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Arte, Bourdelle, Buenos Aires, Heracles, Lago Estínfalo, Montauban, Museo de Orsay, Nueva York, París, Siglo XX, Tokio, Toulouse
He tenido un mes de septiembre tan ajetreado que se ha ido sin que yo publicara nada. Octubre no se presenta mucho más tranquilo y precisamente por eso me he propuesto escribir un artículo, para tenerlo listo cuanto antes y que no pasen dos meses consecutivos en blanco. Pero, ¿qué tema tratar esta vez? Pensaba en ello cuando recordé que en mi último viaje me encontré con… digamos que con un viejo amigo.
Esta historia empieza en Francia, en Montauban concretamente, hace ya muchos años, no me apetece recordar cuántos. Desde luego aún no había terminado el siglo XX cuando supe de un artista del que hasta entonces jamás había oído hablar. ¿Alguien entre la audiencia conoce a Antoine Bourdelle? Si hay aficionados a la escultura entre los lectores seguro que sí, pero de lo contrario no es muy probable. Pues bien, Bourdelle fue un escultor discípulo de Rodin, artista a quien sí conoce todo el mundo. Nacido en 1861, el yeso original de su más célebre escultura se conserva en su ciudad natal, Montauban, en el museo Ingres. Se trata de un Heracles arquero, fechado en 1909, que fue lo que más me impresionó de la visita.
La escultura muestra a Heracles (el nombre griego de Hércules) en uno de sus doce trabajos, consistente en expulsar del lago Estínfalo a los pájaros malignos de plumas de bronce que atacaban a hombres y animales. Por supuesto Heracles logró su propósito, asustándolos con el ruido de un címbalo (o de una carraca, que en esto de la mitología siempre hay varias versiones). Cuando los pájaros levantaron el vuelo, el héroe derribó a flechazos a cuantos pudo.
La escultura lo representa en pleno esfuerzo, en una posición muy forzada, cargada de tensión. La fotografía nos da una idea de la fuerza de esta obra, tremendamente expresiva y… bueno, Montauban no está lejos, de modo que ya tenéis un motivo para visitar la ciudad.
Pero no sólo Montauban, porque la escultura se fundió en bronce y por eso algunos años después, estando en Toulouse con un amigo vimos en un parque, desde el coche, una escultura que reconocí al momento. En este caso Heracles forma parte de un monumento a los caídos en la guerra del 14. En origen se pretendía homenajear al jugador de rugby Alfred Mayssonnié, pero finalmente se amplió a todos los deportistas muertos durante la guerra, aunque una estela destaca expresamente a Mayssonnié. Toulouse está cerca de Montauban, así que los que deseen ver la estatua pueden ver dos ejemplares en un solo día.
Claro que ya que estamos en Francia, ¿por qué no visitar París y ver otra copia? Ésta la encontré en el museo de Orsay y hasta me hice una foto con ella, en mi tercer encuentro con la misma imagen. Como no me gusta poner mi cara en internet, os tendréis que conformar con una imagen de Wikimedia. En este caso la estatua es de bronce dorado.
Heracles en el museo de Orsay, París
A estas alturas, el Heracles arquero empezaba a ser un viejo conocido. Y hablando de conocidos y de amigos, por aquella época uno de los míos se fue una temporada a Buenos Aires. Es bueno tener amigos en lugares remotos porque, con la excusa de visitarlos, se conoce mundo, de manera que le hice una visita. Aterricé en Buenos Aires, tomé un autobús para ir a su casa y ¿qué vi al pasar junto a un parque de la ciudad? A Heracles, cómo no. Ya empezaba a ser una costumbre, pero esta vez me sorprendió aún más puesto que entre este Heracles y sus hermanos hay 11.000 Km. de distancia. Quienes lean este artículo desde Argentina ya saben que no tienen que cruzar un océano para ver la escultura de Bourdelle.
Aunque quizá el lector esté en América, pero del Norte. Y en ese caso puede acercarse al Metropolitan Museum de Nueva York, que es otro lugar en donde me encontré con Heracles. También hay foto, pero sigo siendo tan tímido como hace dos párrafos. La imagen la he tomado esta vez de la página del museo. La escultura era ya una vieja amiga, una cara familiar que aparecía por sorpresa, a 10.000 Km. de mi casa, para darme una alegría con su presencia. .
Por eso casí ni me sorprendió, hace un par de semanas, volverme a encontrar con mi viejo camarada, Heracles. Y esta vez fue ¡en Tokio! Había muy poca luz y yo no tenía flash, de manera que no pude hacerle la foto que merecía la ocasión, pero una vez más, Wikimedia acude al rescate. La escultura está en el parque Ueno, en el exterior del Museo de Arte Occidental.
A estas alturas estoy pensando en hacer un juego. Cada vez que me encuentre con Heracles… ¡chupito! Merecerá la pena, aunque sólo sea por ver la cara de la gente de alrededor y oir los comentarios. Mamá, ¿por qué ese señor que se está tomando un copazo le ha pasado un brazo por el hombro a la estatua?
Quizás debería hacer un proyecto para visitar todas las copias, porque hay más copias del Heracles por el mundo. Algunas en ciudades que conozco, aunque no haya visto la estatua en ellas. Además de las mencionadas, hay copias en Estocolmo, Roma, Anvers, Colonia, Praga… En París hay una segunda copia, en el museo Bourdelle. También se puede ver en Lyon, Le Havre, Argel, Los Ángeles, Nueva Orleans, Dallas, Honolulu, Siracusa (estado de Nueva York), Madison (estado de Wisconsin) y Japón cuenta con una segunda copia en Hakone.
La idea ya la tengo. Hasta ahora encontraba a Heracles por azar, pero voy a empezar a buscarlo. Sólo me falta recaudar fondos para la causa. ¿Habrá lectores de este blog interesados en financiar un viaje alrededor del mundo en busca de todas las copias del Heracles? Si los hay, prometo escribir un libro contando la experiencia. Y si los fondos llegan para hacer el viaje en primera clase, hasta soy capaz de vencer mi timidez e ilustrarlo con fotos junto a mi colega. ¿Por qué no, si es ya un amigo de toda la vida?