No soy el único que cada 1 de enero, como ritual de inicio de año, escucha el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, que se transmite en directo para todo el mundo. Millones de personas lo hacen, pero para los que están en la sala de conciertos hay un aliciente especial: al llegar al último tema, la Marcha Radetzky, los espectadores, cuando lo indica el director de orquesta, participan dando palmas. La marcha Radetzky y sus palmas se han convertido en una tradición inseparable del propio concierto hasta el punto de ser su momento más representativo. Y mira que inmediatamente antes suena El Danubio azul, pero ni el más famoso de los valses puede competir ese día con la marcha Radetzky. Me pregunto cómo se lo tomarán en Milán, donde Radetzky también está asociado, pero no tan festivamente, al 1 de enero, concretamente al del año 1.848.
Retrato del mariscal Radetzky tomado de Wikipedia
Aquel año comenzaba con una Italia dividida políticamente. Florencia, por ejemplo formaba parte del Ducado de Toscana, mientras que el centro de la península italiana estaba bajo el control de los Estados Pontificios, el Reino de Nápoles controlaba el sur… en resumen, lo que hoy es Italia era todo un mosaico de pequeños estados. En el norte, Lombardía y el Véneto estaban bajo el dominio austriaco, pero el siglo XIX, el siglo del nacionalismo, no podía dejar de producir movimientos en pro de la unificación de toda Italia. Es lo que se conoce como el Risorgimento.
En semejante situación, el ejército austriaco era, naturalmente, uno de los principales enemigos a batir por los partidarios de la unificación italiana. El comandante en jefe de las fuerzas en Italia de dicho ejército, con cuartel general en Milán, era precisamente el mariscal Radetzky, un veterano de las guerras napoleónicas que podía ser severo en ocasiones, pero siempre honesto. Era muy querido por sus soldados, pero siendo un representante del poder austriaco, no podía dejar de ser detestado por los simpatizantes de la unificación.
Aquel 1 de enero de 1.848, a sus 81 años, Radetzky se enfrentaba a una insólita crisis: una huelga de fumadores. Los partidarios de la unificación habían decidido comenzar el año con un desafío al poder austriaco, proclamando una acción simbólica contra dos costumbres muy arraigadas que suponían una importante fuente de ingresos para el estado: fumar y jugar a la lotería. Se calcula que entre las dos aportaban unos 13 millones de liras de la época (unos 65 millones de euros actuales) al estado austriaco. Se publicó un manifiesto comparando los impuestos al tabaco con los del té en la América del siglo XVIII, que habían supuesto un chispazo para iniciar la independencia de Estados Unidos y se llamaba a abstenerse de fumar en una huelga que comenzaría el 1 de enero de 1.848.
El nuevo año se presentaba por lo tanto turbulento en potencia. Sin embargo, la mañana del día de Año Nuevo transcurrió tranquila, probablemente porque todo el mundo se había acostado tarde y era difícil encontrarse con algún transeúnte. Por la tarde ya se empezó a observar que era raro ver a alguien fumando por la calle y cuando algún ciudadano se saltaba la consigna y encendía un cigarro, no faltaba quien rápidamente le recordaba, con educación o bruscamente, que un patriota debía abstenerse de fumar. Apenas hubo incidentes y en general el día transcurrió con normalidad.
Pero el 2 de enero la tensión fue en aumento. Algunos milaneses, necesitados de su ración de nicotina, decidían encenderse un cigarro con huelga o sin ella. Otros milaneses les increpaban o les agredían. La policía intentó mediar al principio, pero por la tarde policías y militares comenzaron a reprimir la huelga a su manera: fumando como carreteros, incluso dos cigarros a la vez, y echando el humo a la cara de los transeúntes. La situación se deterioraba cuando Radetzky ordenó a los militares volver a sus cuarteles. Los primeros incidentes se habían producido ya, pero no eran graves de momento.
El 3 de enero la situación cambió completamente. Los exaltados comenzaron a enfrentarse a pedradas con los soldados que fumaban y a los que esta vez se les había dado libertad de acción. Los soldados, como era de esperar, respondieron usando la fuerza y los enfrentamientos se fueron recrudeciendo en una ciudad cuyos pobladores ya estaban de por sí bastante alterados por la falta de su nicotina habitual. Al final del día había seis muertos y más de cincuenta heridos. Tras la jornada de violencia la huelga se extinguió por sí sola y la calma volvió a Milán, pero fue una calma tensa, presagio de la insurrección conocida como «los cinco días» de Milán, que tuvo lugar apenas dos meses más tarde en el contexto de las revoluciones europeas de 1.848. La insurrección fracasó, pero no sin degenerar en una guerra abierta que se prolongaría hasta el verano de 1.849 y en la que Radetzky, a pesar de su avanzada edad, se distinguió de tal manera que Johann Strauss (padre) compuso la Marcha Radetzky como homenaje a la intervención del anciano mariscal en la batalla de Custoza, librada en julio de 1.848.
En reconocimiento a su enérgica actuación, Radetzky, pese a no pertenecer a la familia de los Habsburgo, fue nombrado virrey de Lombardía-Venecia, cargo que ocupó hasta un año antes de su muerte, ocurrida en enero de 1.858 a los 91 años de edad. No llegó por lo tanto a ver cómo Austria perdía el dominio sobre Milán apenas un año después, en 1.859, por lo que debió de morir con la satisfacción del deber cumplido.
Si el anciano mariscal pudiera salir de su sepultura y ver que un siglo y medio más tarde Austria ya no es ni una monarquía ni una gran potencia, que los gobiernos se empeñan en demonizar el consumo de tabaco en lugar de fomentarlo y que a él no se le recuerda por su labor como gobernador ni como militar sino como quien dio nombre a un tema de Strauss que suena cada 1 de enero, probablemente decidiría volverse a su tumba. Eso sí, al paso marcado por la marcha que lleva su nombre y fumándose un cigarro.






