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Otro año más se ha celebrado la conocida feria ARCO, dedicada al Arte Contemporáneo, y como de costumbre con una cierta polémica. Este año los comentarios se han centrado en un vaso de agua medio lleno (o medio vacío, según se mire) que podía adquirirse por 20.000 euros.

Se puede interpretar como se quiera. Quizás sea una genialidad o quizás una tomadura de pelo, pero no cabe duda de que al menos la obra ha conseguido que se hable de ella. Personalmente le encuentro un defecto y es que es de todo menos original, como ya apuntaba el siguiente tuit, que me dio la idea de escribir este artículo:

TuitEfectivamente, hace casi 100 años que alguien tuvo una idea semejante y naturalmente trajo polémica, pero eso era precisamente lo que buscaba su autor, que fue posiblemente el más socarrón de todos los artistas de las primeras vanguardias y que no era la primera vez que tomaba un objeto cualquiera para considerarlo una obra de arte. Sólo que hasta entonces se había limitado a colocar esos ready-made, como él los denominó, en su propio estudio. Pero en 1917 la cosa fue diferente.

Por aquel entonces se había establecido en Nueva York un pequeño grupo de creadores inconformistas europeos que formaron la Sociedad de Artistas Independientes destinada a organizar exposiciones en las que había dos importantes (y únicas) reglas: no se darían premios y no se excluiría absolutamente a nadie. La primera exposición de la Sociedad se inauguró el 10 de abril de 1917, pero antes de su apertura los organizadores se encontraron con un problema: un urinario titulado «Fuente» que llegó firmado por un tal R. Mutt.

Las discusiones empezaron de inmediato, porque algunos miembros del comité organizador consideraron que les estaban tomando el pelo y no quisieron admitir la obra en la exposición, pero otros miembros, capitaneados por Marcel Duchamp, no podían consentir que se violaran de tal manera los estatutos de la Sociedad, que no permitían excluir ninguna obra. Los partidarios de no exhibirla se salieron con la suya, pero a costa de la dimisión de Marcel Duchamp que no quiso seguir en la Junta de aquella Sociedad y que posiblemente se lo estaba pasando en grande con aquella bronca… porque era él quien había enviado el urinario usando el nombre R. Mutt como pseudónimo.

La polémica obra de arte terminó por ser exhibida, pero no en la exposición de la Sociedad de Artistas Independientes, sino en una galería de arte llamada Galería 291. Allí Alfred Stieglizt le hizo una fotografía, que es todo lo que se conserva de la obra original. Al parecer el urinario sufrió el mismo destino que todos los primeros ready-made de Duchamp: terminar en la basura cuando alguien hacía limpieza.

640px-Duchamp_FountaineFoto de Alfred Stieglitz tomada de Wikipedia

Con el tiempo se hicieron reproducciones de la Fuente y se consideró que era una de las obras cumbre del arte del siglo XX, por lo que hoy figura en todos los manuales de Historia del Arte. Y aquí viene la parte más reveladora del asunto porque unos 50 años después de la polémica, en la correspondencia de Marcel Duchamp se podía leer la frase «les tiras un urinario a la cabeza como una provocación y ahora se ponen a admirar su belleza estética».

No cabe duda de que Duchamp se había divertido con aquel particular desafío, aunque parece que le sorprendía que le hubieran tomado tan en serio. Y ahora, casi 100 años después, aún hay quien presenta un ready-made en una exposición de arte contemporáneo y, lo más increíble, consigue generar reacciones parecidas. Y sin embargo la única diferencia significativa entre los dos casos es que Duchamp no puso precio a su obra.

Visto así, la originalidad y la provocación de la obra exhibida en ARCO no aparece por ninguna parte. Así que para zanjar el asunto y desde el punto de vista del arte contemporáneo, me temo que la mejor crítica que se puede hacer del ya célebre vaso de agua medio lleno de Wilfredo Prieto se resume en una sola palabra: desfasado.