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Las escobas del diablo

22 martes Ene 2019

Posted by ibadomar in Aviación, Historia

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Aviación, B 17, Barón Rojo, Cohete, Historia, Manfred von Richthofen, Me 163, Messerschmitt, Reactor, Segunda Guerra Mundial, Siglo XX

Lo malo de tener un blog es que se adquiere un cierto compromiso de publicar con regularidad y cuando uno adquiere un compromiso lo natural es… incumplirlo. Me había prometido publicar un artículo al mes, pero la vida real se metió por medio, complicó las cosas y el mes de diciembre pasó de largo sin artículo. Triste forma de despedir 2018.

Adquirí entonces el compromiso conmigo mismo de publicar algo cuanto antes en 2019. ¿Pero qué? Dándole vueltas recordé que la Historia de la Aviación tiene muchas curiosidades y algunas de ellas son dignas de conocerse, como por ejemplo la historia de los primeros cazas-cohete.

En este blog ya se habló de motores a reacción y su funcionamiento. Las primeras patentes de este tipo de motores datan de principios del siglo XX, aunque hasta la Segunda Guerra Mundial no entraron en servicio los primeros reactores porque una cosa es idear un nuevo tipo de motor y otra muy diferente contar con la tecnología adecuada para construirlo. Pero por las mismas fechas en que surcaban los cielos los primeros cazas a reacción aparecía también un avión con un tipo de propulsión diferente: el motor cohete.

La peculiaridad de un motor cohete es que no necesita tomar aire del exterior. Si en un motor de combustión la energía se obtiene a partir de la reacción química del combustible con el oxígeno de la atmósfera, en el caso del cohete la reacción química se produce exclusivamente entre los componentes que lleva consigo el cohete. Normalmente los cohetes tienen muy poca autonomía, ya que consumen el propelente a gran velocidad, pero a cambio aceleran mucho y alcanzan grandes velocidades. En los años 40, en plena guerra, merecía la pena experimentar con ellos para impulsar un avión interceptor capaz de subir en pocos minutos a las grandes altitudes a las que operaban los bombarderos, atacarlos y bajar casi al momento, habiendo derribado por lo menos uno o dos.

La Unión Soviética fue una adelantada en este concepto y llegó a construir unos pocos prototipos que incluso se asignaron a un escuadrón a mediados de 1942, aunque nunca llegaron a volar misiones de combate. En marzo de 1943 uno de los pilotos de pruebas murió en un accidente al estrellarse mientras intentaba dominar uno de aquellos aparatos a los que habían bautizado como «escobas del diablo». El accidente puso fin a un proyecto que no convencía a nadie y así la URSS, pionera en poner en servicio este tipo de avión, también fue pionera en retirarlo. Casi se podría decir que el mayor logro conseguido por esta aeronave durante su corta vida fue el de darle un título a este artículo.

Mientras tanto se hacían experimentos similares en Alemania. Con los bombarderos aliados haciendo incursiones constantes sobre territorio alemán, el concepto de interceptor cohete resultaba muy atractivo y así fue como el 13 de mayo de 1944 voló por primera vez el Messerschmitt 163 Komet en misión de combate para demostrar sus cualidades.

El Komet era un avión peculiar. En realidad era un planeador sujeto a un cohete y armado con dos cañones de 30 mm. En la foto, obtenida de Wikipedia, se aprecia un detalle curioso… o quizás sería mejor decir que no se aprecia, puesto que la peculiaridad es que el avión carece de estabilizador horizontal de cola lo que le da, junto a su corto fuselaje, un aspecto característico. Otra rareza era su tren de aterrizaje principal, que no era ni retráctil ni fijo sino un carrito que se quedaba en tierra cuando el avión abandonaba la pista. Una vez en el aire, el avión apenas tenía propelente para 5 minutos escasos, pero era tiempo suficiente para subir a 12.000 metros, atacar a los bombarderos americanos desde arriba y volver a tierra planeando, una vez agotado su combustible. Como no tenía tren de aterrizaje, tomaba tierra sobre un patín ventral.Ésta era la teoría. Aquel 13 de mayo de 1944 se vio que las cosas eran más complicadas. Cuando los radares alemanes detectaron aviones enemigos, el flamante Komet despegó, localizó un par de cazas enemigos… y el motor de combustible líquido se paró. El piloto tuvo que limitarse a planear durante un par de minutos, completamente indefenso, hasta que consiguió ponerlo en marcha de nuevo. Sin embargo estaba a salvo porque sus adversarios ni se habían percatado de su presencia, pese a que iba pintado de rojo en honor a Manfred von Richthofen. Tras lograr reencender el motor, el segundo intento fracasó porque el Komet casi se desintegra al aproximarse a la barrera del sonido y es que era un avión rapidísimo, pero no estaba preparado para el vuelo supersónico. Al menos su piloto consiguió aterrizar sano y salvo mientras los aviones americanos seguían su vuelo ignorantes de haber sido el objetivo de aquella arma secreta.

Para comienzos del verano los pilotos aliados ya sabían por experiencia que los alemanes tenían algo totalmente nuevo en el aire. Era algo rapidísimo, pero no parecía capaz de hacer virajes cerrados y, aunque la novedad era inquietante, tampoco es que hiciera demasiado daño. De hecho no hicieron ninguno hasta el 16 de agosto. Ese día, los alemanes anotaron el derribo de un bombardero B-17 por un Messerschmitt 163, pero el éxito quedó empañado por la pérdida del caza, derribado cuando atacaba un segundo bombardero. En realidad tampoco fue un éxito porque el B-17 supuestamente destruido consiguió volver a su base, aunque tan dañado que no es extraño que los alemanes lo dieran por derribado.

Los 364 cazas cohete construidos apenas consiguieron en total 16 derribos, lo que es natural, teniendo en cuenta que el avión podía volar a unos 900 Km/h mientras que un bombardero típico de la época solía moverse a unos 300 Km/h. El piloto de un Komet apenas tenía tiempo de prepararse para disparar cuando ya había dejado atrás a su enemigo. Se podía intentar apagar el motor para controlar la velocidad, pero no siempre se conseguía reencenderlo y desconectar el motor era menos conveniente que dejarlo encendido hasta agotar el combustible, ya que llevar a bordo líquido altamente inflamable es poco recomendable en caso de aterrizaje brusco. Recordemos que este avión no tenía tren de aterrizaje sino un patín, por lo que todos los aterrizajes eran bruscos. A cambio era un excelente planeador, tan bueno que hubo que modificar los prototipos para que tomaran tierra según lo previsto en lugar de seguir planeando hasta más allá de la pista de aterrizaje, otro inconveniente cuando ya no se tiene combustible para impulsarse y dar la vuelta.

En resumen, el concepto fue un fracaso y lleva a reconocer que estuvieron mucho más acertados los soviéticos al cancelar su proyecto que los alemanes al destinar recursos al suyo. Y conste que el Komet no es lo más raro que se ha hecho en aeronáutica, pero los casos extremos los podemos dejar para otro artículo, aunque ya se sabe que ningún experimento es un fracaso completo… al menos puede servir como mal ejemplo.

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Los «pocos» cumplen 75 años

10 lunes Ago 2015

Posted by ibadomar in Historia

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Aviación, B 17, Batalla, Batalla de Inglaterra, Bf 109, Bf 110, Churchill, Do 17, Dunkerke, Francia, He 111, Historia, Hurricane, Ju 88, Messerschmitt, Momentos cruciales, Pétain, Radar, Segunda Guerra Mundial, Siglo XX, Spitfire, Stuka

Hace 75 años, por estas fechas, Europa estaba en una encrucijada. En realidad, el mundo entero estaba en una encrucijada. La Segunda Guerra Mundial vivía sus etapas iniciales y el ejército alemán parecía imparable, de manera que al comenzar el verano de 1940 se podía suponer razonablemente que la Alemania nazi lograría en breve que se reconociera su hegemonía en Europa. El relato de por qué no fue así combina historia, aviación y técnica. Como para no aparecer en este blog. Lo raro es que no lo haya hecho antes.

Mayo de 1940

Tras el comienzo de la guerra en 1939, Alemania se había repartido Polonia con la URSS, como ya vimos en otra ocasión. Más adelante, en 1940, ocupó Dinamarca y Noruega para asegurar las rutas de suministro de hierro procedentes de Suecia. Francia y Gran Bretaña, aunque en guerra con Alemania desde la invasión de Polonia, habían presentado poca resistencia hasta el momento, pero representaban una amenaza creciente, que tarde o temprano se materializaría en un enfrentamiento directo. Alemania tomó la iniciativa lanzando el ataque a Francia el 10 de mayo de 1940. Aquel mismo día Winston Churchill tomaba posesión del cargo de primer ministro británico.

La campaña de Polonia había dejado claro que Alemania dominaba la guerra mecanizada, pero era de esperar que Francia supusiera un hueso muy duro de roer. Nada más lejos de la realidad: el plan alemán, que funcionó como un reloj, supuso la ocupación de Holanda y Bélgica (y de Luxemburgo, que siempre cae en el olvido en este relato) y la derrota de Francia en tiempo récord: Pétain llegaría al gobierno en junio para inmediatamente iniciar las negociaciones del armisticio firmado el 21 de ese mismo mes. Entretanto, los militares británicos enviados en ayuda de Francia habían tenido que ser evacuados a toda prisa en Dunkerke en una operación que salvó a 340.000 hombres, pero dejó abandonada una gran cantidad de material.

El momento crucial

Con Francia fuera de la guerra quedaba la duda de cuál sería la actitud británica. No habría sido descabellado suponer que se acercaba un armisticio: al fin y al cabo el imperio británico estaba intacto y no eran de esperar amenazas contra él por parte de una Alemania cuyas ambiciones estaban en el este de Europa. El único aliado, Francia, había capitulado por su cuenta. En Alemania ya se empezaba a pensar en las celebraciones del final de la guerra y sin embargo…

Ya el 4 de junio Churchill había dejado las cosas claras con uno de sus más célebres discursos en el que prometía luchar en las playas, en los campos, en las calles, en las colinas… e incluso auguraba que en caso de que la metrópoli llegara a ser dominada, su imperio proseguiría la lucha desde el otro lado del mar (texto completo en inglés aquí). Este último detalle es muy significativo porque solemos olvidar que el mapa del mundo en 1940 no tenía nada que ver con el actual. Como ejemplo veamos el mapamundi que Wikipedia alberga sobre el colonialismo en 1936, donde podemos comprobar los extensos dominios británicos y franceses.

Colonias 1936Aquí tenemos un interesante detalle, y es que aunque Francia estuviera ocupada podría haber seguido en guerra manteniendo un gobierno en Argel, por ejemplo. Sin embargo su capitulación implicaba que el gobierno de Vichy, tan solícito con Alemania, controlaría el imperio colonial francés… y sus recursos económicos. El discurso de Churchill prometía un comportamiento muy distinto en el caso británico.

Churchill volvería a dejar claro que no habría armisticio en otro célebre discurso el 18 de junio (texto completo en inglés aquí), cuyo último párrafo comenzaba diciendo que «La batalla de Francia ha terminado. La batalla de Inglaterra está a punto de comenzar«. Pero si Francia había capitulado en apenas un mes, ¿cómo evitar seguir el mismo destino?

La ventaja inglesa era la insularidad: si los alemanes llegaban a establecer una zona de desembarco estable en la isla, el ejército británico de 1940 no tenía nada que hacer. Pero para conseguir eso, había que lograr asegurar el tránsito por el Canal de la Mancha con la oposición de la flota británica, para la que la marina alemana no era rival. Claro que si se le unía la armada francesa la cosa cambiaba y por eso los ingleses se aseguraron de que nada así ocurriría llegando al extremo de bombardear los buques franceses anclados en Mers-el Kebir (Argelia), a principios de julio, para asegurarse de que los alemanes no se apoderaban de ellos.

El enfrentamiento

El planteamiento está claro: para desembarcar en Inglaterra hay que tener seguridad en el Canal de la Mancha. A falta de una armada que contrarreste el poder naval británico se puede utilizar la superioridad aérea para mantener el control del mar en esa zona (y la Segunda Guerra Mundial demostraría mucho sobre batallas aeronavales, sobre todo en el Pacífico). La cosa se reduce por tanto a asegurar la superioridad aérea sobre el Canal de la Mancha. A ello se aplicó la aviación alemana durante el mes de julio, en el que se dedicó a hostigar el tráfico naval en el Canal. Era una primera fase de tanteo, en la que ambos rivales aún se estaban estudiando.

Ya en agosto comienzan los ataques sobre el territorio inglés. Primero sobre aeródromos y estaciones de radar en la zona de la costa y progresivamente más hacia el interior, incluyendo ya no sólo aeródromos sino también fábricas relacionadas con la construcción aeronáutica. Y aquí hay que hablar un poco de los aspectos técnicos y militares.

En los años 30 se había impuesto la idea de que el bombardero siempre llegaba a su objetivo, puesto que era imposible mantener una fuerza de cazas permanentemente en el aire y la velocidad de los bombarderos impedía que los interceptores despegaran y llegaran a la altura de los atacantes antes de que éstos alcanzaran sus blancos. Pero el radar cambió todo esto y los ingleses fueron pioneros en poner un radar muy primitivo en servicio, que les permitía detectar a los bombarderos alemanes cuando aún estaban colocándose en formación sobre Francia.

Otro problema que tuvieron los alemanes durante toda la guerra fue la carencia de un bombardero estratégico. Los He 111, Do 17 y Ju 88 podían ser muy útiles como artillería aérea, pero no eran comparables a los cuatrimotores Halifax y Lancaster ingleses ni a los B17 y B24 americanos, que sí estaban pensados para el bombardeo estratégico. Para que nos hagamos una idea, el mejor bombardero alemán de la guerra, el bimotor Ju 88, podía llevar unos 1.500 Kg. de bombas en la bodega y tenía un armamento defensivo de 5 ametralladoras, mientras que un B17 cargaba más del doble de bombas y tenía 13 ametralladoras. No es de extrañar que lo llamaran Fortaleza Volante. En cuanto al bombardero en picado, Ju 87, el famoso Stuka, resultó muy vulnerable y fue retirado de la batalla a mediados de agosto.

800px-Bf_109E-3_in_flight_(1940)Messerschmitt Bf 109 en una imagen de la época (Foto: Wikimedia)

Cierto que Alemania tenía uno de los mejores cazas del momento, si no el mejor: el Messerschmitt Bf109, que además incorporaba ya dos cañones de 20 mm como armamento, unido a dos ametralladoras. Sus rivales eran el Hurricane y el Spitfire, ambos armados con 8 ametralladoras, pero las características del Hurricane eran inferiores a las de su antagonista, por lo que los pilotos ingleses se dividían el trabajo: los Hurricanes se encargaban de los bombarderos mientros los Spitfires se las veían con los cazas.

A menudo, la falta de autonomía de los Bf 109 decidía las cosas, especialmente cuanto más se adentraba la lucha en territorio inglés. Si había que llegar a Londres, los cazas alemanes no podían permanecer allí durante más de 15 minutos aproximadamente. Se suponía que para eso estaba el caza pesado Messerschmitt Bf 110, pero resultó un fiasco en este papel porque era incapaz de medirse a los mucho más ágiles monomotores ingleses.

800px-Spitfire_P7350_by_the_RAFSpitfire y Hurricane supervivientes en una foto actual (Wikimedia)

La batalla se estaba decidiendo por puro desgaste en agosto de 1940 cuando los alemanes cometieron el error de pasar de atacar aeródromos y radares para centrarse en bombardear ciudades, en particular Londres. El inicio fue un error de navegación durante un bombardeo nocturno, a finales de agosto, que hizo caer bombas en zonas de Londres. La respuesta inglesa fue bombardear objetivos en el área de Berlín. No tendría nada de raro que fuera un aguijonazo para hacer a los alemanes centrarse en objetivos civiles, puesto que la fuerza aérea inglesa estaba casi contra las cuerdas. El caso es que desde septiembre la batalla se desplazó a los cielos de Londres, complicando la vida de los pilotos de los Bf 109 y dando un respiro a la fuerza aérea británica. En octubre ya estaba claro que el objetivo de conseguir la supremacía aérea no se había conseguido y el plan de invasión se aplazó para el año siguiente, aunque en realidad nunca se volvería a plantear su ejecución.

El resumen perfecto de lo que estaba ocurriendo lo hizo Churchill el 20 de agosto de 1940, con esa facilidad suya para condensar ideas en una frase, cuando dijo que «nunca en el campo de la guerra tantos le habían debido tanto a tan pocos» (Texto completo del discurso aquí). No le faltaba razón: por mucho que el Reino Unido estuviera dispuesto a seguir la guerra desde ultramar, la ocupación de la metrópoli habría supuesto que no habría habido bases para la ofensiva aérea contra Alemania de los años siguientes y el ataque alemán contra la URSS se habría desarrollado con la tranquilidad de no tener ningún enemigo en territorio europeo. El mundo de hoy podría ser muy distinto del que conocemos.

La decisión del gobierno británico de no abandonar la lucha contra Alemania, cuando la opción contraria habría sido perfectamente natural y el esfuerzo de aquellos «pocos» supuso a la larga un hito en la derrota del nazismo. Justo ahora se cumplen 75 años, lo que no deja de ser motivo para recordarlo e incluso, celebrarlo. Personalmente, tan pronto como presione el botón de «publicar», pienso tomarme una copa en recuerdo de «los pocos».

Lo que nos lleva a otra interesante cuestión: este artículo tiene 1.700 palabras para, finalmente, desembocar en una excusa que justifique que me voy a tomar un whisky con hielo. Churchill, desde luego, no habría necesitado tanta palabrería para tan poca cosa.

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HA-200 Saeta

05 domingo May 2013

Posted by ibadomar in Aviación

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Accidente aéreo, Aviación, HA-200, Messerschmitt, Reactor

Hoy se ha producido un hecho muy desgraciado. Durante la exhibición que celebra cada mes la Fundación Infante de Orleans, un avión del tipo HA-200 ha tenido un accidente. Desconozco qué ha ocurrido con exactitud. Sólo sé que el avión se ha estrellado en Cuatro Vientos y que el piloto, aunque grave, estaba con vida tras el accidente. Me enteré de lo ocurrido mientras redactaba un artículo para el blog, pero dadas las circunstancias he decidido aparcarlo durante unos días y sustituirlo por este otro.

Quienes no la conozcan han de saber que la Fundación Infante de Orleans (FIO) mantiene una colección de aviones históricos en estado de vuelo. El primer domingo de cada mes, si el tiempo no lo impide, realizan una exhibición en el aeródromo de Cuatro Vientos en la que los aerotrastornados podemos contemplar en el aire aviones que forman parte de la historia de la aviación, aeronaves que en su día estaban a la cabeza de la tecnología de la época y que hoy estarían destinadas al desguace y a los libros de Historia si no fuera porque hay entidades, como la FIO, que se empeñan en mostrárnoslas tal y como eran en su día y haciendo aquéllo para lo que fueron diseñadas: volar.

De entre todas las aeronaves de la colección una de las joyas era la que hoy ha sufrido el accidente: el Hispano Aviación HA-200 Saeta. Un avión que ocupa un puesto muy especial en la Historia de la aviación española. Fue el primer reactor producido en España y también el primer éxito de exportación (aunque tímido) de la aviación española. Podemos admirar su estampa en la foto adjunta, que tomé hace unos meses en otra de las exhibiciones de la FIO.

Saeta

Fue en 1952 cuando se planteó el diseño de este aparato, que aunque realizado en España, contó con una importante ayuda exterior: el equipo de diseño trabajaba con toda una estrella, como era el profesor Willy Messerschmitt, que se había hecho célebre con la fabricación de aviones de caza durante la guerra mundial. El célebre Messerschmitt Bf 109, que cimentó la superioridad aérea alemana durante la primera parte de la guerra o el Me 262, primer caza a reacción de la Historia, habían salido de los talleres del ingeniero alemán.

En 1955 voló el primer prototipo. Se trataba de un birreactor monoplano, de ala recta y tren triciclo retráctril. Contaba además con cabina presurizada, lo que era una novedad en la aeronáutica española. El avión se presentó en Le Bourget en 1957 y causó buena impresión, tanta que incluso se logró exportar el avión a Egipto, país que fue, junto con España, el único que usó el Saeta.

La misión principal del avión era el entrenamiento, pero también podía emplearse como avión de ataque a tierra y así se hizo durante el conflicto del Sahara en los años 70. Por entonces el Saeta vivía sus últimos años puesto que serían retirados del servicio entre 1980, aunque las versiones más avanzadas (HA-220 Super Saeta) aun resistirían un año más en servicio. El avión sería sustituido por el C101, que sigue siendo el avión que utiliza el Ejército del Aire como reactor de entrenamiento y que también tendría la oportunidad de ser exportado, esta vez a Jordania, Chile y Honduras.

El Saeta tuvo la mala suerte de nacer en un momento muy difícil para España. Los proyectos para construir aviones derivados de su diseño quedaron aparcados por los ajustes económicos, pero para entonces el Saeta ya había ganado un hueco en la Historia de la aviación española.

El accidente de hoy es un duro golpe para los amantes de la aviación y sin duda también para quienes se esfuerzan, como la FIO, en conservar viva la memoria de los aviones de antaño. Quisiera pedir a los que léeis este blog que dediquéis un momento a la memoria del piloto, del que me acaban de decir que ha fallecido, y que apoyéis en lo posible a esa Fundación cuyos miembros pasan ahora mismo por unos momentos tan difíciles.

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