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La primera víctima

01 domingo Sep 2019

Posted by ibadomar in Historia

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Auschwitz, Belzec, Chelmno, Comunismo, Historia, Matanza de Katyn, Nazismo, Pacto Molotov-Ribentropp, Polonia, Segunda Guerra Mundial, Siglo XX, Sosibor, Stalin, Tratado de Brest-Litovsk, Treblinka, URSS, Varsovia

Hace exactamente 80 años que empezó el conflicto más destructivo que haya conocido la humanidad. A las 4 horas y 45 minutos del 1 de septiembre de 1939, un acorazado alemán abrió fuego sobre posiciones polacas en lo que sería el primer disparo de los muchos que se producirían hasta el final de la contienda en 1945. La tendencia natural a fijar la atención en lo más cercano hace que, al hablar de la Segunda guerra mundial, la imaginación de quienes vivimos en Europa occidental vuele hacia la destrucción de ciudades como Rotterdam o Caen, la resistencia clandestina de Francia u Holanda, las operaciones militares de las Árdenas, Normandía o Arnhem, o la guerra aérea sobre Gran Bretaña y Alemania.

Ciertamente fueron tiempos duros, muy duros. Sin embargo todo lo que acabo de mencionar palidece ante el escenario del horror en su máxima expresión que fue Europa del Este. En Europa del Este, a la brutalidad de la guerra se sumó el choque entre dos sistemas totalitarios que consideraban la vida humana, no hablemos ya de su dignidad, como algo secundario. En el frente del Este era habitual no tomar prisioneros y las masacres de civiles eran cotidianas. Por eso hoy, cuando se cumplen 80 años del inicio de la guerra, es oportuno recordar la odisea sufrida por los habitantes del país agredido en primer lugar. Puede que nada ilustre lo que supuso aquella contienda tanto como la suerte sufrida por Polonia.

El destino de Polonia ya tenía un aspecto muy feo desde antes de aquel 1 de septiembre. Para la Alemania nazi, era el primer obstáculo a superar en la colonización por la fuerza de territorios del Este de Europa situados principalmente en Bielorrusia y Ucrania, pero que no podían alcanzarse sin pasar antes por terreno polaco. Para colmo, Alemania había perdido la Primera Guerra Mundial, sí, pero en el Este la había ganado. El tratado de Brest-Litovsk, firmado por Alemania y el gobierno bolchevique ruso en febrero de 1918, dejaba bajo administración alemana gran cantidad de territorio, incluyendo toda Polonia. La derrota alemana en el frente occidental, sin embargo, dejó sin efecto real las cláusulas del tratado, creando un vacío de poder del que surgieron estados como Polonia o las tres repúblicas bálticas. Para la mentalidad nazi, la existencia de aquellos países en un territorio ganado militarmente por Alemania era poco menos que una aberración.

Tampoco la URSS tenía simpatía por Polonia. En la situación inestable creada tras el fin de la Primera Guerra Mundial, la frontera de Polonia y la Unión Soviética no estaba claramente definida, y todos sabemos cómo se fijan claramente las fronteras en este mundo: con una guerra. A los primeros enfrentamientos les fueron sucediendo otros de mayor importancia, que culminaron en una gran ofensiva soviética en 1920. Por aquel entonces los bolcheviques ya habían logrado imponerse casi por completo en la guerra civil que siguió a la Revolución y pudieron avanzar sobre Varsovia. La caída de Polonia, pensaban, llevaría al Ejército Rojo a las puertas de Alemania cuyos revolucionarios, estimulados por la cercanía de sus camaradas, iniciarían su propia revolución proletaria, a la que seguirían otras en un efecto dominó que llevaría a la ansiada revolución mundial. Pero el ejército polaco consiguió una resonante victoria en Varsovia en agosto de 1920 y la supervivencia de Polonia quedó asegurada. Hasta 1939.

Los habituales del blog ya conocen el resultado del pacto germano-soviético del 23 de agosto de 1939. Oficialmente era un tratado de no agresión, pero entre sus protocolos secretos incluía la partición de Polonia. La agresión alemana del 1 de septiembre llevó a Francia y Gran Bretaña a declarar la guerra, pero en la práctica Polonia se encontró sola frente a un ejército alemán muy superior. El 17 de septiembre la URSS intervenía para ocupar la zona que el tratado del 23 de agosto les adjudicaba y los ciudadanos polacos se encontraron, según su lugar de residencia, a merced de una de las dos potencias extranjeras.

En la zona Oeste los Eisanztgruppen alemanes se dedicaron al exterminio a base de fusiles, ametralladoras y lanzallamas. Su blanco preferido eran, aparte de los judíos, las clases instruidas, de las que en teoría se podía esperar mayor capacidad de liderazgo. Un pueblo sin líderes es más fácil de esclavizar y las brigadas de aniquilación se pusieron a la tarea. En la zona Este la NKVD, policía política soviética, se dedicó a la deportación, que dominaba con maestría. También aquí el tener una educación media o superior era peligroso puesto que en la retórica de la lucha de clases, las clases medias y altas tenían que ser derrotadas. De aquí que los oficiales del ejército, al tener estudios universitarios, estuvieran entre los seleccionados para la deportación primero y la ejecución después en matanzas como la de Katyn (1940). En ellas murieron algo más de 20.000 hombres. Sus familias, fáciles de localizar a partir de las cartas que los prisioneros habían escrito antes de su muerte, fueron deportadas a Siberia.

Es sabido que en 1941 Hitler decidió que ya era hora de lanzarse contra su antiguo aliado y atacó la URSS. Los cuerpos de los polacos asesinados fueron descubiertos por el ejército alemán en 1943 y utilizados por la propaganda alemana, que vio en ellos un regalo. Como era de esperar, Stalin achacó la matanza a los propios alemanes. Los aliados, en medio de aquella guerra brutal en la que el enemigo del enemigo era amigo por definición, fingieron creerle.

Los sufrimientos de la población civil polaca, en cualquier caso, acababan de empezar. Especialmente para los judíos. La retórica antisemita de Hitler ya era de temer en una Alemania en la que la población judía era, en 1933, menor del 1%; pero en Polonia, con un 10% de judíos, había motivos para echarse a temblar. Especialmente en ciudades como Varsovia, en donde los judíos eran casi la tercera parte de sus habitantes. Al principio se construyeron guetos y se realojó en ellos a los judíos, pero más adelante comenzaron los experimentos con gas. Primero en Chelmno y Belzec, donde se usaba monóxido de carbono, después en Sobibor y Treblinka. Auschwitz, también en Polonia, es el más famoso de estos campos, pero no el más letal al ser un gran complejo dedicado en parte al trabajo forzado y sólo parcialmente al exterminio. Eso explica que los testimonios de supervivientes sean numerosos. Encontrar un superviviente de Belzec o Treblinka es casi imposible.

La desesperación y la certeza del destino que les aguardaba dio fuerzas a los judíos del gueto de Varsovia para sublevarse en 1943. Durante un mes combatieron con uñas y dientes en una lucha sin esperanza que sólo podía tener dos resultados posibles: la muerte en el gueto, a tiros o abrasándose en un edificio incendiado con lanzallamas, o la muerte en Treblinka, que es donde terminaron los supervivientes. Varsovia en su conjunto se sublevaría en 1944, con el ejército soviético a las puertas. Los polacos tenían que intentar liberar su propia capital para poder sentarse en la misma mesa que los vencedores y tener voz a la hora de las negociaciones de paz.

El nuevo levantamiento estaba condenado de antemano. Stalin nunca apoyó a ninguna fuerza de resistencia que no estuviera controlada por los comunistas. Varsovia se levantó contra los alemanes, pero si alguien esperaba que el Ejército Rojo acelerase su avance aprovechando la ocasión, se equivocaba. La sublevación fue aplastada por los alemanes primero y sólo después Varsovia fue liberada por los soviéticos. Los aviones americanos podrían haber lanzado suministros desde el aire, pero no tenían autonomía para ir hasta Varsovia y regresar. Habrían podido aterrizar en territorio ocupado por el Ejército Rojo, pero Stalin se negó.

Después de la guerra llegó el desastre de la postguerra, cuando millones de personas fueron desalojadas porque el lugar donde tenían su casa ahora pertenecía a otro país. Esto ocurrió con los polacos del Este, cuyos hogares estaban ahora en territorio soviético puesto que la URSS nunca desalojó el territorio polaco que había ganado tras su pacto con Alemania en 1939. Polonia fue compensada a expensas de Alemania, por lo que la Polonia posterior a 1945 está más al Oeste que la anterior a 1939.

Como todos los países ocupados por la URSS tras la guerra, Polonia acabó teniendo un gobierno comunista impuesto por Moscú. La historia de los primeros años de la postguerra en Polonia es también deprimente, aunque con menor derramamiento de sangre. Tampoco es que quedara gran cosa por derramar: Polonia fue el país con mayor proporción de pérdidas humanas de la Segunda Guerra Mundial.

Hace ahora 80 años que comenzó aquella orgía de muerte por arma de fuego, explosivos, fuego, hambre y gas letal. La primera de las muchas víctimas fue Polonia y por eso es de justicia recordar el triste destino que se cernía entonces sobre los habitantes de aquel país sin que ellos pudieran hacer absolutamente nada para escapar de él. Aproximadamente 6 millones de polacos murieron durante la contienda, lo que supone casi un 20% de la población del país antes de la guerra. Uno de cada cinco habitantes.

 

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Amistades muy peligrosas

13 lunes Abr 2015

Posted by ibadomar in Historia

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Alemania, Comunismo, Guerra Civil, Historia, Molotov, Nazismo, Polonia, Ribbentrop, Segunda Guerra Mundial, Siglo XX, Stalin, URSS

Llevamos una racha muy larga dominada por noticias de tipo no ya político sino electoral. Como siempre en estos casos nos encontramos con una interminable exposición de promesas que nadie piensa cumplir, insultos a quienen opinan de forma diferente y, lo más fascinante de todo, juramentos de enemistad sincera hacia los adversarios, siendo el entendimiento entre distintas opciones imposible por profundas cuestiones de principios.

Pero las circunstancias cambian y las amistades y enemistades también. No exagero si digo que si me dedicara a escribir un artículo tras otro describiendo alianzas contra natura tendría asegurada la continuidad de este blog durante dos o tres años. Podría empezar por los triunviratos de la antigua Roma y terminar en el Irangate de los años 80 sin parar de contar casos en los que enconados enemigos dejaron de lado la retórica para hacerse pasar por amigos de toda la vida. Hasta que se volvieron a pelear, claro, porque esas amistades suelen durar poco.

Por eso dicen que la política crea extraños compañeros de viaje y, probablemente, el caso más espectacular se diera durante el siglo XX. Estoy seguro de que si preguntara por dos credos políticos opuestos buena parte de las respuestas serían «nazismo y comunismo». Y no sería una mala respuesta, puesto que su enfrentamiento fue, literalmente, a muerte. Ya antes de la Segunda Guerra Mundial, durante la Guerra Civil Española, la Alemania nazi se había enfrentado indirectamente con la comunista Unión Soviética, al apoyar cada uno de estos países a un bando diferente. Por si quedaban dudas del antagonismo entre ambas ideologías, el cartel siguiente (obtenido del fondo de carteles de la Guerra Civil disponible en la página del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) nos lo deja claro.  El cartel, firmado por el Socorro Rojo Internacional (una organización con fines similares a la Cruz Roja, pero bajo los auspicios de la Internacional Comunista) identifica el símbolo nazi, la esvástica, con miseria, destrucción, persecución y muerte. La propaganda del sentido contrario tampoco se queda atrás. El cartel electoral alemán que vemos a continuación pide el voto para el partido nazi, al que se identifica con una espada que hiere de muerte a la serpiente judía (véase la estrella de David en su cabeza) de la que salen entre otros males el marxismo y el bolchevismo. Cartel 33Visto así, si había en los años 30 dos países incompatibles y cuya alianza fuera poco probable, éstos serían la Alemania nazi y la Unión Soviética. Pues bien, la foto que vemos bajo estas líneas corresponde al 23 de agosto de 1939. La Guerra Civil Española había terminado hacía menos de 6 meses.

MolribDe izquierda a derecha vemos a Joachim von Ribbentrop, ministro de exteriores alemán, Stalin, máximo dirigente de la URSS y Viacheslav Molotov, ministro de exteriores soviético. Posan para la posteridad después de firmar un pacto de no agresión entre ambos países. Sorprendente imagen, a la vista de la retórica que habían empleado hasta ese momento y de la guerra a muerte en la que se enfrentarían menos de dos años después. Un acuerdo así merece una explicación.

Los seguidores habituales del blog recordarán el problema estratégico al que se enfrentaba Alemania al iniciarse la Primera Guerra Mundial, puesto que ya lo mencioné en otro artículo. Para resumir, Alemania tenía enemigos en frentes opuestos: Francia por el oeste, Rusia por el este. Este hecho pesó durante toda aquella contienda, por lo que al preparar una nueva guerra el conseguir que el gigante ruso (o soviético en este caso) no apoyara a las potencias occidentales simplificaba las cosas. ¿Y qué sacaba la URSS en todo esto? Según un dicho popular, reunión de pastores, oveja muerta. Los pastores están en la foto y la oveja era Polonia, cuyas fronteras de 1939 tenían poco que ver con las actuales. Veamos un mapa de entreguerras y fijémonos en la situación de Polonia entre Alemania y la URSS:

EUROPE_1929-1938_POLITICAL_MAPImagen tomada de Wikipedia

En 1939 Alemania se había anexionado Austria y Chequia, lo que no aparece todavía reflejado en el mapa. El siguiente paso era hacerse con Polonia, al menos con la parte occidental, y por eso el acuerdo de agosto de 1939 entre Alemania y la URSS incluía un protocolo secreto en el que se preveía el reparto de Polonia. El 1 de septiembre de aquel año, apenas 9 días después de firmarse el acuerdo, las tropas alemanas iniciaban el ataque a Polonia, que provocó la respuesta franco-británica y con ella la Segunda Guerra Mundial. Por si para Polonia era poco enfrentarse a Alemania, el 17 de septiembre la URSS inició la invasión del país por el este.

En un tiempo récord, de apenas tres semanas desde el inicio del ataque alemán, Polonia fue totalmente ocupada. El resultado se ve en el mapa siguiente. La parte azul fue anexionada por Alemania, la parte roja pasó a ser territorio soviético y la zona verde pasó a conocerse con el nombre de Gobierno General. Era un territorio bajo administración alemana, pero sin llegar a formar parte de Alemania, algo así como una colonia.

Polonia 1939La buena relación entre soviéticos y alemanes no duró mucho. La mentalidad nazi requería apoderarse de territorios ricos en productos agrícolas y materias primas, así que en junio de 1941 Alemania atacó la URSS para hacerse por la fuerza con unos recursos que podía obtener (y de hecho obtenía) mediante el comercio. La Segunda Guerra Mundial entraba en una nueva fase y la retórica del enfrentamiento regresó más enconada que nunca.

Los dos ministros de exteriores que firmaron aquel infame pacto vivieron destinos muy diferentes. Ribbentrop fue ahorcado en octubre de 1946 tras su condena en Nuremberg, acusado entre otras cosas de haber planeado una guerra de agresión; mientras que Molotov, cuya firma en el pacto que hoy nos ocupa garantizó que esa guerra se llevaría a cabo, murió en 1986 de muerte natural. Más aún, si miramos el mapa de Polonia tras la partición de 1939 y lo comparamos con uno actual, comprobaremos que la frontera oriental del país en la actualidad es la que acordaron Molotov y Ribbentrop. La URSS, tras vencer en la guerra, mantuvo el territorio ganado a Polonia, que fue compensada con territorio alemán por el oeste.

Esta historia de traiciones, conspiraciones y pactos secretos siempre me ha parecido tan sórdida como sus protagonistas. Incluso me parecería deprimente si no fuera porque de vez en cuando aparecen en el mundo de la política y la diplomacia casos de alianzas contra natura, enemistades eternas que desaparecen súbitamente y amistades que se desvanecen. Entonces deja de ser un relato siniestro y lo encuentro de lo más entretenido. Si no fuera por el temor de estar entre las ovejas en estas reuniones de pastores sería cuestión de encargar palomitas porque, cuando dos rivales pactan, el espectáculo está asegurado.

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La táctica del salami

09 lunes Feb 2015

Posted by ibadomar in Historia

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Comunismo, Guerra Fría, Hungría, Siglo XX, Stalin, URSS

Se han cumplido ya 25 años de la caída del Muro de Berlín y del fin de la Guerra Fría. En su momento estos hechos dieron pie a sesudos comentarios en los que se hablaba del «mundo monopolar» en el que sólo quedaba en pie una de las dos grandes potencias que habían dirigido los destinos del mundo. Un cuarto de siglo después, los EE.UU. siguen siendo la gran potencia, pero el mundo no tiene nada de monopolar: China es un gigante político y económico que reclama el papel de segundo centro mundial, mientras Rusia amaga con heredar el papel de la URSS como rival de EE.UU.

Algunos análisis hablan incluso de la existencia de una nueva guerra fría, por lo que puede ser interesante ver algún ejemplo de cómo una superpotencia imponía su sistema a otro país en la Europa de postguerra, cuando se iniciaba la Guerra Fría con mayúsculas. Puede que el caso más ilustrativo sea el de Hungría, donde el dirigente comunista Mátyás Rákosi utilizó con éxito lo que él bautizó como «táctica del salami».

En la Hungría de postguerra, destruída por la guerra y con elevados niveles de desempleo, cundía el descontento y era fácil organizar manifestaciones masivas, tarea que a Rákosi se le daba francamente bien. El gobierno provisional, en el que los comunistas tenían la cartera de Interior y por tanto el control de la policía, debía ser sustituido tras las elecciones de noviembre de 1945, para las que Rákosi pronosticaba, basándose en su capacidad de convocatoria, una victoria con un 70% de los votos o más. Será que entonces no se hacían sondeos preelectorales, pero el caso es que el partido comunista sólo obtuvo un 16,9% de sufragios, mientras que el llamado Partido de los Pequeños Propietarios arrasaba con un 57%. Sin embargo Rákosi no se amilanó por ese pequeño detalle.

Rákosi comunicó a los vencedores de las elecciones que no se conformaría con un 17% de participación en el gobierno ya que ese 17% representaba a la clase obrera, la fuerza más activa del país, y por otro lado la presencia de su partido en el gobierno era la garantía de que Hungría cumpliría con sus obligaciones con su libertador durante la guerra: la URSS. En otras circunstancias, semejante razonamiento podría haber dado lugar a una explosión de carcajadas, pero la policía, dominada por los afines a Rákosi, ya había empezado a arrestar a supuestos dirigentes de conspiraciones fascistas y por su parte los asesores soviéticos, presentes en el país desde el fin de la guerra, no parecían satisfechos con el rumbo de las cosas, así que los vencedores de las elecciones cedieron.

A partir de entonces el Partido de los Pequeños Propietarios sufrió un ataque tras otro, aunque siempre a pequeña escala: un dirigente o una facción eran acusados de reaccionarios en la prensa afín a los comunistas, se organizaban manifestaciones y se detenía a algunos simpatizantes (incluyendo a miembros de la antigua resistencia antifascista) hasta que los «reaccionarios» eran expulsados para calmar las cosas. En otoño de 1946 le tocó el turno al secretario general del partido, Béla Kovács, al que se acusó de planear un golpe de Estado y que fue detenido directamente por el Ejército Rojo y enviado a una prisión soviética.

Finalmente el propio Primer Ministro, Ferenc Nagy, de viaje en Suiza (no están claros los motivos, puede que estuviera preparando ya su exilio), se enteró de que lo acusaban de una conspiración y terminó por dimitir a cambio de recuperar a su hijo de corta edad, que seguía en Hungría, haciendo así legal lo que era un claro golpe de Estado. Con el Partido de los Pequeños Propietarios en descomposición, las elecciones del 31 de agosto de 1947 pintaban mejor para los comunistas. Aun así quisieron asegurar la victoria con reventadores de mítines de otros partidos, que actuaban con el beneplácito de la policía, eliminación de las listas electorales de personas no afines y grupos de simpatizantes que votaban en varios lugares. La impunidad era total: Sára Karig, que durante la guerra había conseguido documentación falsa a judíos y comunistas para escapar de los nazis, era jefa de una oficina electoral y denunció casos de doble votación. Al día siguiente fue detenida y enviada a Vorkutá, el temido campo del Gulag soviético.

El Partido Comunista de Hungría era ahora la fuerza más votada, con un 22% de los sufragios, lo que tampoco era para tirar cohetes, pero el ejemplo del gobierno anterior había cundido y los miembros de los otros partidos se vieron obligados a ser meros títeres o exiliarse. La consecuencia lógica fue la «unión» de todos los partidos políticos, coaligados para las elecciones de 1949 en una lista única que obtuvo, oh sorpresa, más del 95% de los votos. Se promulgó una nueva Constitución, a imagen de la de la URSS, que culminó la transición al comunismo.

Rákosi describió su actuación con el Partido de los Pequeños Propietarios diciendo que había ido fileteándolo como quien corta un salami en rodajas. La frase hizo fortuna y desde entonces se habla ocasionalmente de la táctica del salami. Pero no sólo sirvió contra los otros partidos. El ministro del interior Rajk, que tanto había colaborado en el ascenso al poder, el mismo que dijo a un dirigente de otro partido que se quejaba de las amenazas de los reventadores en un mitin que él, como comunista, lo que quería era verle muerto, resultó ser otra rodaja del salami. A los 15 días de las elecciones de 1949, Rákosi lo hizo detener (para entonces ya no era ministro de Interior, sino de Exteriores) bajo acusaciones de ser un agente de Tito, el dirigente comunista yugoslavo al que Stalin no conseguía dominar. Rajk fue sometido a uno de esos juicios-espectáculo al que tan aficionados eran los estalinistas y ejecutado.

De manera que si es cierto que estamos viviendo los inicios de una nueva guerra fría lo sabremos en cuanto empecemos a ver caer rodajas del salami. Algunas circunstancias son diferentes (Europa estará en crisis, pero no arrasada y afortunadamente no hay nadie tan expeditivo como Stalin al mando de una gran potencia, al menos de momento) pero el juego, en el fondo, sigue siendo el mismo y los métodos no han cambiado tanto. El sistema que conocemos da muestras de agotamiento y, como hemos visto en Grecia, surgen nuevos partidos mientras los tradicionales empiezan a verse… ¿alguien ha dicho fileteados?. Después de todo puede que el salami sí se esté cortando en rodajas. Falta por saber quén se comerá el bocadillo.

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