• Sobre el blog
  • Un año en Los Gelves
  • Diez años en Los Gelves

Los Gelves

~ Somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos.

Los Gelves

Archivos de etiqueta: Control aéreo

Precaución: estela turbulenta

12 domingo Mar 2017

Posted by ibadomar in Aviación

≈ Deja un comentario

Etiquetas

A 380, Accidente aéreo, Aviación, Control aéreo, Estela turbulenta, Incidente aéreo, Seguridad aérea

El pasado 7 de enero un reactor de negocios con 9 personas a bordo sobrevolaba el Océano Índico a nivel de vuelo 340 (esto es 34.000 pies, algo más de 10.000 metros). Había despegado de las islas Maldivas, se dirigía a Abu Dhabi, en los Emiratos Árabes y todo parecía transcurrir con normalidad. Se trataba de un avión Challenger CL-604, prácticamente idéntico al de la fotografía.

Imagen tomada de Wikipedia

A eso de las 8:40 hora de Greenwich, es decir las 12:40 hora local, el avión se cruzó con un A380 de Emirates que cubría la ruta entre Dubai, en Emiratos Árabes y Sidney, Australia. El A380 no necesita presentación: es un avión inmenso, el mayor de los que en la actualidad prestan servicio en aerolíneas. Con un peso máximo al despegue de 560 toneladas y una envergadura de casi 80 metros, hace que un reactor como el Challenger, de apenas 22 toneladas de peso máximo al despegue y menos de 20 metros de envergadura, parezca a su lado un mosquito comparado con un cóndor.

Imagen tomada de Wikipedia

Aunque ambos aviones volaban de frente la seguridad estaba garantizada, puesto que el A380 se encontraba a distinto nivel de vuelo: 35.000 pies, con lo que mantenía una separación vertical de 1.000 con respecto al Challenger. Es la separación mínima permitida y apenas supone una distancia de 300 metros, pero sin embargo es suficiente y los dos aviones se cruzaron sin peligro ninguno de colisión. Debió de ser espectacular estar en la cabina del Challenger y ver pasar por encima a aquel gigante a una velocidad relativa superior a los 1.500 Km/h (al ir ambos aviones de frente, cada uno ve al otro acercarse a una velocidad igual a la suma de las velocidades de ambos. Entre 1.500 y 1.800 Km/hora es una buena aproximación).

Espectacular… e inquietante. Un momento para disfrute exclusivo de los amantes de las emociones fuertes. Si había alguno en el Challenger iba a pasarlo en grande, porque apenas uno o dos minutos después el viaje en avión se convertía en una experiencia digna de una montaña rusa, y no de una cualquiera: el avión alabeó bruscamente girando sobre sí mismo entre 3 y 5 veces mientras los dos motores se paraban. Fuera de control, el reactor se encontró en un descenso del que los pilotos sólo lograron sacarlo tras perder 10.000 pies (más de 3.000 metros, que debieron de hacerse muy largos) y lograr volver a poner los motores en marcha.

Una vez recuperado el control, el avión siguió vuelo pero ahora declarando emergencia para aterrizar en Mascate (o Muscat), Omán, que estaba más cerca que su destino original, Abu Dhabi. Allí tuvieron que ser hospitalizados varios de los ocupantes, uno de ellos con heridas de gravedad, mientras que el avión, tras el brutal esfuerzo que había sufrido, era declarado como no apto para volver a volar debido a los daños estructurales recibidos.

Mientras tanto, el A380 proseguía vuelo ignorando que la turbulencia generada en su desplazamiento había estado a punto de causar una desgracia. Porque fue ésta y no otra la causa del monumental susto que se llevaron los ocupantes del reactor de negocios. Y aunque la estela turbulenta es un problema conocido, pocas veces se manifiesta de una forma tan violenta.

En realidad no es tan raro, si se piensa. Los aviones no dejan de ser vehículos que se mueven en un medio fluido, el aire. Y si un barco, que también se desplaza por un fluido, deja tras de sí una estela, un avión hace lo mismo. Sólo que la estela de un avión no se ve en aire claro, aunque si hay humo o un jirón de niebla, no sólo se ve sino que es estéticamente atractiva:

En la imagen, tomada de una página sobre este tema que incluye un instructivo vídeo de una avioneta que encuentra una estela, (click aquí para visitarla) vemos los vórtices generados por un avión comercial del tipo B757. Son dos remolinos que quedan por donde pasa el avión y que descienden lentamente. Por eso el Challenger los encontró poco después de pasar por debajo del A380. Estos vórtices se disipan bastante rápidamente, especialmente si hay un poco de viento que ayude a deshacerlos, aunque en casos en los que la atmósfera esté muy calmada pueden permanecer durante más tiempo del habitual.

Un avión que encuentre turbulencia de estela se puede ver en una situación muy fea: en primer lugar los remolinos significan que hay corrientes rápidas de aire ascendente y descendente, de manera que el avión puede hacer cualquier cosa al verse envuelto en ellas. Los movimientos bruscos provocan un esfuerzo estructural añadido a los esfuerzos aerodinámicos que ya de por sí crea la turbulencia y de paso pueden verse afectados los motores (sobre todo si añadimos una maniobra acrobática para la que el avión no está diseñado) aunque sólo sea por las condiciones tan raras en que entra el flujo de aire. En resumen: bandazos, giros bruscos, problemas de motor y un esfuerzo estructural que en un caso extremo podría destruir el avión. La conclusión es clara: hay que evitar entrar en la estela de otro avión.

El caso es que los encuentros en ruta como el descrito son raros y pocas veces crean incidentes. El gran problema está en las cercanías de los aeropuertos. Por eso muchas veces vemos que hay bastante espacio entre un avión que aterriza y el que le sigue. OACI, la Organización de Aviación Civil Internacional reconoce 4 categorías de aviones basándose en su peso (en principio mayor peso implica generar una estela más fuerte, pero también que el avión se ve menos afectado cuando encuentra una estela ajena). La separación entre aviones que van a aterrizar dependerá de la categoría de ambos. Así, si un avión pesado (por ejemplo un B777) sigue a otro similar (por ejemplo un A330) deberán estar separados por al menos 4 millas náuticas, pero si el avión que va en segundo lugar es ligero (por ejemplo una avioneta) la distancia mínima son 6 millas. En la actualidad hay un proyecto para variar estas categorías y hacerlas más eficientes, pero no veo necesario entrar en más detalles.

Cuando los aviones despegan ocurre algo similar: si en un aeropuerto vemos una hilera de aviones grandes (A330, B787, B777, B767, A340, etc.) esperando turno para despegar y detrás un avión medio (un A320 o un B737 por ejemplo), veremos que el intervalo de tiempo entre el despegue de los aviones grandes es menor que cuando le toca al avión medio: a éste le afectaría más la estela del precedente y el controlador tiene que darle un margen extra. Por ello los controladores procuran agrupar los aviones que esperan para despegar según el tipo de aeronave: es mucho más ágil sacar primero a todos los aviones medios y luego a los pesados, buscando que transcurra el mínimo tiempo entre un despegue y el siguiente, que ir intercalando aviones al azar.

Por eso, a veces se está dentro de un avión que va a despegar y se ve cómo empiezan a pasar por delante uno tras otro aviones de gran tamaño. Cuando por fin le toca el turno al avión propio, éste entra en pista… y allí espera durante un par de minutos. Siempre hay alguien que da muestras de impaciencia; caramba, al fin y al cabo el anterior ha despegado ya, ¿a qué estamos esperando?. Ahora ya sabemos la respuesta: a estar seguros de que se ha disipado la turbulencia del precedente.

Si el reactor de negocios de nuestro ejemplo necesitó más de 3.000 metros de descenso sin control antes de recuperarse del encuentro, mejor no arriesgarse a tener un susto semejante cuando se está cerca del suelo y de ahí las precauciones. Si ya lo decía mi abuela: eso de ir por los aires, como las brujas, tiene que traer problemas. Menos mal que hay mucha gente trabajando en solucionarlos.

Compartir

  • Haz clic para compartir en X (Se abre en una ventana nueva) X
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva) Facebook
  • Haz clic para compartir en Meneame (Se abre en una ventana nueva) Meneame
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva) Correo electrónico
  • Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva) LinkedIn
Me gusta Cargando...

El precio del combustible

29 jueves Dic 2016

Posted by ibadomar in Aviación, Cultura de seguridad

≈ 1 comentario

Etiquetas

Accidente aéreo, Aviación, Combustible, Control aéreo, CVR, FDR, Lamia, RVSM, Seguridad aérea

Todos los accidentes aéreos crean expectación, pero el del Lamia 2933, ocurrido el pasado 28 de noviembre, ha tenido un impacto mediático mayor del habitual debido a que un equipo de fútbol al completo viajaba en la aeronave. Como es habitual, el informe del accidente aún tardará unos meses, pero ya existe un informe preliminar que, aunque no está disponible para el público, sí ha sido objeto de una presentación por parte de las autoridades colombianas.

A estas alturas ya está claro que el avión cayó por falta de combustible. En principio cuanto más combustible lleve un avión más seguro es el vuelo, por lo que habría que cargar el máximo posible. Pero si tenemos en cuenta que el consumo es mayor cuanto más pese el avión y que más combustible significa más peso, intentaremos no cargar demasiado para así reducir el consumo, lo que significa menor gasto y menor contaminación.

Estamos entonces ante un dilema: la seguridad requiere combustible de sobra, pero la economía requiere el mínimo posible. La solución es cargar lo necesario para el vuelo más una cantidad adicional suficiente para que el vuelo se considere seguro, pero sin necesidad de llenar los tanques hasta el límite. Como es de esperar en aviación, hay toda una normativa al respecto.

No está de más, por tanto, empezar repasando lo que dice la reglamentación internacional, aunque haciendo una importante salvedad: la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) dicta unas normas, pero cada Estado es soberano, por lo que puede aplicar su propia normativa si lo considera oportuno. Los países firmantes del Convenio de Chicago (en la práctica todos los del mundo) están obligados o bien a cumplir las normas OACI o bien a notificar en qué son diferentes las suyas propias. Por lo tanto, las reglas que voy a explicar a continuación deben considerarse como una referencia.

Para aclararlo más aún haré una comparativa entre lo que dice el Anexo 6 de OACI y las normas europeas (de aplicación en España) según se pueden encontrar en el reglamento (CE) 859/2008 de la Comisión. Así veremos un caso en que las normas no son exactamente las internacionales, pero también veremos que no hay demasiada diferencia. Las menciones a la normativa europea se incluyen en cursiva.

En el caso más habitual, el de un vuelo como el del accidente, el combustible del avión debe constar de las siguientes cantidades:

A: Combustible para el rodaje: el que se consumirá en tierra antes del despegue (en Europa las normas permiten no incluirlo si la cantidad no es significativa, aunque no se define qué es significativo. En la práctica todos los aviones comerciales lo incluyen).

B: Combustible para el trayecto: el necesario para el vuelo a destino.

C: Combustible para contingencias: previsto para posibles desvíos, diferencias en la ruta, vuelo a nivel de crucero distinto al previsto, rodaje prolongado, etc. Debe ser un mínimo de un 5% de B y en ningún caso inferior al necesario para una espera de 5 minutos a 1.500 pies sobre el aeródromo de destino. (En el caso europeo se menciona sólo el 5% del combustible para el trayecto. La opción de la espera de 5 minutos sería válida sólo para vuelos muy cortos).

D: Combustible para alternativa de destino: calculado para efectuar una aproximación frustrada en el aeródromo de destino, ascender a la altitud de crucero prevista, volar al aeródromo de alternativa y realizar allí la aproximación y aterrizaje. (La normativa europa es más permisiva, puesto que especifica que esta cantidad debe permitir llegar a un destino alternativo pasando por el destino previsto, pero no especifica la necesidad de hacer una frustrada y volver a subir, que sí requiere OACI).

E: Combustible de reserva final: en el caso de un avión con motores de turbina (todos los aviones comerciales en la actualidad lo son, salvo rarísimas excepciones) es el combustible necesario para hacer una espera de 30 minutos a 1.500 pies sobre el aeródromo de destino. (La normativa europea vuelve a ser más permisiva puesto que sólo requiere lo necesario para volar 30 minutos sin especificar las condiciones, que son muy restrictivas en el caso de OACI: a apenas 1.500 pies un reactor consume muchísimo).

F: Combustible adicional: se añade sólo en el caso de que B+C+D+E no sean suficientes para que en caso de fallo de motor o pérdida de presurización (lo que requiera más combustible) en el punto más crítico de la ruta se pueda volar 15 minutos en una espera a 1.500 pies sobre el aeródromo de destino y efectuar una aproximación y aterrizaje. (Es un caso muy restrictivo que la normativa europea ni siquiera contempla).

G: Combustible discrecional: en caso de que el piloto al mando considere necesaria una cantidad extra. (Esto es igual en la normativa europea. Al fin y al cabo el piloto es el máximo responsable de la seguridad de la aeronave).

Es muy importante fijarse en el término E, el combustible de reserva final. La normativa dice que cuando el avión aterrice esta reserva debe estar intacta. Si el piloto calcula que esto no va a ser así, debe declarar emergencia por falta de combustible.

Supongamos por ejemplo que un avión llega a destino, pero hay niebla y tiene que irse a su aeropuerto alternativo. Si ha cumplido con todas las normas, llegará con el combustible de reserva justo, pero no necesitará declarar emergencia. Puede que en el trayecto haya tenido que agotar su combustible de contingencia y entonces llegue muy muy justo, pero sin estar en emergencia. O puede que tenga que esperar porque  otros aviones se hayan dirigido al aeropuerto alternativo, y ya no le quede más remedio que declarar una emergencia, pero en principio, aun así tendría que tener suficiente para una media hora de vuelo.

Y ahora vamos con el accidente del avión de Lamia. Un caso que jamás debería haberse producido puesto que, a la vista de la presentación del informe preliminar, hubo varios incumplimientos, algunos de ellos escandalosos.

Las irregularidades comienzan en el plan de vuelo presentado. Para empezar, hay una inexactitud que afecta a las características del avión. Hasta principios de este siglo los aviones tenían que tener una separación mínima vertical entre ellos de 1.000 pies siempre que volaran por debajo de los 29.000 pies. Por encima se requería una separación de 2.000 pies. Esto se hacía así porque cuanto más se sube menos precisos son los altímetros.

Dado que cada vez hay más aviones, cada vez vuelan más alto y además la técnica ha avanzado mucho, se empezó a pensar en permitir que la separación mínima vertical fuera de 1.000 pies también por encima del límite de 29.000. Se estudió detenidamente esta posibilidad para garantizar que esto no plantearía problemas de seguridad y finalmente se permitió que los aviones que cumplieran determinados requisitos (RVSM) podrían volar manteniendo apenas 1.000 pies de separación vertical hasta los 41.000 pies de altitud. Los que no cumplieran tendrían que mantenerse por debajo de 28.000 pies.

Pues bien, en el plan de vuelo presentado para el avión de Lamia se especifica que sí estaba certificado RVSM, pero la realidad es que no lo estaba. El avión pidió, y se le autorizó, una altitud de crucero de 30.000 pies cuando no debería haber rebasado los 28.000. Una primera irregularidad que habría sido de escándalo de haber tenido un incidente con otro avión a esa altitud.

Otra irregularidad en el plan de vuelo era que su autonomía era igual al tiempo de vuelo. Esto implica que no se consideraba combustible de contingencia, ni combustible para ir a un aeropuerto alternativo, ni combustible de reserva final. Del discrecional ya ni hablamos.

Después de eso a nadie le extrañará que el avión despegara con un peso superior en más de 300 Kg al máximo para el que estaba certificada la aeronave. No es que sea mucho, y no influyó en el accidente, pero todo junto demuestra un preocupante desdén por la normativa.

Con esa cantidad de combustible no se debería haber iniciado el vuelo, pero la situación se agravó por volar con viento de cara. Precisamente el combustible de contingencia está para cubrir este tipo de casos, pero aquí no había ni una sola gota extra. ¿Por qué entonces no hizo el avión una escala técnica en Cobija, como se había previsto en un principio? También se podría haber hecho la escala en Leticia o en Bogotá.

El grabador de voces de cabina (CVR) demuestra que los pilotos pensaron en bajar en Leticia, pero no sabían si el aeropuerto estaría abierto o no. ¿Por qué no lo preguntaron entonces al control aéreo en vez de seguir vuelo? La situación era aún más crítica porque tuvieron que desviarse por mal tiempo en su ruta, otra circunstancia que debería haber estado cubierta por el combustible de contingencia. No sabemos mucho más de lo que pasó en cabina, porque el CVR dejó de grabar. Sí continuó funcionando normalmente el sistema que registra datos de vuelo (FDR). ¿Falló el CVR o fue desconectado? Por el momento no se saben las causas.

Entretanto, un avión diferente tenía un problema técnico. Una indicación en cabina que hizo a los pilotos desviarse a Rionegro, aeropuerto de destino del Lamia. No era una emergencia pero sí una anomalía y el control aéreo se curó en salud dando prioridad a esta aeronave. Por aquel entonces se activaba en el Lamia la alarma de entrada en reserva de combustible sin que los pilotos lo notificaran a control. Faltaban unos 20 minutos para el accidente y quien haya leído los parrafos sobre la normativa sabrá que el piloto debería haber declarado una emergencia.

Así que el Lamia se acercaba a su destino sin que nadie en tierra supiera que estaba en apuros. Había otros 3 aviones con destino Rionegro por debajo del Lamia, al que se envió a un circuito de espera sin que el piloto notificara que no podían esperar ni siquiera unos segundos. Faltaban 13 minutos para el accidente.

Cinco minutos después el Lamia pidió finalmente prioridad (sin declarar emergencia) por problemas de combustible. La situación debía de ser ya angustiosa puesto que el avión inició un descenso sin autorización previa. La controladora comenzó a dar instrucciones para apartar de la ruta del Lamia a otros aviones, llegando a cancelar la autorización de aproximación de otro avión. Es decir, que un avión que estaba enfilando la pista para aterrizar abortó su maniobra para acelerar la del Lamia.

Sólo cuando la controladora preguntó cuánto tiempo de vuelo les quedaba se produjo la declaración de emergencia. Faltaban apenas 6 minutos para el accidente y el motor número 3 se estaba parando por falta de combustible. 12 segundos después de fallar este motor fue el número 4 el que se paró. Pero el control aéreo no podía ser consciente de la gravedad de la situación puesto que el piloto no notificó que el avión había perdido dos de sus cuatro motores. La controladora preguntó si necesitarían asistencia en tierra pero el piloto, incomprensiblemente, respondió que no sería necesaria, a pesar de que ya sólo quedaba en marcha uno de los cuatro motores. Aquel último motor, naturalmente también terminó por pararse. En ese momento quedaban 3 minutos y 45 segundos para el accidente.

Cuando el avión no era ya más que un planeador muy poco apto para planear, a 2 minutos del accidente, se notificó fallo eléctrico y de combustible. No es raro, ya que la electricidad de un avión proviene de generadores movidos por el combustible y las baterías de reserva alimentan sólo instrumentos muy básicos. Poco después desaparecía definitivamente de la pantalla de radar.

Este accidente deja un sabor de boca muy amargo. La única conclusión posible es que en el dilema entre seguridad y economía se había optado por la segunda a costa de cualquier riesgo. Lo peor es la que existe la posibilidad de que otras veces se hubiesen realizado vuelos en condiciones similares sin que nadie lo supiera porque, simplemente, habían terminado sin consecuencias por puro milagro. Definitivamente hay muchas lecciones que aprender de este caso y será importante aprovecharlas. 71 vidas es un precio muy caro para no hacerlo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Compartir

  • Haz clic para compartir en X (Se abre en una ventana nueva) X
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva) Facebook
  • Haz clic para compartir en Meneame (Se abre en una ventana nueva) Meneame
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva) Correo electrónico
  • Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva) LinkedIn
Me gusta Cargando...

Los atascos del cielo

19 martes Jul 2016

Posted by ibadomar in Aviación

≈ 3 comentarios

Etiquetas

Aviación, Control aéreo, Control de afluencia, CTOT, Seguridad aérea, Slot

Ya estamos en pleno verano, y con él llega, como siempre, el calor, las vacaciones (no es mi caso, por desgracia), la acumulación de aviones en el aire… y los retrasos asociados. Es inevitable y muy sencillo de comprender cuando se realiza un viaje por tierra: si cientos de miles de vehículos ocupan las carreteras a la vez, todos sabemos que habrá atasco y tardaremos más de lo habitual en llegar a nuestro destino.

Cuando se viaja por aire ocurre exactamente lo mismo, sólo que la «carretera» no es visible y por eso el atasco no es tan evidente; pero las demoras sí lo son y lo peor es que no son sencillas de explicar. ¿Qué pasajero entendería a la primera a un piloto que dijese que a causa de las regulaciones en el aeropuerto de destino se les ha adjudicado un slot que provocará una demora de 20 minutos? Posiblemente casi ninguno, así que es más fácil decir que control aéreo no autoriza la salida, que es algo que todo el mundo entiende, pero que es una verdad a medias porque si no se autoriza la salida es porque el avión no tiene derecho a salir. Y quien toma la decisión no es el controlador, que se limita a transmitirla, sino el control de afluencia. Prometí hablar sobre él en un artículo en el que describía el trabajo del controlador aéreo y ha llegado la hora de cumplir la promesa.

El control de afluencia en Europa, tal y como lo conocemos hoy, tiene su origen en los años 80, que fue una época de retrasos generalizados en el tráfico aéreo. Se calcula que en 1986 el 12% de los vuelos sufrían una demora superior a los 15 minutos, porcentaje que subió al 25% de los vuelos en 1989 (datos disponibles en un libro sobre la historia de Eurocontrol que se puede descargar pinchando aquí). Se buscó una solución consistente en implantar un sistema europeo de control de afluencia, que entró en servicio en 1995. ¿Qué significa esto?

La idea básica es distribuir los retrasos de manera que el total sea el mínimo posible a la vez que se intenta que las demoras se produzcan cuando el avión está en tierra y no en el aire. Para conseguir esto existe una unidad central en Bruselas que recibe todos los planes de vuelo. En un plan de vuelo se especifica el tipo de aeronave, hora de despegue, ruta a seguir, altitudes… muchos datos que permiten saber con exactitud en qué sector del espacio aéreo estará el avión en un momento determinado.

Cada uno de esos sectores tiene una capacidad. Por ejemplo, supongamos que un sector dado admite 42 aviones en una hora. El trabajo de la unidad de Bruselas es asegurar que esa capacidad no se sobrepasa en ningún lugar de Europa. Si se da el caso de que en algún sector sí se excede, se adjudican demoras asignando lo que se conoce como slots. Se trata de dar una hora de despegue tal que el avión sufra un retraso en tierra que garantice que no se sobrepasará la capacidad del sector. Es el mismo espíritu de los sistemas de adjudicación de turno en una tienda: en lugar de intentar atender a una avalancha de clientes se le da a cada uno un número y así la espera es ordenada.

Lo veremos con un ejemplo. Supongamos que un avión emite un plan de vuelo y en Bruselas se comprueba que en un sector determinado hay una sobrecarga, así que a ese avión, como a muchos otros, se le asigna un slot (también llamado CTOT, que quiere decir hora calculada de despegue) para que llegue un poco más tarde al sector y así el tráfico esté distribuido de forma más uniforme. Por ejemplo, si el avión tenía previsto despegar a las 10:00, ahora se le dan 15 minutos de demora para que despegue a las 10:15. El CTOT tiene una tolerancia de 5 minutos de adelanto y 10 de retraso, con lo que la hora real de despegue debe estar entre las 10:10 y las 10:25. El controlador debe asegurarse de que el avión cumple y si no es posible, no debe autorizar el despegue. En ese caso, se debe pedir otro slot.

Que por culpa de un imprevisto (una anomalía técnica, un pasajero que no se presenta al embarque y tiene el equipaje a bordo, un tripulante que se pone enfermo…) no se pueda cumplir el CTOT es un problema muy engorroso. Supongamos el avión del ejemplo: tras la puesta en marcha se ilumina una alerta que avisa de un problema técnico. Se busca la solución mientras van pasando los minutos. Por fin, a las 10:15 se arregla todo y el avión está listo… pero el tiempo de rodaje hasta la pista de despegue son 15 minutos. El avión ha perdido el slot y tiene que pedir otro cuando ya tiene a todo el pasaje dentro y con los motores en marcha. No tiene maldita la gracia, pero es así.

Las cosas se pueden complicar algo más: si el CTOT no es aceptable para la aerolínea, se puede hacer un plan de vuelo distinto. A lo mejor el problema es un sector que se atraviesa a 38.000 pies, pero si se cambia el nivel de crucero a 34.000 no se pasa por él y se puede salir a la hora prevista inicialmente. O se puede modificar la ruta para rodear el sector conflictivo. Los problemas para control vienen cuando, una vez en el aire, se pretende alterar el plan de vuelo: el avión pide, por ejemplo, subir a 38.000 pies y no a 34.000. Puede que no ocurra nada por autorizarle o puede que se sobrecargue un sector que el avión atravesará dentro de una hora y del que el controlador que le tiene que autorizar no tiene ninguna información. Lo mismo pasa si el piloto solicita una ruta más directa para reducir el tiempo de vuelo. Por eso Eurocontrol insiste en que se cumpla el plan de vuelo lo más exactamente posible, como vemos en la siguiente imagen.

ATFMVemos que se pide en la imagen que el avión mantenga el nivel de vuelo previsto, el CTOT asignado y la ruta aprobada. Pero esto no siempre es posible. Supongamos una línea de tormentas: no hay piloto que acepte meterse en un cumulonimbo por mucho que su plan de vuelo pase por dentro de él ni controlador que no autorice al avión a desviarse. En estos casos, cuando el tráfico se complica, los centros de control pueden regular el tráfico reduciendo la capacidad de sus sectores. Por ejemplo, en lugar de admitir 42 aviones/hora se reduce este valor a 37. Eso lleva a más demoras y además tiene que hacerse con tiempo suficiente para que los aviones afectados estén aún en tierra.

Son decisiones difíciles de tomar porque no se basan en hechos sino en previsiones de lo que va a ocurrir. Si se regula el tráfico porque se prevé niebla o tormenta en la aproximación a un aeropuerto, inevitablemente habrá demoras y nadie quiere provocarlas con el riesgo de que la previsión no se cumpla. Pero si no se regula el tráfico el riesgo es aún mayor porque se dan situaciones muy desagradables y peligrosas. Pongamos un ejemplo basado en hechos reales:

Tormenta en el aeropuerto de Madrid-Barajas. Los aviones no pueden completar la aproximación, por lo que tienen que hacer esperas, lo que lleva a que las demoras se produzcan en el aire, gastando combustible y llenando el espacio aéreo. Los aviones empiezan a dar vueltas con una separación entre uno y otro de mil pies de altitud, hasta llegar a niveles que normalmente se emplean en vuelo de crucero (pongamos 32.000 pies). Como siguen llegando aviones por no haberse regulado el tráfico hay que tomar medidas de emergencia y se paran todos los despegues de aviones procedentes de aeropuertos cercanos con destino Madrid para que no se sumen a las esperas (aeropuertos de Bilbao, Santander, Vigo, Santiago de Compostela, Valencia, Alicante, etc.).

La situación se prolonga y algunos aviones que empiezan a estar escasos de combustible piden ir al aeropuerto alternativo, que en este caso suele ser Valencia, pero este aeropuerto tiene una capacidad limitada y pronto empieza a escasear el sitio por lo que hay que buscar urgentemente otros aeropuertos que puedan aceptar tráfico. Todo esto supone una multitud de llamadas de teléfono, modificación sobre la marcha de planes de vuelo, mantener la separación mínima entre sí de una cantidad anormalmente alta de aviones en una situación de tormenta con todo el mundo fuera de su ruta, etc, etc. Una pesadilla en el lado tierra.

En el lado aire la situación no es mejor: el piloto no sabe cuándo podrá aterrizar, tiene que mantener la atención en la cantidad de combustible que queda y decidir si se va al aeropuerto alternativo y, para colmo, de pronto oye por radio como a un compañero suyo le dicen que ya no hay sitio en su alternativo y que le mandan a aterrizar a otro lugar. No sólo va a llegar tarde, es que tampoco va a llegar a su destino y para remate ni siquiera va a aterrizar en el aeropuerto previsto para este caso. No sabe nada: ni dónde va a aterrizar ni cuándo, ni si acabará viviendo una emergencia por falta de combustible. Por su parte, los aviones que están en aeropuertos cercanos esperando para salir hacia Madrid no tienen asignado un CTOT, por lo que ellos tampoco saben qué va a ocurrir: si su demora será de diez minutos o de una hora. Al menos les queda el consuelo de que están a salvo en tierra. Como dicen los pilotos veteranos: mejor estar abajo deseando estar arriba que estar arriba deseando estar abajo.

El control de afluencia es, en resumen, un trabajo delicado. Si no se hace perfectamente se reciben las críticas de todos los que padecen situaciones como la descrita, pero por bien que se haga siempre habrá quejas de quienes sufren una demora en tierra porque se les ha asignado un CTOT. Aunque en ambos casos, las críticas procederían de profesionales del sector, porque todo la información que le llega al pasajero medio es que la demora es «por causa del control aéreo».

Compartir

  • Haz clic para compartir en X (Se abre en una ventana nueva) X
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva) Facebook
  • Haz clic para compartir en Meneame (Se abre en una ventana nueva) Meneame
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva) Correo electrónico
  • Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva) LinkedIn
Me gusta Cargando...
← Entradas anteriores
Entradas recientes →

Por iBadomar

Avatar de Desconocido

Únete a otros 111 suscriptores

Estadísticas del blog

  • 123.385 visitas

Páginas

  • Diez años en Los Gelves
  • Sobre el blog
  • Un año en Los Gelves

Archivo de entradas

Etiquetas

Accidente aéreo Alejandro Magno Alemania Antigüedad Arqueología Arquitectura Arte Atenas Aviación Batalla Carlos II Cartago Cervantes Churchill Cine Comet Comunismo Constantinopla Constitucion Control aéreo Corrupción Corsarios Cruzadas Cultura de seguridad Cultura justa Diocleciano Edad Media Edad Moderna Egipto Esparta España Espionaje Factores humanos Felipe V Fiscalidad Francia Franquismo Grecia Guerra del Peloponeso Guerra de Sucesión Guerra Fría Herodoto Hindenburg Historia Hitler ILS Imperio Bizantino Incidente aéreo Inocencio III Isabel I Isabel II Jerjes Jolly Roger Julio César Literatura Ludendorff Luis XIV Luis XVIII McRobertson Messerschmitt Modelo de Reason Modelo SHELL Momentos cruciales Mussolini Napoleón Navegación aérea Periodismo Persia Pintura Piratas Política Prehistoria Primera Guerra Mundial Pétain Radar Reactor Realismo Renacimiento Restauración Revolución Roma Salamina Segunda Guerra Mundial Seguridad aérea Sicilia Siglo XIX Siglo XVII Siglo XVIII Siglo XX Sila Stalin TCAS Temístocles Tetrarquía Tito Livio Transición Técnica Uberlingen Ucrania URSS

Meta

  • Crear cuenta
  • Iniciar sesión
  • Feed de entradas
  • Feed de comentarios
  • WordPress.com

Crea un blog o una web gratis con WordPress.com.

Privacidad y cookies: este sitio utiliza cookies. Al continuar utilizando esta web, aceptas su uso.
Para obtener más información, incluido cómo controlar las cookies, consulta aquí: Política de cookies
  • Suscribirse Suscrito
    • Los Gelves
    • Únete a otros 111 suscriptores
    • ¿Ya tienes una cuenta de WordPress.com? Inicia sesión.
    • Los Gelves
    • Suscribirse Suscrito
    • Regístrate
    • Iniciar sesión
    • Denunciar este contenido
    • Ver el sitio en el Lector
    • Gestionar las suscripciones
    • Contraer esta barra
 

Cargando comentarios...
 

    %d