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Tecnología, misiles y Top Gun

06 Jueves Feb 2020

Posted by ibadomar in Aviación, Historia, Técnica

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Aviación, Cohete, Georges Guynemer, Guerra Fría, Historia, MiG 15, Phantom, Sabre, Siglo XX, Técnica, Tecnología

Mis lectores habituales saben que si no escribo con más regularidad es en buena medida porque siempre estoy involucrado en algo, y el año pasado fue realmente movido para mí con todo tipo de eventos y proyectos. Ya estamos en 2020 y me temo que promete traer tanto ajetreo como el 2019. Claro que por prometer, hasta promete traer la segunda parte de Top Gun, con sus aviones, sus misiles y… un momento, un momento. Aviones, misiles, Top Gun, proyectos en los que estoy involucrado… si esto no da para un artículo, cierro el blog. A ver si sale:

Decía que estoy metido en mil proyectos y más de uno está relacionado con novedades tecnológicas que prometen cambiar la forma en que se lleva a cabo mi trabajo, el control aéreo. Siempre pasa igual con la nueva tecnología. A principios de los años 70, por ejemplo, se desarrolló el Concorde y todo el mundo estaba convencido de que el futuro del transporte aéreo estaba en el vuelo supersónico. Y todo el mundo se equivocaba: 50 años después el transporte aéreo comercial sigue siendo subsónico, con algunos proyectos para retomar los vuelos a velocidad superior a la del sonido. De momento no hay ni un solo prototipo, que yo sepa, así que va para largo.

Hay muchos más casos: el libro electrónico sigue sin desplazar al papel, los coches con caja de cambios manual siguen siendo mayoría, al menos fuera de América, y las videollamadas son técnicamente posibles, pero siguen sin ser la primera opción en comunicación. El autor del dibujo adjunto acertó al representar a dos personas sentadas a la misma mesa que mantienen conversaciones separadas en sus teléfonos portátiles sin hablar entre ellas, pero ¿quién le iba a decir que en el futuro esas personas preferirían enviar mensajes de texto con un teclado diminuto?

El futuro de la telefonía visto en los años 30. No he sido capaz de encontrar el autor.

Hay quien ha estudiado el fenómeno de la aparición de una nueva tecnología y lo ha representado en la siguiente gráfica, en la que se ve que al surgir una novedad el interés crece exponencialmente, parece que va a servir para todo, no deja de hablarse de ella… y de pronto cae en el olvido con tanta rapidez como surgió. ¿Olvido he dicho? En realidad, no es para tanto. Simplemente, la burbuja de las expectativas exageradas pincha, desaparece el entusiasmo y llega la hora del realismo: la nueva tecnología no es la panacea que se esperaba, pero sí tiene utilidad. Vuelve el crecimiento, aunque más gradual y al final se estabiliza en forma de tecnología consolidada.

Imagen tomada de Wikipedia

¿Y qué tiene todo esto que ver con los misiles aire-aire? Había prometido hablar de ellos, ¿verdad? Bueno, pues también ellos tuvieron su momento de expectativas exageradas. Recordemos que en el origen de la guerra aérea el problema era el de disparar muchas veces para aumentar la probabilidad de dar en el blanco, lo que favoreció el uso de la ametralladora, pero ya Guynemer había hecho el experimento de instalar un cañón de 37 mm en su avión. El mayor calibre y el uso de un proyectil explosivo facilitaban el derribo incluso con un único impacto. Durante la Segunda Guerra Mundial los cañones (normalmente de 20 o 30 mm) convivieron con las ametralladoras. Los cohetes también se emplearon en ocasiones, pero sin ningún sistema de dirección.

Esto seguía siendo así a principios de la década de los 50, durante la guerra de Corea, en la que los aviones de caza a reacción, como el F86 Sabre norteamericano y el MiG 15 soviético, relegaron definitivamente a los de hélice. Los motores eran diferentes, sí, pero en cuanto a armamento seguían utilizando los mismos cañones y ametralladoras que se empleaban en la Segunda Guerra Mundial. No obstante, antes de que terminara la década aparecerían los primeros misiles.

Un Sabre y un MiG 15

En general los misiles aire-aire suelen utilizar un guiado por infrarrojos o radar de tipo semiactivo. En el primer caso, el misil busca una fuente de calor (la tobera del avión enemigo) y en el segundo tiene un receptor de radar, pero depende de la emisión del avión atacante, que se refleja en el blanco y es captada por el misil. Los primeros misiles no eran demasiado fiables: los que buscaban el calor de la tobera se despistaban con el sol, por ejemplo. Y sin embargo, eran el futuro. ¿Quién iba a montar un anticuado cañón de tiro rápido en un avión pudiendo usar el último grito de la técnica? Por eso, las primeras versiones de un avión mítico, como el F4 Phantom II, incluían misiles en su armamento, pero no cañones.

Pero durante la guerra de Vietnam resultó que los pilotos americanos y sus misiles se veían en dificultades ante sus adversarios, que los misiles no eran fiables y que el combate aéreo siempre tenía lugar a corta distancia porque se requería identificación visual del adversario para evitar errores. En esas circunstancias un cañón era la solución perfecta para complementar a los misiles, pero el Phantom sólo podía llevarlo montado en un soporte externo, lo que llevaba a poca precisión y mayor esfuerzo en la estructura del avión. La solución fue montar un cañón interno de 20 mm en la versión F4E.

El viejo y fiable sistema tenía que volver a utilizarse cuando ya había sido desechado. ¡Las vueltas que da la vida! Hoy en día los misiles son mucho más fiables, pero los aviones de combate siguen empleando cañones. Las especificaciones de los últimos modelos, como el F35 o el F22 así lo demuestran. El producto nuevo ha alcanzado su madurez, pero no ha llegado a desplazar completamente al sistema anterior.

Prometí hablar de tecnologías novedosas, de misiles y de Top Gun y dije que si no conseguía meterlo todo en un artículo cerraría el blog. He cumplido casi todo, pero ¿qué pinta Top Gun aquí? Pues bien: cuando la experiencia en Vietnam demostró que en el combate aéreo seguía siendo primordial la maniobrabilidad y la técnica de pilotaje, la marina norteamericana decidió hacer un curso para formar a sus pilotos en las técnicas de combate a corta distancia. Se fundó así la Fighter Weapons School, pero el curso pasó a ser conocido popularmente como Top Gun. Años después, este curso dio título a una película en la que el argumento era excusa para ver aviones y muchos años más tarde me vendría de perlas para darle un título a este artículo. ¡Prueba superada! Tenemos Gelves para rato.

 

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La táctica del salami

09 Lunes Feb 2015

Posted by ibadomar in Historia

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Comunismo, Guerra Fría, Hungría, Siglo XX, Stalin, URSS

Se han cumplido ya 25 años de la caída del Muro de Berlín y del fin de la Guerra Fría. En su momento estos hechos dieron pie a sesudos comentarios en los que se hablaba del “mundo monopolar” en el que sólo quedaba en pie una de las dos grandes potencias que habían dirigido los destinos del mundo. Un cuarto de siglo después, los EE.UU. siguen siendo la gran potencia, pero el mundo no tiene nada de monopolar: China es un gigante político y económico que reclama el papel de segundo centro mundial, mientras Rusia amaga con heredar el papel de la URSS como rival de EE.UU.

Algunos análisis hablan incluso de la existencia de una nueva guerra fría, por lo que puede ser interesante ver algún ejemplo de cómo una superpotencia imponía su sistema a otro país en la Europa de postguerra, cuando se iniciaba la Guerra Fría con mayúsculas. Puede que el caso más ilustrativo sea el de Hungría, donde el dirigente comunista Mátyás Rákosi utilizó con éxito lo que él bautizó como “táctica del salami”.

En la Hungría de postguerra, destruída por la guerra y con elevados niveles de desempleo, cundía el descontento y era fácil organizar manifestaciones masivas, tarea que a Rákosi se le daba francamente bien. El gobierno provisional, en el que los comunistas tenían la cartera de Interior y por tanto el control de la policía, debía ser sustituido tras las elecciones de noviembre de 1945, para las que Rákosi pronosticaba, basándose en su capacidad de convocatoria, una victoria con un 70% de los votos o más. Será que entonces no se hacían sondeos preelectorales, pero el caso es que el partido comunista sólo obtuvo un 16,9% de sufragios, mientras que el llamado Partido de los Pequeños Propietarios arrasaba con un 57%. Sin embargo Rákosi no se amilanó por ese pequeño detalle.

Rákosi comunicó a los vencedores de las elecciones que no se conformaría con un 17% de participación en el gobierno ya que ese 17% representaba a la clase obrera, la fuerza más activa del país, y por otro lado la presencia de su partido en el gobierno era la garantía de que Hungría cumpliría con sus obligaciones con su libertador durante la guerra: la URSS. En otras circunstancias, semejante razonamiento podría haber dado lugar a una explosión de carcajadas, pero la policía, dominada por los afines a Rákosi, ya había empezado a arrestar a supuestos dirigentes de conspiraciones fascistas y por su parte los asesores soviéticos, presentes en el país desde el fin de la guerra, no parecían satisfechos con el rumbo de las cosas, así que los vencedores de las elecciones cedieron.

A partir de entonces el Partido de los Pequeños Propietarios sufrió un ataque tras otro, aunque siempre a pequeña escala: un dirigente o una facción eran acusados de reaccionarios en la prensa afín a los comunistas, se organizaban manifestaciones y se detenía a algunos simpatizantes (incluyendo a miembros de la antigua resistencia antifascista) hasta que los “reaccionarios” eran expulsados para calmar las cosas. En otoño de 1946 le tocó el turno al secretario general del partido, Béla Kovács, al que se acusó de planear un golpe de Estado y que fue detenido directamente por el Ejército Rojo y enviado a una prisión soviética.

Finalmente el propio Primer Ministro, Ferenc Nagy, de viaje en Suiza (no están claros los motivos, puede que estuviera preparando ya su exilio), se enteró de que lo acusaban de una conspiración y terminó por dimitir a cambio de recuperar a su hijo de corta edad, que seguía en Hungría, haciendo así legal lo que era un claro golpe de Estado. Con el Partido de los Pequeños Propietarios en descomposición, las elecciones del 31 de agosto de 1947 pintaban mejor para los comunistas. Aun así quisieron asegurar la victoria con reventadores de mítines de otros partidos, que actuaban con el beneplácito de la policía, eliminación de las listas electorales de personas no afines y grupos de simpatizantes que votaban en varios lugares. La impunidad era total: Sára Karig, que durante la guerra había conseguido documentación falsa a judíos y comunistas para escapar de los nazis, era jefa de una oficina electoral y denunció casos de doble votación. Al día siguiente fue detenida y enviada a Vorkutá, el temido campo del Gulag soviético.

El Partido Comunista de Hungría era ahora la fuerza más votada, con un 22% de los sufragios, lo que tampoco era para tirar cohetes, pero el ejemplo del gobierno anterior había cundido y los miembros de los otros partidos se vieron obligados a ser meros títeres o exiliarse. La consecuencia lógica fue la “unión” de todos los partidos políticos, coaligados para las elecciones de 1949 en una lista única que obtuvo, oh sorpresa, más del 95% de los votos. Se promulgó una nueva Constitución, a imagen de la de la URSS, que culminó la transición al comunismo.

Rákosi describió su actuación con el Partido de los Pequeños Propietarios diciendo que había ido fileteándolo como quien corta un salami en rodajas. La frase hizo fortuna y desde entonces se habla ocasionalmente de la táctica del salami. Pero no sólo sirvió contra los otros partidos. El ministro del interior Rajk, que tanto había colaborado en el ascenso al poder, el mismo que dijo a un dirigente de otro partido que se quejaba de las amenazas de los reventadores en un mitin que él, como comunista, lo que quería era verle muerto, resultó ser otra rodaja del salami. A los 15 días de las elecciones de 1949, Rákosi lo hizo detener (para entonces ya no era ministro de Interior, sino de Exteriores) bajo acusaciones de ser un agente de Tito, el dirigente comunista yugoslavo al que Stalin no conseguía dominar. Rajk fue sometido a uno de esos juicios-espectáculo al que tan aficionados eran los estalinistas y ejecutado.

De manera que si es cierto que estamos viviendo los inicios de una nueva guerra fría lo sabremos en cuanto empecemos a ver caer rodajas del salami. Algunas circunstancias son diferentes (Europa estará en crisis, pero no arrasada y afortunadamente no hay nadie tan expeditivo como Stalin al mando de una gran potencia, al menos de momento) pero el juego, en el fondo, sigue siendo el mismo y los métodos no han cambiado tanto. El sistema que conocemos da muestras de agotamiento y, como hemos visto en Grecia, surgen nuevos partidos mientras los tradicionales empiezan a verse… ¿alguien ha dicho fileteados?. Después de todo puede que el salami sí se esté cortando en rodajas. Falta por saber quén se comerá el bocadillo.

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El cielo sobre Berlín

13 Domingo Oct 2013

Posted by ibadomar in Aviación, Historia

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Aviación, Dc4, Guerra Fría, Historia, Momentos cruciales, Muro de Berlín, Siglo XX

Hay veces en que hay que tomarse unas vacaciones, no cabe duda. Yo las necesitaba después de unos meses muy ajetreados y por eso he pasado unos días desconectado de todo en una ciudad tan fascinante como es Berlín. Para alguien como yo, interesado por la Historia, esta ciudad está ligada a términos que son mitad historia reciente y mitad recuerdo personal (porque ya voy teniendo una edad): Muro de Berlín, Checkpoint Charlie, Tempelhof…

No es sólo una impresión personal. Observando las tarjetas postales a la venta encontré, junto a las inevitables fotografías de monumentos, otras con un significado puramente histórico, como vistas del Muro o imágenes del famoso cartel que avisaba a los transeúntes de que estaban llegando al límite del sector americano. Entre las postales estaba esta fotografía, que me trajo a la mente un momento clave de la Historia.

C-54

Hay muchas fotografías similares con distintos tipos de avión. En este caso se trata de un C54 (denominación militar del avión de transporte DC4) a punto de aterrizar en el aeródromo de Tempelhof durante el bloqueo de Berlín. Fue uno de los momentos en los que la Guerra Fría, que acababa de comenzar, amenazó con calentarse. En la fotografía están resumidos, por tanto, dos temas muy queridos en este blog: Historia y Aviación. Estaba cantado, desde el momento en el que vi la postal, que tenía que escribir un artículo en cuanto terminara las vacaciones.

La Segunda Guerra Mundial aparece a menudo narrada como si fuera un cuento repleto de momentos muy amargos y con final feliz: los malvados son derrotados por una alianza entre países aparentemente opuestos pero unidos en la causa común de combatir el Mal. Demasiado bonito para ser cierto. En realidad las tensiones entre aliados fueron habituales durante toda la guerra y tan pronto como ésta terminó las contradicciones de aquella alianza salieron a la superficie. Los enfrentamientos tendrían lugar en todo el planeta, pero en un primer momento se centraron en Europa. Y dentro de Europa el punto de fricción principal era el territorio del antiguo enemigo, ahora ocupado por los vencedores.

Una vez que se redefinieron las fronteras, Alemania se vio dividida en cuatro zonas de ocupación administradas por cada una de las potencias vencedoras: Estados Unidos, Unión Soviética, Reino Unido y Francia (el porqué se consideró a Francia como uno de los grandes vencedores y no, por ejemplo, a Holanda, Yugoslavia o Grecia, no daría para un artículo sino para una tesis). La capital del país, Berlín, estaba enclavada dentro del territorio ocupado por la URSS y se dividió también en cuatro sectores. Pero en realidad los aliados se estaban repartiendo algo más que el territorio de su antiguo enemigo; en la segunda mitad de la década de los 40 se empezó a librar una callada guerra ideológica en la que por un lado la URSS intentaba construir a su alrededor un anillo defensivo de países ligados ideológicamente a su sistema, mientras las potencias occidentales buscaban reducir la influencia del comunismo en el territorio que controlaban. Se iniciaban así las primeras escaramuzas de la Guerra Fría.

En ese escenario 1948 fue un año crucial. Para entonces estaba claro que allá donde los comunistas lograban hacerse con el poder instauraban un sistema de partido único. Esto había ocurrido en Albania, Rumania, Bulgaria, Polonia, Yugoslavia, Checoslovaquia y estaba ocurriendo en Hungría. Las democracias liberales occidentales no podían dejar de alarmarse ante la agresividad soviética, y tampoco aceptar el riesgo de un choque directo. Estos primeros años son los de la contención, término acuñado por el diplomático norteamericano George Kennan para definir una doctrina estratégica que pretendía mantener a los comunistas dentro de sus límites, sin rehuir el enfrentamiento, pero sin buscarlo.

Es en este contexto en el que coinciden en un mismo país, Alemania, las fuerzas ocupantes de tres países occidentales y de la URSS. ¿Qué ocurriría en el país ocupado? Como era de esperar, no había acuerdo sobre la forma que tomaría Alemania en el futuro. Cuando las potencias occidentales decidieron unificar sus respectivas zonas se desataron las fricciones y las fuerzas soviéticas empezaron a dificultar los movimientos terrestres utilizando todo tipo de inspecciones, trabas burocráticas, etc. Corría el mes de abril de 1948 y la situación empeoraría en junio cuando las potencias occidentales introdujeron una nueva moneda en Alemania Occidental, mientras los soviéticos hacían lo propio en su zona y terminaban de cortar las vías de comunicación con Berlín por la superficie.

Aunque resulte extraño, en los acuerdos entre las distintas potencias no había nada previsto sobre el transporte de superficie, por lo que los soviéticos no estaban incumpliendo ningún tratado al bloquear unas comunicaciones que, sin embargo, se habían desarrollado con normalidad durante tres años. Curiosamente sí se habían pactado tres pasillos aéreos para unir Berlín con la zona de Alemania bajo ocupación occidental. La cosa estaba clara: o se admitía que Berlín quedara en manos soviéticas, o se intentaba forzar el paso por la fuerza, arriesgándose a una guerra, o se intentaba ganar tiempo abasteciendo a la ciudad únicamente por aire, burlando así el asedio.

572px-BerlinerBlockadeLuftwegeAlemania ocupada y los pasillos aéreos. Tomado de Wikipedia.

La última opción desafiaba lo imaginable. Estamos hablando de abastecer únicamente por aire a toda una ciudad que por aquel entonces tenía en estado de ruina total un 20% de sus edificios. Había que transportar de todo: desde harina y leche hasta carbón, especialmente esto último (supuso un 27% del total). Se calculaba que sólo en alimentos harían falta más de 1.500 toneladas diarias y la carga total sería de unas 4.500 toneladas al día. En una época en la que un avión como el DC3 podía cargar entre tres y cuatro toneladas el esfuerzo parecía imposible. Más aún si lo comparamos con el fracaso alemán en Stalingrado apenas cinco años antes: cuando intentaron abastecer por aire al sitiado VI ejército calcularon 700 toneladas diarias, que redujeron a 500 como mínimo indispensable, pero la Luftwaffe se veía incapaz de introducir en la ciudad más de 350 toneladas al día, y eso con suerte.

Y sin embargo no quedaba otro remedio que intentarlo. Al principio se pensó que el bloqueo duraría unas pocas semanas, pero la situación se prolongó y obligó a modificar los cálculos, porque no es lo mismo abastecer una ciudad en verano que en invierno, así que con el tiempo hubo que sumar casi mil toneladas más al día. Pronto se concentró el esfuerzo en utilizar aviones más grandes (el C54 de la foto inicial, por ejemplo, podía llevar unas diez toneladas y era más fácil de cargar y descargar que un DC3), pero aun así el esfuerzo era titánico y más aún en una época en la que las ayudas a la navegación no estaban tan desarrolladas como ahora y un mal día de neblina podía arruinar toda la operación. De hecho hubo accidentes, y unas 70 personas perdieron la vida en la operación, que en conjunto era una pesadilla logística, pero que mantuvo a la ciudad abastecida.

La llegada de mercancías que aseguraban que Berlín Oeste no pasaría a poder de la URSS presentó ante los alemanes la cara amable de la ocupación americana, pero la guinda la puso el piloto Gail Halvorsen. En una ocasión, junto al aeropuerto, habló con unos niños alemanes y les prometió llevarles dulces, así que en su siguiente vuelo reunió las golosinas de su ración y las de su tripulación y, por no arriesgarse a herir a alguien al dejarlas caer desde el avión, las tiró atadas a unos paracaídas improvisados con pañuelos. Pronto corrió la voz entre los niños berlineses, que esperaban la llegada de los aviones americanos con la expectación que es de suponer.

Los envíos de dulces continuaron cada vez en mayor cantidad hasta llegar a preocupar al propio Halvorsen, que sabía que su particular operación de abastecimiento era irregular, pero no se sentía capaz de defraudar a quienes le esperaban. Cuando su avión salió fotografiado en un periódico en el que se contaba su peculiar lanzamiento de golosinas, el atribulado piloto se vio convocado ante sus superiores. Sin embargo el mando norteamericano reconoció la excelente publicidad que suponían los lanzamientos de dulces, que a partir de entonces fueron autorizados y se hicieron más frecuentes. Quizás por eso aparecen tantos niños en la fotografía.

El bloqueo de Berlín resultó ser todo un fiasco para la URSS porque no sólo no había logrado hacerse con la ciudad sino que daba a su adversario la oportunidad de lucirse exhibiendo su competencia técnica. Había que rendirse a la evidencia, y en mayo de 1949 se anunció el fin del bloqueo. Durante casi un año Berlín había recibido más de 200.000 vuelos con un total superior a 2.200.000 toneladas de carga. Por su parte, los EEUU habían demostrado, además de una enorme capacidad logística, un gran compromiso con Europa Occidental ante el expansionismo soviético.

Pero lo mejor de todo fue la demostración de que por mucho que creciera la tensión ninguna de las dos partes estaba realmente decidida a llegar a la guerra: los americanos no habían intentado forzar las comunicaciones terrestres y por su parte los soviéticos, aunque hicieron algunas acciones para hostigar a los aviones del puente aéreo, nunca llegaron a abrir fuego contra ellos. Se habían establecido las reglas de un juego cuyas partidas se jugarían por todo el mundo durante los siguientes 40 años y en el que, por primera vez, las dos principales potencias del mundo renunciaron a enzarzarse en una guerra directa para dirimir su supremacía.

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