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Dedicado a @AntonioMaestre, porque una discusión tuitera con él dio origen a este artículo, y puede que a otro u otros dos más.

Como apenas sigo los medios de comunicación no estoy seguro de si se ha conmemorado de alguna manera especial el octavo centenario de la batalla de las Navas de Tolosa. Me da la impresión de que no, y eso a pesar de que es un acontecimiento muy significativo de nuestra Historia. Intentaré poner mi granito de arena para divulgar qué ocurrió aquel 16 de julio de hace 800 años en la batalla que inspiró este cuadro de van Halen que hoy puede contemplar quien se acerque a visitar el Senado, si es que hay alguien que lo haga.

En uno de mis primeros artículos dije que hay algunos raros momentos en los que se aprecia cómo la Historia se encuentra ante una bifurcación y toma uno u otro camino. Aquél 16 de julio de 1212 se considera por lo general como uno de esos días, aunque puede que no fuese tan decisivo como se cree: el poder almohade declinaba y los reinos cristianos estaban en plena pujanza, así que posiblemente una victoria andalusí no habría hecho sino retrasar lo inevitable. Naturalmente no podemos estar seguros, ya que una derrota cristiana podría haber dado a los andalusíes la capacidad de retomar la iniciativa y reorganizar su reino. En ese caso el mundo no sería como hoy lo conocemos. Pero vayamos a los hechos.

En el siglo XI la presión de los reinos cristianos había crecido de tal manera que los reyes de taifas acudieron en busca de ayuda al norteafricano imperio almorávide, pese a la desconfianza que el extremado rigor religioso de aquellos bereberes recientemente convertidos al islam inspiraba a los musulmanes de al-Ándalus; pero a mediados del siglo XII los almorávides ya no eran la gran potencia militar de antaño y habían relajado un tanto su pasión por la religión. Surgió por entonces, también en el norte del África, una nueva amenaza para almorávides y cristianos: los almohades.

Si los almorávides estaban unidos por la religión y los lazos tribales, sus enemigos almohades debían su cohesión casi en exclusiva a su intransigencia religiosa, que incluso les llevaría a considerar a sus teóricos hermanos de fe de al-Ándalus como herejes cuya sangre puede ser derramada en la guerra santa. La paradoja estriba en que durante la segunda mitad del siglo XII, una vez que los almohades dominaron al-Ándalus tras acudir en apoyo de los musulmanes hispanos de la misma manera que lo habían hecho cien años antes sus predecesores, resultaron más tolerantes que éstos. Al menos así lo piensan muchos historiadores a la vista de los numerosos edictos que el califa almohade escribía para recordar los rigores de la religión y amenazando con duros castigos a quien no cumpliera. ¿Por qué se repetían tanto las mismas órdenes si no era porque en realidad no llegaban a acatarse? Que filósofos como Averroes desarrollaran su actividad en esta etapa parece demostrar que hubo más tolerancia de la que cabría sospechar.

Con rigor o sin él la cohesión social de al-Ándalus debía mucho al poder militar almohade, pero a finales del siglo XII se empezaba a notar su declive. Ciertamente aún lograrían imponerse a Alfonso VIII en Alarcos en 1195, pero sus rivales almorávides habían resurgido en el norte de África con el peligro que ello suponía. Quizás por esto el califa de ese momento redobló su fervor y buscó congraciarse con los teólogos con medidas extremas como la persecución a los filósofos o imponiendo a los judíos la obligación de llevar una señal distintiva para diferenciarlos de los musulmanes.

También en el campo cristiano había devoción. Tanta que un viejo conocido de este blog, el Papa Inocencio III decidió llamar a los caballeros europeos a una cruzada contra los almohades. El llamamiento no tuvo demasiado eco salvo en los reinos peninsulares y aun así con algunas reservas: Alfonso IX de León no sólo no estuvo presente en las Navas sino que aprovechó la ocasión para recuperar algunas plazas que habían quedado en poder de Castilla, mientras que sólo la amenaza de excomunión movió a Sancho el Fuerte de Navarra a acudir con retraso y a la cabeza de un reducidísimo ejército. La contienda fue breve, puesto que la campaña llevó a una única gran batalla, que tuvo lugar el 16 de julio de 1212.

El resultado de la batalla de las Navas de Tolosa, aun siendo una gran victoria cristiana, no supuso para los musulmanes el cataclismo que comúnmente se cree. La prueba es que en 1214 Alfonso VIII de Castilla, que no conseguía avances en sus campañas y veía cómo una grave sequía hacía imposible el esfuerzo de guerra, firmó una tregua con los musulmanes para morir poco después dejando un heredero de apenas 11 años con la incertidumbre que ello suponía para el reino. Por su parte, Pedro el Católico de Aragón tampoco sobrevivió largo tiempo a la victoria de las Navas: murió en 1213 dejando como heredero a un niño de apenas 5 años, el futuro Jaime el Conquistador, mientras peleaba paradójicamente contra un ejército cruzado que pretendía combatir la herejía cátara en un conflicto en el que en realidad se disputaba el control del condado de Tolosa (Toulouse). El tercer rey cristiano presente en las Navas, Sancho el Fuerte de Navarra, tuvo mejor suerte puesto que reinó aún durante 22 años.

En cuanto al derrotado califa al-Nasir, conocido entre los cristianos como Miramamolín, se refugió en Marraquech, donde fue asesinado en 1213. Le sucedió su hijo al-Mustansir de 15 años, que al parecer no tenía especiales dotes de gobierno y sí una gran afición a lidiar toros. De hecho parecer ser que su muerte, en 1224 se produjo en un accidente taurino. No dejó herederos, lo que complicó aún más la delicada situación almohade.

En resumen, la batalla fue crucial, pero puede que no fuese exactamente decisiva. El declive almohade se debe más a su fracaso en cohesionar su propio imperio que a factores externos. Los reinos cristianos consiguieron grandes avances en la Península en el siglo XIII, pero no inmediatamente después de la que fue, eso sí hay que reconocerlo, una importantísima victoria. Lástima que se haya perdido la ocasión, una vez más, de dar a conocer un episodio que explica por qué hoy somos como somos.