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El tiempo vuela, definitivamente. Hoy este blog cumple tres años y, como ya es tradición, el artículo del aniversario tratará sobre la Primera Guerra Mundial, de la que además estamos conmemorando el centenario. Había pensado contar algo sobre la célebre tregua de Navidad de 1914, pero estoy seguro de que dentro de poco más de un mes no habrá periódico que no recuerde el hecho, así que no es necesario insistir. En su lugar vamos a hablar de un momento decisivo, no ya en el transcurso de aquella guerra, sino en la historia del siglo XX.

En su día ya expliqué las causas de la Primera Guerra Mundial, pero ahora toca hablar de cómo se habían preparado los contendientes. Europa estaba dividida en dos grandes bloques: por un lado la denominada Triple Alianza, que agrupaba a Alemania con Austria-Hungría y con Italia, aunque la lealtad de este último país a la alianza era dudosa, tanto que cuando finalmente entró en la guerra lo hizo contra sus teóricos aliados. Por otro lado tenemos la Triple Entente formada por una muy sólida alianza entre Francia y Rusia y una algo menos sólida relación con el Reino Unido. En el mapa adjunto, obtenido de Wikipedia, se ve la situación a grandes rasgos.

Europe_1914El mapa adelanta acontecimientos, puesto que ya vemos en él a Bulgaria y Turquía en alianza con los Imperios Centrales y a países como Italia o Bélgica entre los aliados de Francia y Rusia. Para comprender el problema estratégico alemán basta con ver la situación de sus dos grandes rivales: uno al este y otro al oeste. Rusia era difícil de derrotar rápidamente debido a su inmenso tamaño, pero a cambio era de esperar que se movilizara con lentitud, mientras que Francia podía movilizarse con rapidez, pero también podía caer en menos tiempo. Explicado así, el problema de la guerra en dos frentes se puede resolver derrotando a Francia con rapidez para despejar el lado Oeste cuanto antes y dedicarse entonces al problema ruso. Si la derrota francesa se lograba cuando aún Rusia estaba en fase de movilización, la guerra podía darse por ganada.

Francia, al fin y al cabo ya había sido vencida en 1870 con el célebre von Moltke al frente de los ejércitos prusianos, pero a principios del siglo XX los ejércitos eran cada vez mayores y las fortalezas francesas en la frontera común complicaban una victoria rápida. Para maniobrar con ejércitos enormes, de un millón y medio de hombres, el militar alemán von Schlieffen preparó un plan que terminó de madurar en 1905 y que preveía que las fuerzas alemanas, necesitadas de espacio, atravesaran territorio belga. El mapa adjunto muestra en rojo el avance alemán previsto por Schlieffen, atravesando Bélgica, rodeando París y, en teoría, derrotando a Francia en menos de 40 días.

schlieffenPor parte francesa, el llamado Plan XVII, se basaba en la teoría de una ofensiva a ultranza, el ataque irresistible según las líneas azules del mapa. Podemos adelantar ya que el resultado fue un fracaso y el principio de las operaciones, en agosto de 1914, parecía favorecer a los alemanes. Pero como dijo von Moltke, no hay plan que resista el contacto con el enemigo. En este caso sería un sobrino suyo (Moltke el joven) quien dirigiría las fuerzas alemanas y comprendería la verdad de tal afirmación.

Cuentan que en 1913, Schlieffen estaba en su lecho de muerte y dijo con su último aliento, refiriéndose a su plan: «sobre todo, mantened fuerte el flanco derecho». Un año después el flanco derecho, en el que se basaba todo el éxito del plan, se debilitaba por sí mismo de manera natural.

-La testarudez belga. Cuando Schlieffen decidió que sólo podía derrotar rápidamente a Francia pasando por territorio belga, asumía un alto riesgo. Alemania había previsto que Bélgica se limitaría a una protesta diplomática o a lo sumo a una resistencia de principio, pero el gobierno belga no sólo rechazó el ultimátum alemán sino que, tras entrar los alemanes en Bélgica el 4 de agosto, su ejército resistió hasta donde era humanamente posible. Para colmo, la violación de la neutralidad belga decidió al gobierno inglés a entrar en la guerra. Los belgas apenas disponían de seis divisiones de infantería, que no deberían haber estado allí según los planes alemanes, como tampoco el cuerpo expedicionario británico, que entró en acción en la batalla de Mons el 23 de agosto. Contingentes pequeños, pero que hacían más débil el flanco derecho alemán.

-La fidelidad rusa. El plan alemán preveía que los rusos serían lentos en movilizarse, pero los franceses, conscientes de lo que se jugaban, presionaron a sus aliados y ya el 12 de agosto se iniciaba la invasión de Prusia Oriental por parte del ejército ruso. La preparación era deficiente, la intendencia desastrosa, pero la rapidez de su entrada en acción alarmó a los alemanes, que vieron cómo su frente oriental amenazaba con derrumbarse. Pronto encontraron a dos hombres capaces de darle la vuelta a la situación: Hindenburg, como comandante en jefe del ejército oriental y Ludendorff, que sería su jefe de Estado Mayor. El 26 de agosto se iniciaba la batalla de Tannenberg, en la que el ejército ruso sería derrotado contundentemente, pero para entonces en Alemania ya había cundido el pánico y habían debilitado el frente occidental para enviar tres cuerpos de ejército al este. Ludendorff no se lo creía cuando le anunciaron aquellos refuerzos: aquellos hombres, pensaba, eran vitales en el oeste y de todas formas llegarían demasiado tarde al este. En efecto, aquellos refuerzos ni estuvieron presentes en Tannenberg ni ayudaron a mantener la presión sobre los franceses. El ala derecha alemana seguía debilitándose.

-El fantasma de Cannas. Ya hemos visto que el plan alemán preveía un movimiento envolvente por la derecha mientras el ala izquierda se limitaba a fijar al ejército francés. Cuando el ataque francés fue rechazado por el ala izquierda alemana apareció la posibilidad de que ésta se uniera a la ofensiva logrando así un doble movimiento envolvente, un caramelo táctico irresistible desde que Aníbal lo pusiera en práctica en Cannas, como vimos en su día. ¿Y si se avanzaba por la izquierda también en lugar de apostarlo todo al ala derecha? Era un cambio de planes radical y aunque no llegó a ejecutarse por completo, sí se dejó proseguir el avance del ala izquierda en lugar de mantenerla fija, empleando dos ejércitos que deberían haberse quedado en reserva para reforzar en el momento adecuado el ala derecha, que seguía perdiendo fuerza.

-El cambio de dirección. Y así llegamos al 30 de agosto. Los ejércitos alemanes parecen invencibles, pero en realidad el flanco derecho, el que tenía que reforzarse a toda costa, no era tan fuerte como debería ser y sin embargo los franceses parecían derrotados porque estaban en franca retirada. En lugar de seguir el avance previsto parecía factible virar hacia el este, sin necesidad de rodear París y terminar de cercar al ejército francés. No habría que estirar tanto las líneas, lo que era una ventaja cuando la fuerza del ala derecha menguaba y los ejércitos empezaban a mostrar agotamiento. Finalmente el cambio de dirección se llevó a cabo, pero era una maniobra que entrañaba riesgos.

-La vista desde un avión y la marcha en taxi. Hacía apenas 10 años que los hermanos Wright habían hecho su histórico vuelo y ya el avión estaba presente en el campo de batalla. Fue un aviador francés, el teniente Watteau, el que informó de la situación alemana a unos generales franceses que no daban crédito a lo que veían y que empezaron a exclamar con entusiasmo: «¡Nos presentan el flanco!». Era la oportunidad que necesitaban. Ahora los alemanes dejaban un costado de su avance al descubierto y era posible contraatacar. La decisión estaba tomada y la batalla tendría lugar junto al río Marne. Poniendo toda la carne en el asador, se envió un refuerzo de 6.000 soldados al frente desde París… en taxi. Quien visite el museo del ejército francés en los Inválidos se encontrará allí con un taxi de 1914, como recuerdo de tan insólito medio de transporte de tropas.

Taxi14El transporte en taxi fue sólo una anécdota, puesto que la mayor parte de las tropas francesas procedían de otros puntos, pero quedó en la memoria colectiva. En el Marne terminó la gran ofensiva alemana. Los 40 días en los que tenían que derrotar a Francia según el plan original llegaban a su fin sin haber cumplido el objetivo. Peor aún: el avance se había detenido por completo y se avecinaba una guerra larga en la que Alemania debería luchar en dos frentes, exactamente el escenario que pretendía evitar el plan Schlieffen.

Estos hechos de hace ahora 100 años fueron determinantes en la historia del siglo XX. Si los alemanes se hubiesen atenido al plan original podrían haber conseguido su objetivo de derrotar a Francia en tiempo récord y la guerra podría haber terminado en 1914 con un tratado de paz a la medida de las aspiraciones alemanas. Sin la prolongada carnicería de las trincheras la mentalidad europea no habría quedado conformada por el trauma de aquella guerra y los años 20 y 30 habrían sido de preponderancia alemana.

¿Cómo habría sido el mundo en ese caso? ¿Mejor o peor? Es imposible saberlo, pero sí podemos estar seguros de que habría sido un mundo diferente. Desde aquel fatídico día de junio de 1914 los movimientos diplomáticos primero y los militares después habían sido incapaces de resolver el problema de las relaciones entre las potencias europeas. Cuatro años después, una Europa agotada comenzaba a pagar este doble fracaso con una inevitable decadencia.