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Cumpliendo con la tradición, este 12 de noviembre vamos a explorar algún aspecto de la Primera Guerra Mundial. A estas alturas podríamos pensar que está todo dicho sobre ella; sin embargo aún quedan muchas cosas por explicar. Hace poco, por ejemplo, conocí una interesante polémica que afecta de lleno a nuestro conocimiento de uno de los momentos cruciales de aquella contienda. El asunto merece atención puesto que se centra en la batalla de Verdún, nada menos.

La de Verdún es una batalla bien conocida y resume en sí misma todo el espanto de aquella guerra. Duró varios meses, involucró a centenares de miles de hombres y terminó dejando las cosas más o menos como estaban al principio, pero con un número total de bajas cercano a 750.000, con unos 150.000 muertos por cada bando. La batalla se prolongó durante todo 1916, aunque a partir de julio cede el protagonismo a la Batalla del Somme. No es que dejara de haber lucha en Verdún, pero ahora había otra batalla que rivalizaba con ella en intensidad. Y eso que era difícil: los alemanes comenzaron la ofensiva de Verdún disparando 2 millones de proyectiles en apenas 6 días, la mitad de ellos en las primeras 10 horas. Cuesta creerlo, porque son casi 28 disparos por segundo, pero los números son verosímiles si recordamos que para alimentar aquel ritmo de tiro se necesitaban 30 trenes de munición diarios.

La batalla fue sórdida de principio a fin, empezando por su planteamiento. Uno de los primeros textos que leí sobre el tema se refería a Verdún como «la picadura de carne de von Falkenhayn». Se refería a Erich von Falkenhayn, el caballero de la fotografía, jefe del estado mayor alemán en 1916. Fue él quien concibió una ofensiva pensada para «desangrar» al ejército francés y obligarle así a pedir la paz. Su idea era lanzar un ataque en la posición fortificada de Verdún, un saliente del frente que los generales franceses se verían obligados a defender a toda costa enviando más y más tropas, que serían machacadas por la artillería alemana según fueran llegando. ¿Y no sería más fácil para los franceses retirarse de aquel saliente, eliminando así una posición expuesta? Von Fankelhayn pensaba que los franceses jamás abandonarían Verdún voluntariamente por una cuestión de orgullo nacional, que les haría comprometer más y más reservas hasta la aniquilación.

Nunca he entendido bien esta última parte, la verdad. Es cierto que en Verdún se firmó el tratado del año 843 que dividía el Imperio Carolingio entre los nietos de Carlomagno, que Verdún pasó definitivamente a Francia tras el fin de la Guerra de los Treinta Años en 1648 y que en Verdún se vieron las caras franceses y prusianos en 1792, durante la Guerra de la Primera Coalición, y en 1870, durante la Guerra Franco-Prusiana. ¿Y qué? ¿Acaso eso impedía a los generales franceses retirarse tranquilamente, acortando de paso sus líneas? Reconozco que von Falkenheyn comprendía la psicología de sus colegas franceses mucho mejor que yo, porque ciertamente defendieron Verdún con uñas y dientes.

Para ello contaban con toda una cadena de fuertes dispuesta en dos anillos concéntricos alrededor de la población que da nombre al complejo. Los fuertes estaban muy bien blindados, colocados de manera que se cubrieran unos a otros y con todo tipo de dispositivos ingeniosos, como torretas retráctiles que a la vista parecen enormes chinchetas hundidas en el terreno… hasta que la chincheta empieza a elevarse mostrando un cilindro que surge del suelo y alberga un cañón de 75 mm, perfectamente apuntado hacia su objetivo gracias a un sistema de periscopios. El mecanismo permitía elevarse, hacer fuego y volver a incrustarse en el terreno en apenas seis segundos. Añadamos a esto casamatas, nidos de ametralladoras, búnkeres subterráneos y tenemos uno de esos sitios que parecen inexpugnables.

Pero también había puntos débiles. Como hemos dicho, la posición francesa se enfrentaba a alemanes por todas partes menos por una, por lo que se la podía bombardear desde tres direcciones diferentes. Además, no era fácil llegar a ella, puesto que la red de ferrocarriles en la zona no era nada del otro mundo y dependía de una única carretera para su abastecimiento. Se conocería como la Voie Sacrée, la Vía Sagrada y por ella circularía todo un río de camiones para asegurar que nunca faltaran soldados, municiones ni suministros de cualquier tipo. Hasta 6.000 camiones por día, es decir uno cada 15 segundos aproximadamente… ¡de media!

La batalla comenzó el 21 de febrero de 1916. El 25 los alemanes lograron tomar Fort Douamont, el principal de los fuertes que dominaban la zona, pero a partir de aquí la ofensiva fue perdiendo fuelle a medida que el trabajo de nuestro viejo conocido, Philippe Pétain, comenzaba a dar sus frutos. Pétain organizó magistralmente la defensa de Verdún con especial atención a la situación de sus soldados. Para que no estuvieran demasiado tiempo en un lugar que sufría un bombardeo permanente y constantes ataques de infantería, organizó un sistema de rotación que tuvo dos efectos: por un lado el alivio de la tropa, que sabía que su estancia en aquel infierno sería corta; por otro, los constantes relevos motivaron que cerca de un 75% de los combatientes franceses pasaran por Verdún en algún momento, acrecentando la leyenda de la ferocidad de la batalla.

Los alemanes, por contra, se limitaron a mantener las mismas unidades, reemplazando las bajas con nuevos soldados. Esto aumentó el desgaste psicológico y no es de extrañar: algunas unidades, tras repetir el ciclo de sufrir un gran número de bajas, recibir nuevos soldados, y volver a empezar, se encontraron con un número de bajas acumuladas superior a su fuerza nominal. Creo que el récord es de un 115% de bajas en un determinado regimiento. ¿Puede alguien imaginarse el estado mental de alguien que primero ve caer uno tras otro a sus compañeros, luego caras nuevas que desaparecen a su vez apenas llegar y se entera de que el recuento de bajas va por 1.700 cuando su regimiento es de 1.500 hombres?

El desenlace de la batalla lo conocemos, pero el lector avisado habrá notado hace dos párrafos que algo no cuadra. ¿Fort Douamont cayó en apenas 4 días? Sí, eso dije. ¿Pero el plan no era hacer ataques limitados, dejando que el bombardeo de artillería desangrara al ejército francés? ¿Qué clase de ataque limitado es uno que toma la posición más fuerte del enemigo nada más comenzar? Una posible interpretación es que a la vista del éxito inicial, el mando alemán abandonó el plan original y se lanzó a una batalla para tomar todo el complejo defensivo comprometiendo cada vez más recursos, con lo que no se logró el objetivo de que las bajas francesas fueran desproporcionadas comparadas con las alemanas. ¿De verdad fue así?

¿Y si nos han mentido desde el principio? ¿Y si el plan no era desangrar al ejército francés? Durante todo el siglo XX se creyó que ésa era la idea inicial puesto que así lo dijo von Falkenhayn en sus memorias, en donde aseguraba que expuso el plan en un informe enviado al káiser en las navidades de 1915. Pero en la década de 1990 alguien cayó en la cuenta de que nadie había visto nunca tal informe. Más aún, los testimonios de los contemporáneos de von Falkenhayn no sostenían su versión. Según ellos, la idea era que Verdún elevaría la presión de tal manera que obligaría a una respuesta aliada que permitiría desencadenar un contraataque alemán y en la cadena de reacciones y contraataques se lograría romper el frente. De hecho, la ofensiva del Somme encaja perfectamente con la respuesta aliada contemplada en este plan alternativo. La teoría se ve reforzada por la negativa de von Falkenhayn a comprometer divisiones de reserva en Verdún para explotar los éxitos iniciales. ¿Mantenía las reservas a la espera de usarlas en otro punto?

Conocer lo que pensaba realmente von Falkenhayn es difícil porque era muy poco comunicativo: ni siquiera sus subordinados directos estaban al tanto de los detalles del plan. ¿Paranoia? Lo cierto es que von Falkenhayn no se llevaba bien con casi nadie: ni con el ministro de la guerra ni con los otros generales. Hindenburg y Ludendorff, por ejemplo, no compartían su punto de vista de que la guerra se decidiría en el frente occidental y estaban hartos de un von Falkenhayn que frustraba sus planes de comprometer más fuerzas en el Este. Se diría que sólo el káiser le apoyaba, que no es poco. Los historiadores confiaban en el relato contado por él tras la guerra, que puede contener lagunas debidas al paso del tiempo o por el deseo de auto-exculparse de los propios errores.

El caso es que en algún momento, fuese por el plan inicial o por el desarrollo de los acontecimientos, los alemanes parecieron realmente comprometidos a ocupar Verdún. Como hemos dicho, el suministro de la posición dependía de una única carretera, la Voie Sacrée, por lo que cortarla era vital. ¿Cuántas bombas de los millones que se utilizaron en la batalla cayeron sobre ella con ese fin? La respuesta es ¡ninguna! ¿Acaso los alemanes eran incapaces de alcanzar la carretera con sus cañones? Aunque hubiese sido así, cuando se inició la batalla tenían superioridad aérea y ya habían demostrado capacidad de atacar objetivos tan lejanos como Inglaterra usando dirigibles. Un par de impactos habrían bastado para sembrar el caos, complicar el suministro y hacer pensar a los franceses si no sería mejor retirarse de un lugar tan difícil de abastecer.

¿Dejaron los alemanes de bombardear la Voie Sacrée porque el plan era permitir que siguieran llegando soldados al supuesto matadero o simplemente pasaron por alto un punto clave? ¿Mintió von Fankelhayn al decir que el plan era aniquilar franceses según fueran llegando para no reconocer un error garrafal? La lógica habría sido intentar cortar las líneas de suministro de Verdún, pero también habría sido lógico por parte francesa evacuar la posición antes de que los alemanes se les ocurriera aislarla bombardeando la única carretera disponible.

De manera que, 114 años después sigue habiendo preguntas acerca de uno de los hechos que definieron el siglo XX y probablemente nunca conozcamos las respuestas. La incógnita sólo se despejará si alguien encuentra el famoso informe enviado al káiser en diciembre de 1915, aclarando cuál era el plan que expuso inicialmente von Falkenhayn, pero me temo que aunque esperemos otros 114 años seguiremos con la duda: si aquel informe existió, dejó de hacerlo cuando los archivos alemanes resultaron destruidos durante la Segunda Guerra Mundial.