• Sobre el blog
  • Un año en Los Gelves
  • Diez años en Los Gelves

Los Gelves

~ Somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos.

Los Gelves

Archivos de etiqueta: Fokker

El venerable embajador de Knowlton

12 domingo Nov 2023

Posted by ibadomar in Aviación, Historia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Aviación, Fokker, Historia, Primera Guerra Mundial

Hay una tradición que debe respetarse: la de publicar un artículo en el aniversario de este blog, aunque haya pasado un año desde la última entrada. Si todo va bien, espero poder añadir pronto un par de artículos que tengo en la cabeza y retomar así la costumbre de publicar esporádicamente. Por el momento, para la entrada de hoy, mezclaré Historia y aviación añadiendo un toque personal y, ya que estamos en el aniversario del blog, el telón de fondo de la Primera Guerra Mundial. Todo para contaros que hace algo más de un año vi un Fokker D. VII original, completamente original. Sin ninguna modificación desde 1918.

Todo empezó con una reunión que coincidió en parte con unas vacaciones. La reunión tuvo lugar en Montreal, cómo no, ciudad que hospeda la sede de OACI (Organización de Aviación Civil Internacional). Naturalmente, una vez que la reunión terminó había que aprovechar las vacaciones, y ya que estaba en Quebec un buen plan era recorrer la zona. Así fue como un día mi navegador GPS me llevó a una carretera local canadiense cortada por obras sin ofrecer ninguna posibilidad alternativa para llegar a mi destino, que ni siquiera recuerdo cuál era. Conduciendo al azar, intentando que el navegador se decidiera a encontrar una ruta diferente, llegué por pura casualidad al pueblo de Knowlton, en el condado de Brome. Habría pasado de largo, o como mucho me habría tomado un café contemplando las vistas del lago Brome, si no fuera porque vi un cartel del museo local en el que se mencionaba la existencia de un Fokker D. VII. Entonces comprendí que la reunión, las vacaciones y el corte de carretera habían sido una jugada del destino para llevarme allí. Imposible pasar de largo.

El Fokker en cuestión es un biplano de finales de la Gran Guerra. Corría el año 1917 cuando Alemania veía como sus triplanos Fokker Dr. I se veían superados por los diseños más avanzados de los aliados: aviones como el SPAD S. XIII o el S.E. 5 eran más rápidos y sólidos que el triplano alemán. Por su parte el Sopwith Camel, aunque difícil de manejar, era muy maniobrable y letal en manos de un piloto experto. El Dr. I tenía una excelente velocidad ascensional y una agilidad inigualable, pero resultaba demasiado lento y no era tan sólido como sus rivales. A finales de 1917, Fokker ya trabajaba en el proyecto de un futuro avión de caza, y modificaba los prototipos siguiendo los consejos de ases como Manfred von Richtofen.

De izquierda a derecha y de arriba abajo: SPAD S. VII, S.E. 5, Sopwith Camel y Fokker D. VII.(Imágenes de Wikipedia)

El mítico Barón Rojo voló, en efecto, prototipos del D. VII, sugirió algunas modificaciones y lo consideró un excelente aeroplano, pero no llegó a probarlo en combate porque los primeros aparatos llegaron a las unidades a principios de mayo de 1918, apenas unos días después de su muerte. Con algunas excepciones como Josef Jacobs, que seguía prefiriendo los triplanos, el nuevo Fokker se convirtió pronto en la montura preferida de todos los ases alemanes. No era para menos: el avión, además de muy sólido y maniobrable, era también noble en sus características de vuelo. Sus adversarios aprendieron a respetarlo, cuando no a temerlo, y la mejor prueba la tenemos en la cuarta cláusula del armisticio firmado el 11 de noviembre de 1918.

Dicha cláusula especifica que los alemanes debían entregar en buen estado 5.000 cañones (la mitad pesados, la mitad de campaña), 2.500 ametralladoras, 3.000 morteros lanzaminas y 1.700 aviones de caza y bombardeo, empezando por todos los D. VII y todos los aviones de bombardeo nocturno. Grande debía de ser la impresión causada por el biplano alemán cuando se le cita expresamente en los términos de la rendición y se exige la entrega de todas las unidades.

Como era de esperar, esta cláusula no se respetó al pie de la letra, entre otras cosas porque el propio Anthony Fokker se las apañó, a base de sobornos, para regresar a su Holanda natal con varios trenes cargados con unos 200 aviones (en su mayor parte del tipo D.VII) y 400 motores de aviación, que emplearía para volver a establecerse como constructor de aeronaves.

De los aviones que sí se entregaron a los aliados como trofeo de guerra veintidós fueron a parar a Canadá. Algunos de ellos fueron donados a diversas universidades, mientras que siete pasaron a formar parte de una compañía que daba exhibiciones aéreas y que dirigía el as canadiense Billy Bishop (72 victorias). El avión que nos ocupa encontró su destino cuando un influyente senador canadiense llamado George Foster, nacido en Knowlton, solicitó varios trofeos de guerra con la intención de exponerlos en su pueblo natal. Es de suponer que el senador sabía bien lo valioso que era un Fokker D. VII puesto que su hijo fue piloto durante la guerra con siete victorias en su haber. Y así fue como en 1921 el avión fue instalado en Knowlton. Y 101 años después yo llegué allí por azar e hice algunas fotografías:

No es éste el único ejemplar de Fokker D. VII superviviente. Existen al menos otros siete en distintos museos, pero el de Knowlton sí tiene una característica singular: es el único que nunca ha sido restaurado, y por lo tanto conserva el entelado de fábrica. Esto lo ha hecho muy valioso para estudiar el peculiar esquema de camuflaje en formas romboidales que los alemanes utilizaron al final de la guerra y que es conocido como lozenge. En este caso está compuesto de cuatro colores.

Por lo demás, el museo es muy pequeñito, pero alberga historias interesantes. Historias que tienen más relación con la vida local que un avión construido y utilizado a miles de kilómetros de allí. Esto llevó en 2010 a una polémica sobre el futuro del Fokker. Algunos querían vender el avión para mejorar con el dinero el resto del museo, mientras que otros se negaban a ver partir la joya local. La edad del avión hizo aconsejable no moverlo de un lugar en donde, aun sin recibir el cuidado especial que habría encontrado en otros museos más ricos y especializados, sí ha sido bien tratado. Finalmente, el venerable biplano se quedó en la que es su morada desde hace más de un siglo.

De manera que si algún aficionado a la historia de la aviación pasa por el condado de Brome, en Quebec, ya sabe qué museo es de visita obligada. En él podrá ver el mejor avión que produjo el espectacular avance técnico de la Gran Guerra, pero también conocer otras historias, como el peculiar plan que se trazó en el siglo XIX para obtener mano de obra barata en Canadá a la vez que se reducía el problema del vagabundeo en la metrópoli: trasladar como trabajadores a niños pobres ingleses, muchos de los cuales tuvieron en un centro de acogida de Knowlton su primer hogar canadiense; un episodio que merece un estudio más detallado y que yo no habría conocido de no haberme detenido a contemplar el D. VII, de la misma forma en que jamás habría oído hablar de Knowlton, algo que seguramente le ocurre a la mayoría de quienes leen esto.

No sé si la labor de divulgación vale tanto como el millón de dólares que, según una casa de subastas de Nueva York, podría haber alcanzado el avión, pero demuestra que el viejo Fokker, aunque ya no esté en forma para combatir en un duelo acrobático, es perfectamente capaz de servir de embajador para dar a conocer a forasteros como yo algunos detalles sobre el rincón del mundo que se ha convertido en su hogar.

Compartir

  • Haz clic para compartir en X (Se abre en una ventana nueva) X
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva) Facebook
  • Haz clic para compartir en Meneame (Se abre en una ventana nueva) Meneame
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva) Correo electrónico
  • Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva) LinkedIn
Me gusta Cargando...

Una ametralladora para Roland Garros

12 sábado Nov 2016

Posted by ibadomar in Aviación, Historia

≈ 1 comentario

Etiquetas

Aviación, Fokker, Historia, Marne, Morane-Saulnier, Nesterov, Nieuport, Primera Guerra Mundial, Quénault, Roland Garros, Siglo XX

Ya es 12 de noviembre, que es tanto como decir que este blog está de aniversario. Cinco años llevo publicando artículos, aunque sea un tanto irregularmente, lo que dice bastante de mi constancia y de la paciencia de quienes me leen. Celebremos ambas de la única manera lógica posible: con un nuevo artículo.

Si algo tiene este blog de peculiar es que no tiene una temática definida. Hay predominio de los artículos de Historia, seguidos de los de aviación, pero sin que el blog tenga por qué limitarse a ellos. Además, una tradición autoimpuesta me obliga a publicar un artículo sobre la Primera Guerra Mundial en cada aniversario. Con esas premisas sería lógico que el blog estuviese plagado de artículos sobre aviación en la Primera Guerra Mundial. Pues no. Mira que podrían dar juego, pero no hay ni uno solo. Hasta hoy.

Aquella contienda cambió el mundo de muchas maneras, en buena medida porque se desarrollaba entre naciones plenamente industrializadas en un momento en que la tecnología abría unas posibilidades mecánicas impensables hasta poco antes. Las ametralladoras automatizaban la tarea de disparar un tiro tras otro, la artillería contaba con cañones de potencia nunca vista, la industria química aportaba los gases venenosos y, gracias a los aviones y submarinos, la guerra dejaba de estar limitada a la superficie terrestre y marítima para subir a los cielos y bajar a las profundidades.

En realidad la guerra aérea no era una novedad completa. La observación militar por medio de globos se empleó por primera vez en 1794 y el uso de la aeronave más pesada que el aire con fines militares empezó apenas 8 años después del vuelo de los hermanos Wright. Fue en 1911, cuando los italianos emplearon aeroplanos en Libia, no sólo para observación, sino también para ataque a tierra. Tan pronto como empezó la guerra en Europa, los aviadores se convirtieron en los ojos de los ejércitos y así fue como Francia pudo detener la embestida alemana en el Marne gracias a las informaciones obtenidas desde el aire, como ya publiqué en otra ocasión.

Ver es bueno, pero ver sin ser visto es mucho mejor, sobre todo cuando se está en guerra, y pronto se buscó la manera de derribar a los aviones enemigos y asegurar la protección de los propios. Al principio se intentó usar armas ligeras, manipuladas por un observador mientras el piloto se dedicaba a controlar el avión, pero es difícil acertar a un blanco en movimiento desde una plataforma también móvil. Aunque siempre se podía intentar el sistema del piloto ruso Piotr Nikolayevich Nesterov, que embistió con su avión a un aparato enemigo. Posiblemente esperaba retomar el control tras la colisión porque era un piloto experimentado (en 1913 se convirtió en el primer hombre en hacer un looping, hazaña que le valió un arresto por poner en peligro su avión innecesariamente), pero no llevaba cinturón de seguridad y salió despedido. Consiguió el derribo pero perdió la vida, demostrando que ese tipo de ataque no era práctico.

Estaba visto que derribar un avión no era fácil. Hacía falta mucha suerte para lograrlo con un solo disparo, de manera que la mejor forma era disparar muchas veces y muy deprisa, cuanto más mejor. Es tanto como decir que se necesitaba una ametralladora; y una ametralladora llevaba Louis Quénault, observador en un biplaza Voisin 3LA, cuando el 5 de octubre de 1914 consiguió el primer derribo confirmado de la Historia. El primer derribo «ortodoxo», se entiende, puesto que Nesterov se había adelantado en un mes. Lo curioso es que Quénault agotó la munición de su arma sin éxito y consiguió su propósito utilizando un fusil.

Pero el problema de apuntar desde una plataforma en movimiento a un blanco móvil seguía, aunque se podía simplificar si se disparaba en la dirección del avance. En ese caso, se podría lograr incluso que el mismo piloto manejara el arma, ya que no sería necesario apuntar, sino dirigir el avión hacia el blanco. El concepto estaba claro, pero había un problema: ¿cómo disparar hacia adelante sin destruir la propia hélice?

Los ingleses resolvieron el problema eliminando la hélice. Bueno, no del todo, simplemente la colocaron detrás, empujando en lugar de tirar. No era una solución tan rara como parece, de hecho el Voisin de Quénault también tenía la hélice detrás. Eso determinó el diseño de los primeros cazas ingleses que fueron del tipo F.B.5, fabricados por Vickers Ltd, y que llegaron a Francia en febrero de 1915. Seguía siendo un biplaza, pero por primera vez se había construido un avión pensado para derribar a sus enemigos. Un avión de combate.

vickers_fb-5_gunbus_2345_g-atvp_yvtn_09-07-66_edited-3Réplica de un F.B. 5. Imagen sacada de Wikipedia

Enfrentados al mismo problema, los franceses optaron por un monoplano monoplaza. La ametralladora se instalaba fija sobre el capó y se buscaba la manera de que los proyectiles no provocaran daños. La solución fue de lo más pedestre: instalar unas chapas protectoras en la hélice. El sistema era peligroso (al menos dos personas murieron durante los ensayos en tierra por balas rebotadas) y poco práctico puesto que los impactos no dejaban de hacer sufrir la transmisión. Pero eran pocas las balas que impactaban en la protección, la mayoría pasaba limpiamente, y así fue como Roland Garros consiguió tres derribos en un par de semanas de abril de 1915 pilotando un Morane-Saulnier. Que un solo hombre lograra tales éxitos era impensable hasta entonces aunque se tratara de alguien de la reputación de Garros, famoso por su hazaña de atravesar en avión el Mediterráneo, en 1913, saliendo de Fréjus, en el sur de Francia y aterrizando en Bizerta, en el norte de Túnez.

1024px-morane-saulnier_l_in_french_markingsUn Morane Saulnier L, según Wikipedia

Pero, volviendo a 1915, la suerte dejó de estar con Roland Garros casi en seguida. Tras su quincena triunfal, su avión fue alcanzado por un tiro de suerte desde tierra. Con el motor averiado, se vio obligado a aterrizar y fue hecho prisionero. Los alemanes, encantados de haber acabado con la carrera del terror aéreo del frente occidental, no sólo habían capturado al piloto, sino que también tenían el avión y su sistema de protección de las palas de la hélice y se dispusieron a usarlo en provecho propio.

Pero no llegaron a hacerlo nunca. Cuando el ingeniero Anthony Fokker recibió el encargo de adaptar aquel método no perdió el tiempo con él porque ya estaba trabajando en algo mucho mejor: sincronizar los disparos con el giro del motor, de manera que la ametralladora no disparaba si tenía una pala en la línea de tiro. Los primeros monoplanos Fokker E.I con su ametralladora sincronizada llegaron al frente en el verano de 1915 y se convirtieron en el terror de sus adversarios. Con ellos y sus desarrollos posteriores, como el E.III, lograron sus primeras victorias pilotos tan célebres como Oswald Boelcke o Max Immelmann, que merecen artículo aparte.

1280px-fokker_m5k-mg_e5-15El temido Fokker E.I en imagen de Wikipedia

Aún se ensayarían otros sistemas, como el de montar la ametralladora sobre el ala superior de un biplano para que disparara por el exterior del círculo formado por la hélice al girar. Un buen ejemplo es el Nieuport 11, pero la solución de Fokker sería la que finalmente adoptarían todos los combatientes tarde o temprano.

De todos los protagonistas de esta historia el más conocido es Roland Garros, aunque por causas que nada tienen que ver con la guerra ni con la aviación. Permaneció prisionero hasta febrero de 1918, cuando consiguió escapar y volver a territorio francés, pero tuvo que adaptarse a tipos de avión totalmente diferentes a los que él había conocido. Consiguió un nuevo derribo confirmado (el cuarto de su historial), pero el 5 de octubre de 1918, apenas un mes y una semana antes de que terminara la guerra, fue a su vez derribado y muerto. Al día siguiente habría cumplido 30 años.

Pero hoy se le recuerda por otro motivo. En 1928 Francia tenía que organizar la final de la copa Davis de tenis y necesitaba unas canchas adecuadas para atender a  jugadores y público. El club deportivo Stade de France aportó el terreno para las obras, pero su presidente puso la condición de que las instalaciones llevaran el nombre de Roland Garros, amigo suyo desde que coincidieron en la Escuela de Comercio. Además, Garros y él habían sido compañeros en el equipo de Stade de France, pero no jugando al tenis sino al rugby. Por ese gesto de su amigo, hoy todo el mundo conoce el nombre de Roland Garros, aunque pocos saben quién era.

Nesterov, el piloto ruso que murió al embestir a un avión enemigo, también dio nombre a algo: a todo un pueblo, Zhovkva, situado en Ucrania, que fue rebautizado Nesterov en 1951 por el gobierno soviético. Pero tampoco por ello se le recordará, ya que en 1992, tras la independencia de Ucrania, el pueblo recuperó su nombre original. Para consuelo de sus admiradores, el asteroide Nesterov, descubierto en 1973, no ha cambiado de nombre.

Compartir

  • Haz clic para compartir en X (Se abre en una ventana nueva) X
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva) Facebook
  • Haz clic para compartir en Meneame (Se abre en una ventana nueva) Meneame
  • Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva) Correo electrónico
  • Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva) LinkedIn
Me gusta Cargando...

Por iBadomar

Avatar de Desconocido

Únete a otros 111 suscriptores

Estadísticas del blog

  • 123.385 visitas

Páginas

  • Diez años en Los Gelves
  • Sobre el blog
  • Un año en Los Gelves

Archivo de entradas

Etiquetas

Accidente aéreo Alejandro Magno Alemania Antigüedad Arqueología Arquitectura Arte Atenas Aviación Batalla Carlos II Cartago Cervantes Churchill Cine Comet Comunismo Constantinopla Constitucion Control aéreo Corrupción Corsarios Cruzadas Cultura de seguridad Cultura justa Diocleciano Edad Media Edad Moderna Egipto Esparta España Espionaje Factores humanos Felipe V Fiscalidad Francia Franquismo Grecia Guerra del Peloponeso Guerra de Sucesión Guerra Fría Herodoto Hindenburg Historia Hitler ILS Imperio Bizantino Incidente aéreo Inocencio III Isabel I Isabel II Jerjes Jolly Roger Julio César Literatura Ludendorff Luis XIV Luis XVIII McRobertson Messerschmitt Modelo de Reason Modelo SHELL Momentos cruciales Mussolini Napoleón Navegación aérea Periodismo Persia Pintura Piratas Política Prehistoria Primera Guerra Mundial Pétain Radar Reactor Realismo Renacimiento Restauración Revolución Roma Salamina Segunda Guerra Mundial Seguridad aérea Sicilia Siglo XIX Siglo XVII Siglo XVIII Siglo XX Sila Stalin TCAS Temístocles Tetrarquía Tito Livio Transición Técnica Uberlingen Ucrania URSS

Meta

  • Crear cuenta
  • Iniciar sesión
  • Feed de entradas
  • Feed de comentarios
  • WordPress.com

Crea un blog o una web gratis con WordPress.com.

Privacidad y cookies: este sitio utiliza cookies. Al continuar utilizando esta web, aceptas su uso.
Para obtener más información, incluido cómo controlar las cookies, consulta aquí: Política de cookies
  • Suscribirse Suscrito
    • Los Gelves
    • Únete a otros 111 suscriptores
    • ¿Ya tienes una cuenta de WordPress.com? Inicia sesión.
    • Los Gelves
    • Suscribirse Suscrito
    • Regístrate
    • Iniciar sesión
    • Denunciar este contenido
    • Ver el sitio en el Lector
    • Gestionar las suscripciones
    • Contraer esta barra
 

Cargando comentarios...
 

    %d