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Hoy vamos a hablar de aviones, pero no de tragedias ni de hechos históricos sino de una de las más increíbles anécdotas que se han vivido en el aire. Me enteré de ella hace un par de años leyendo la revista profesional The Controller y, aunque es una historia espectacular, no parece que sea demasiado conocida. Naturalmente, no puedo resistirme a contarla.

El vuelo que unía Portland y Seattle el 24 noviembre de 1971 podría haber sido un vuelo como cualquier otro. El avión lo ocupaban 36 pasajeros y 6 tripulantes, que viajaban en un Boeing 727. Éste era un avión de un tipo no muy común, puesto que no abundan los trimotores en la historia de la aviación. Era un monoplano de ala baja, timón en T… pero mejor será verlo y para eso tomaremos prestada, como de costumbre, una foto de Wikipedia en la que podemos ver uno de estos aviones.OLYMPUS DIGITAL CAMERAEstando el avión en vuelo, el pasajero del asiento 18E, que había embarcado bajo el nombre de Dan Cooper, le pasó una nota a una azafata, que la guardó sin pensar más en ello. Si el tal Cooper hubiese sido un simple ligón que intentaba concertar una cita la cosa habría quedado ahí, pero el hombre se dirigió a ella en tono confidencial diciendo «Es mejor que lea la nota. Tengo una bomba», mientras le mostraba un maletín entreabierto dentro del cual se veían varios cilindros rojos y una maraña de cables que hacían pensar que Cooper hablaba muy en serio.

La cosa era sencilla: el pasajero quería 200.000 dólares, dos paracaídas y que el avión repostara en Seattle. El piloto transmitió sus exigencias y se acordó acceder. Al resto del pasaje se le dijo que tardarían un poco en desembarcar por motivos técnicos y el vuelo siguió con una normalidad fuera de lo común dadas las circunstancias. Cooper parecía un pasajero corriente y no aparentaba estar nervioso ni alterado. Mientras el avión tomaba tierra, el FBI preparaba 10.000 billetes de 20$ previamente microfilmados y se hacía con 2 paracaídas procedentes de una escuela de paracaidismo.

Cooper tenía motivos para estar contento porque todo iba saliendo según su plan. En Seattle le entregaron una mochila con el dinero, además de los dos paracaídas, y pronto el secuestrador se quedó casi solo en el avión: le acompañaban únicamente los pilotos y una azafata. Con el avión repleto de combustible se produjo el despegue hacia México, pero esta vez el avión no iba solo sino que lo escoltaban, fuera del ángulo de visión para no ser vistos, dos aviones de caza. Se iniciaba un vuelo muy poco convencional.

Para empezar con las rarezas, Cooper pidió a los pilotos que volaran bajo, a no más de 10.000 pies, y siempre manteniendo la mínima velocidad posible, para lo que debían dejar el tren de aterrizaje desplegado y los flaps fijos a 15º. En esas condiciones el consumo de combustible iba a ser anormalmente alto y los pilotos explicaron que sería imposible llegar a México. Cooper accedió a hacer una escala en Reno, Nevada, para repostar. Más tarde pidió que toda la tripulación se quedara en la cabina de pilotos hasta que hubieran aterrizado en Reno.

En noviembre anochece temprano y por lo tanto ya era de noche cuando, a eso de las 8 de la tarde los pilotos vieron cómo se encendía la luz de apertura de la rampa posterior. El 727 había sido diseñado para poder operar en aeropuertos pequeños y por eso tenía una rampa en la parte de cola, que podía desplegarse, convirtiéndose en una escalera para acceder a bordo sin necesidad de usar servicios externos en el aeropuerto. Ésa era la rampa que se había abierto y que permaneció así todo el vuelo hasta el aterrizaje en Reno, que se produjo a eso de las 10 y cuarto de la noche. Pero Cooper ya no daba señales de vida y cuando la policía entró en el avión y lo registró descubrieron que el hombre conocido hasta entonces como Dan Cooper ya no estaba a bordo.

727dbGif tomado de Wikipedia

Por supuesto se iniciaron las investigaciones y se interrogó a todas las personas consideradas sospechosas. Entre ellas estaba un tal D.B. Cooper, que tenía antecedentes por algún delito menor. Esto provocó que un periodista se equivocara y publicara que el secuestrador había usado el nombre de D.B. Cooper. Curiosamente el error hizo fortuna y desde entonces se conoce al audaz ladrón con el nombre de D.B. Cooper. Pero ¿qué fue de él?

Para empezar nadie sabe en qué lugar exacto abandonó el 727. Un movimiento brusco del avión a las 20:13 hace pensar que fue a esa hora cuando se produjo el salto, pero es difícil de creer que Cooper se decidiera a abandonar el avión entonces, por muy audaz que fuera, porque estaban atravesando una tormenta. Aunque puede que no fuera osado sino temerario hasta la insensatez puesto que aparentemente saltó en paracaídas de noche, sobre el monte, con mal tiempo, sin casco y utilizando el peor de los dos paracaídas que tenía a su alcance. Puede que tuviera un cómplice esperándole, pero parece imposible que pudieran concertar un punto exacto de aterrizaje en esas condiciones. Una pista sobre el lugar del salto son unos paquetes de billetes que formaban parte del botín y que encontró un niño muchos años después, en febrero de 1980. Para añadir misterio al asunto el niño los encontró en un lugar muy lejos de donde deberían haber caído.

Hay otras pistas en este caso. Se conserva la corbata que llevaba Cooper en el avión y en ella hay muestras de ADN, pero no sirven de nada sin un sospechoso con el que cotejarlas. También se sabe que Cooper parecía conocer bien el 727: sabía que se podía bajar la escalera posterior en vuelo y conocía los tiempos de repostaje. Más aún, sabía que los flaps se podían desplegar a 15º, que es un reglaje que sólo el 727 empleaba. A finales de 2011 se encontraron restos de titanio en la corbata que dejó en el avión y en 1971 el titanio era un material muy raro con pocas aplicaciones. Con estos indicios hay quien piensa que Cooper podría haber sido un ex-empleado de Boeing puesto que en aquella época la empresa pasó por grandes dificultades a raiz del fallido programa de avión supersónico de pasajeros y fueron muchos los que perdieron su empleo.

Parece imposible que Cooper pudiera sobrevivir a aquel salto y probablemente no lo hizo, pero en ese caso ¿dónde está el cadaver? A mí me gusta pensar que quizás supo esconderse en el avión y fue lo bastante hábil para despistar a todo el mundo o que en su maletín llevaba el equipo adecuado para sobrevivir a un salto que, para empezar, debería haberlo matado por congelación. Cierto que cometió un delito, pero lo hizo con osadía y elegancia, sin maltratar a nadie y dejando un enigma irresoluble tras de sí. Le salieron algunos imitadores, pero ninguno tuvo éxito, que yo sepa. Además, se hizo imposible repetir la hazaña cuando los ingenieros de Boeing modificaron el 727 para evitar que la rampa posterior pudiera abrirse en vuelo.

DBCooperLa verdadera personalidad de Cooper sigue siendo un misterio, como lo es su destino final. Pero si en el baúl de los recuerdos de familia encontráis la foto de un hombre parecido al del dibujo adjunto, recordad avisarme antes de mencionar su existencia a las autoridades. Con lo que sabemos de D.B. Cooper tengo para este artículo, pero si pudiera conocer lo que se ignora de él tendría para todo un libro… y no sabéis cuánto me gustaría escribirlo. 😉