situación alemana a unos generales franceses que no daban crédito a lo que veían y que empezaron a exclamar con entusiasmo: «¡Nos presentan el flanco!». Era la oportunidad que necesitaban. Ahora los alemanes dejaban un costado de su avance al descubierto y era posible contraatacar. La decisión estaba tomada y la batalla tendría lugar junto al río Marne. Poniendo toda la carne en el asador, se envió un refuerzo de 6.000 soldados al frente desde París… en taxi. Quien visite el museo del ejército francés en los Inválidos se encontrará allí con un taxi de 1914, como recuerdo de tan insólito medio de transporte de tropas.

Taxi14El transporte en taxi fue sólo una anécdota, puesto que la mayor parte de las tropas francesas procedían de otros puntos, pero quedó en la memoria colectiva. En el Marne terminó la gran ofensiva alemana. Los 40 días en los que tenían que derrotar a Francia según el plan original llegaban a su fin sin haber cumplido el objetivo. Peor aún: el avance se había detenido por completo y se avecinaba una guerra larga en la que Alemania debería luchar en dos frentes, exactamente el escenario que pretendía evitar el plan Schlieffen.

Estos hechos de hace ahora 100 años fueron determinantes en la historia del siglo XX. Si los alemanes se hubiesen atenido al plan original podrían haber conseguido su objetivo de derrotar a Francia en tiempo récord y la guerra podría haber terminado en 1914 con un tratado de paz a la medida de las aspiraciones alemanas. Sin la prolongada carnicería de las trincheras la mentalidad europea no habría quedado conformada por el trauma de aquella guerra y los años 20 y 30 habrían sido de preponderancia alemana.

¿Cómo habría sido el mundo en ese caso? ¿Mejor o peor? Es imposible saberlo, pero sí podemos estar seguros de que habría sido un mundo diferente. Desde aquel fatídico día de junio de 1914 los movimientos diplomáticos primero y los militares después habían sido incapaces de resolver el problema de las relaciones entre las potencias europeas. Cuatro años después, una Europa agotada comenzaba a pagar este doble fracaso con una inevitable decadencia.

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De la unión aduanera a la unificación

25 domingo May 2014

Posted by ibadomar in Historia

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Alemania, Austria, Bismarck, Guerra austroprusiana, Guerra de los ducados, Guerra francoprusiana, Historia, Napoleón, Prusia, Sacro Imperio, Siglo XIX, Unión Europea, Zollverein

Por fin ha terminado el proceso de elecciones europeas. Como de costumbre, durante la campaña no se ha hablado en absoluto de Europa y eso es una lástima, puesto que el debate de qué es la Unión Europea y qué forma debe tomar debería ser fundamental ahora que  las dificultades económicas por las que atraviesa el continente, unidas al descrédito de los políticos y a la falta de contacto de las instituciones europeas con los ciudadanos están poniendo sobre la mesa el denominado euroescepticismo.

En otras palabras: las estadísticas dicen que muchos europeos piensan que la Unión Europea es un monstruo burocrático cuya forma, e incluso su misma existencia, hay que plantearse. ¿Es precisa una reforma? ¿Quizás deberíamos habernos quedado en una mera unión aduanera? ¿O deberíamos avanzar hacia una auténtica confederación europea o incluso una federación? Como de costumbre, me gusta enfocar estos asuntos estableciendo paralelismos con el pasado y en este caso es bastante significativo el proceso de unificación de Alemania en el siglo XIX, que comenzó, al igual que en el caso de la Unión Europea, planteando una unión aduanera.

Napoleón había terminado con el Sacro Imperio Romano-Germánico y el Congreso de Viena, que reorganizó Europa tras la era napoleónica, en 1815, dejó en su lugar una Confederación Germánica formada por 39 estados. Para que se vea más claro veamos un mapa de Europa tal y como quedó tras el Congreso de Viena.

Map_congress_of_viennaMapa tomado de Wikipedia

En la Confederación había dos estados especialmente poderosos: Prusia y Austria. Éste último era en cierto sentido el dominante, puesto que el único órgano comunitario, la Dieta Federal, estaba presidido por el emperador austriaco. No es extraño que Austria quisiera mantener el statu quo mientras Prusia deseaba evolucionar en busca de la primacía.

La fragmentación alemana había roto la unión aduanera implantada por Napoleón y precisamente uno de los primeros pasos de Prusia fue el firmar acuerdos para recuperarla. En 1834 el conjunto de acuerdos se plasma en una unión aduanera de los estados del norte de Alemania, y algunos del sur, conocida como Zollverein. Austria, recelosa de la primacía que estaba adquiriendo Prusia, intentó impulsar un órgano rival, la Unión Tributaria, que no llegó nunca a ser auténtica competencia para el Zollverein.

La consecuencia inmediata de la unión aduanera fue una aceleración del desarrollo industrial, que impulsó además las comunicaciones. La red de carreteras se amplía, el Rhin se convierte en la gran vía fluvial de comunicación y los ferrocarriles viven una enorme expansión. De estos lazos económicos era probable que surgieran lazos políticos, como efectivamente ocurrió a la larga; especialmente al existir una corriente de opinión favorable a la unificación de Alemania, muy acorde con el auge de los nacionalismos en el siglo XIX.

Suele considerarse que Otto von Bismarck fue el gran impulsor de la unificación. Su llegada al poder como Ministro Presidente de Prusia dispara el proceso, que llegará a su fin en apenas 9 años a partir de ese momento. Su primer éxito fue utilizar sus buenas relaciones con Rusia, surgidas durante su estancia como embajador en San Petersburgo, para atraerse al zar y lograr un distanciamiento entre Rusia y Austria, que quedaba así debilitada. Pero hacían falta detonantes para lograr la unión definitiva y Bismarck iba a aprovechar para ello tres guerras.

La primera fue la Guerra de los Ducados. Al sur de Dinamarca había tres ducados de población alemana y soberanía danesa. Al morir sin descendencia el rey danés, en noviembre de 1863, se plantea un problema legal, puesto que el heredero era un primo del rey por línea femenina, y aunque en Dinamarca se aceptaba esta circunstancia, en los ducados estaba vigente la ley sálica. El nuevo rey danés, Cristián IX,  no era aceptado por tanto como duque en los territorios de mayoría alemana, pero Bismarck tampoco iba a dejar que el candidato alternativo a gobernar los ducados, Frederick de Augustemburgo, formara un estado alemán independiente. En su lugar se las arregló para declarar su apoyo a la población alemana de los ducados obligando así a Austria a hacer lo mismo. La situación desembocó en una guerra en la que Prusia y Austria se impusieron rápidamente a Dinamarca y se repartieron la administración de los ducados, no sin que Bismarck se asegurara de que formaran parte del Zollverein, lo que dejaba a Austria en segundo plano.

La segunda guerra fue la Austro-prusiana y tuvo como pretexto la administración de los ducados de la guerra anterior. En 1866, cuando estalla la guerra, estaba muy claro que Austria y Prusia se disputaban la primacía del mundo germánico. Austria no podía aceptar el liderazgo que estaba asumiendo Prusia y menos aún con propuestas como la de instaurar un parlamento alemán elegido por sufragio universal, principio que chocaba frontalmente con la naturaleza aristocrática del estado austriaco. Bismarck fue muy hábil aislando diplomáticamente a Austria mientras que la superioridad militar del ejército prusiano (y de su comandante, Moltke) hizo el resto. La victoria prusiana en apenas siete semanas sirvió a Bismarck para debilitar a los partidos que se habían opuesto a la guerra, disolver la Confederación Germánica y crear en su lugar una Confederación de Alemania del Norte. Con Austria fuera de la Confederación, la primacía prusiana era indiscutible. Se creó un parlamento (Reichstag) elegido por sufragio universal y, para facilitar la futura integración del Sur disminuyendo la desconfianza hacia el dominio prusiano, se creó una cámara territorial, el Bundesrat, en la que Prusia estaba en minoría.

Sólo faltaba por integrar a los estados del Sur. Y esta vez la guerra sería con Francia por un motivo ajeno a ambos países. La situación en España, con Isabel II en el exilio mientras el país buscaba un nuevo monarca, abría la posibilidad de que un príncipe de la casa Hohenzollern se sentara en el trono español. La insistencia francesa en asegurarse de que Prusia no apoyaría tal candidatura fue demasiado lejos y provocó una fricción diplomática que fue aprovechada por Bismarck (mediante el llamado telegrama de Ems, que merece un artículo por sí solo) para crear un incidente diplomático que llevó a la Guerra Franco-prusiana de 1870. La victoria prusiana fue nuevamente fulminante y llevó por un lado al fin del Segundo Imperio francés con un Napoleón III prisionero y por otro lado a un gran prestigio de Prusia, que aglutinó a los estados alemanes para crear definitivamente en 1871 un Imperio Alemán, que incorporaba también a los estados del Sur. En el mapa se ve en rojo la Confederación del Norte, creada en 1866, las incorporaciones de 1871 en naranja y, en naranja claro, las adquisiciones de Alsacia y Lorena, perdidas por Francia.

Conf norteMapa tomado de Wikipedia

Bismarck tuvo que ceder ante el Estado Mayor prusiano en la cuestión de la incorporación de Alsacia y Lorena. El estadista prusiano veía un futuro punto de conflicto en la anexión de esa parte de Francia y ciertamente no se equivocaba. Resulta curioso que el mismo estadista que no tuvo empacho en usar tres guerras para avanzar en su objetivo político fuera tan precavido ante la anexión de territorios nuevos. Ciertamente Bismarck era capaz de emplear la guerra, pero no era un belicista, como demostró tras la creación del Imperio Alemán, con su empeño en construir alianzas que afianzaran la situación creada mediante una paz estable. Pero, nuevamente, eso es materia para artículo aparte.

Volvamos ahora a la construcción de Europa. Ciertamente se basó en una unión económica y se avanzó hacia una unión política, pero ahí terminan los paralelismos. El sentimiento nacionalista alemán del XIX, en su búsqueda de una patria alemana común, no encuentra un sentimiento europeísta similar en la actualidad. Tampoco se vislumbra una figura política de la talla de Bismarck, decidido a avanzar hacia la unificación y no reparando en esfuerzos para ello. En cuanto al uso de medios expeditivos, una Unión Europea incapaz de articular una política exterior coherente no admite comparación con los decididos métodos prusianos.

Así, la Unión Europea, ese ente que ha permitido que unos europeos que se han masacrado durante siglos tengan instituciones, política y moneda común languidece a la espera de una inyección de entusiasmo capaz de movilizar a sus ciudadanos y otra de talento que inspire a sus dirigentes. La primera inyección se podría conseguir con un proyecto de integración europea claro y alentador, pero la segunda requiere de dirigentes con imaginación, formación y perspicacia y no parece que esa máquina burocrática en que se ha convertido la Unión albergue un exceso de personajes semejantes. Si la unificación de Alemania hubiese avanzado como lo hace ahora la de Europa, todavía se estaría discutiendo si el Reichstag lo tendría que presidir un bávaro o un renano.

 

 

 

 

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